El último adiós

Atando cabos

Estuve prácticamente toda la noche tratando de unir cabos. Mario jamás trabajaría para alguien blanqueando dinero, ni mucho menos para un cártel de la droga. Además, ¿cómo es posible que trabajara para una empresa fantasma y el dinero llegara al banco sin que Hacienda se diera cuenta? No tenía sentido, era una idea descabellada.

Fui al cajón donde tenemos todos los recibos del banco, nóminas, documentos, certificados, todo lo necesario para demostrar que él no estaba haciendo eso. Empecé a sacar todo, encontré las nóminas de Mario de la empresa para la que trabajaba. Cogí el ordenador desesperada con tal de encontrarla y corroborar que todo esto tenía
algún sentido. Efectivamente, la empresa existía, de hecho estaba aquí en Valencia y en un
montón de lugares más, puesto que trabajaba de manera internacional, por ello viajaba tanto.
¿Esto significaba que la empresa que tiene la policía es diferente a la que tengo yo? ¿A caso me
estaba mintiendo la policía? Ya no podía fiarme de nadie. Mañana hablaré con el Coronel para
asegurarme que está de mi lado.

Mi madre tocó la puerta.
- Hija, ¿puedo entrar?
Me puse a recogerlo todo, para que mi madre no se preocupara.
- ¡Espera un momento!
Lo escondí bajo el colchón, debía asegurarme de que nadie pudiera encontrarlo. Me dispuse a abrir la puerta.
- Hola cariño. Te he hecho un chocolate caliente con nubes, como te gusta.
Sonreí inevitablemente. Habíamos pasado tantas cosas juntas. Era la mejor mujer que había conocido nunca.
- Gracias mamá.
- ¿En qué estás pensando?
- En aquella noche, cuando tenía 12 años. ¿Te acuerdas?
- No podré olvidarlo nunca cariño...

Jaime me llamaba todas las noches. Me decía cosas que jamás me habían dicho. Estábamos horas y horas halando. Siempre teníamos cosas que decirnos, que contarnos y sobre todo de reírnos.

Siempre me decía que quería volver a verme, y que no se presentarán en el colegio o en
mi casa, si yo no estaba de acuerdo. Yo nunca le contestaba, siempre sonreía y lo dejaba estar.
Pero esa noche, no fue así.
- No sabes lo que daría por poder ver esa sonrisa otra vez.
- Si ya la has visto una vez, ¿no te es suficiente?
- Contigo todo me vale.
- ¿Entonces?
- Siempre se puede desear, ¿no crees?
- Quieres decir...
- Que te deseo.
Recuerdo quedarme perpleja, anonadada. Mi respiración se paralizó. Mitra sim corazón se
iba a salir de mi pecho.
- ¿Qué deseas?
- Deseo tenerte cerca de mi, con suavidad acercarte mientras mis brazos rodean tu cintura.
Sentir tu respiración agitada, notas como deseas lo mismo que yo. Cuando agacharás la cabeza y
sonrieras, apartarte el pelo de la cara y poder besarte.
Deseaba tanto que hiciera eso, lo deseaba con todas mis fuerzas.
- ¿Qué te impide hacerlo?
- No quiero equivocarme, Bella.
- A veces, quien no arriesga no gana, Jaime.
Me tiré a la piscina. Decidí darle la confianza que yo no tenía para hacerlo.
- Buenas noches Bella.
- Buenas noches Jaime.

Aquella noche fue especial. No podía dormir, solo hacer que repetirme todo aquello que me había dicho. Sentía que era la protagonista de una historia de amor, no pensaba que nada pudiera salir mal.

Al salir de clase, estaba super nerviosa. Porque esperaba que él viniera a recogerme, a darme una sorpresa. Pero en el fondo, prefería que me esperara en mi casa y poder tener nuestro
momento del beso a solas, tan solos él y yo.
Pero él no estaba. La verdad es que sentí como mi corazón dio un vuelco, me decepcioné por pensar cosas que jamás iban a pasar. ¿Por qué iba pasarme eso a mi?

Llegué a casa. Mi madre sabía que me pasaba algo nada más entré por la puerta.
- ¿Cómo te ha ido cariño?
- No quiero hablar.
Me encerré directamente en mi cuarto. Ella tocó la puerta, al parecer quería decirme algo muy importante.
- Sal un momento, que tengo que enseñarte una cosa.
- ¿No puede ser en otro momento? Tengo muchos deberes.
- Bueno pues le diré que estás ocupada y que venga otro día.
No entendía nada. ¿De qué estaba hablando?

Abrí la puerta y mi madre estaba sonriendo a más no poder.
- Yo tengo que ir a hacer unos recados, ya sabes que es Jueves y he quedado con Toñi.
Vendré sobre las 23.00h. Te quiero, pásalo bien.
Me dio un beso en la frente y se fue. No podía creer que Jaime estuviera aquí. No podía ser él. Era imposible.

Recorrí el pasillo y al llegar al comedor, ahí estaba él. Esperándome.
- ¿Que estás haciendo aquí?
- No parece que te alegre mucho de verme. Si lo prefieres me voy, lo entiendo.
Se giró y cogió sus cosas.
No podía dejarlo ir. Así que fui y lo abracé por detrás.

- Espérame aquí.
- ¿Pero a dónde te vas?
- Tú quédate aquí, busca una película y enseguida vengo.
Se me ocurrió que podía hacerle el chocolate caliente con nubes que me haces mi madre.
Era algo muy especial para mi, y me apetecía compartido con él. Pero ante,s debía quitarme el
uniforme del colegio y ponerme algo más bonito.

Me temblaba todo el cuerpo. Tenías tantas ganas de estar con él. Era como si lo hubiera
estado esperando toda la vida y por fin nos habíamos encontrado.

- Ya estoy. Toma esto para ti, y esto para mi.
- ¿Chocolate caliente?
- No es un chocolate caliente normal, es chocante con nubes, el quita penas.
- ¿Quita penas?
- Sí. Mi madre lo hacía cuando era más pequeña, cuando mi padre falleció y desde
entonces, es nuestro pequeño secreto. Bueno ahora es de los tres.
- Siento mucho lo de tu padre...
- No tienes que sentirlo, yo no lo recuerdo. Yo lo siento mucho por mi madre, era el amor
de su vida. Tuvo que vivirla sin poder disfrutar a su lado.
- Debió de ser muy duro...
- Yo fui su salvación. Ella siempre dice que me parezco mucho a él.
- Entonces debió de ser una persona realmente maravillosa.
Siempre tenía la frase perfecta para cada momento. Estuvimos hablando un par de horas o quizá más, con él siempre perdía la noción del tiempo. Pero habría deseado que jamás nuestros caminos se hubieran cruzado aquella noche.

Sabía que el Coronel estaba ansioso por demostrarme que mi marido no era quien yo creía, en cambio yo seguiría luchando y defiendo su inocencia hasta que algo pudiera demostrar lo contrario.