2.Un día ordinario

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Sabía que estaba molesta esa noche ni siquiera me dirigió la palabra, excepto para decirme que me fuera a mi habitación. No entendía lo que le pasaba, de hecho la mayoría del tiempo no entendía su comportamiento.

Mientras desayunábamos observaba su cara inexpresiva con unas cuantas arrugas en su entrecejo que se formaban aunque no estuviera molesta. Tantos años de molestarse con todo le habían pagado factura en su cara. Su piel era morena, labios un poco gruesos y ojos café con ojeras debajo y su nariz pequeña y algo abultada asemejando una fruta de olivo.

-¿Por qué estás molesta conmigo-Solté rompiendo el silencio incomodo que había entre ambas. Mi papá ya se había marchado para ir a trabajar por lo que sólo nos encontrábamos las dos en aquella mesa que se sentía demasiado grande solo para nosotras.

-Tu hermano sigue durmiendo? -Preguntó ignorando mi anterior pregunta, mientras servía unas tostadas en su plato.

-No he ido a verlo- Mencioné ya resignada a que no respondiera a lo que le había preguntado hace un instante.

-El también debe desayunar-Tomó un sorbo de su jugo de naranja-Qué esperas? Ve a traerlo.-Su voz sonaba ya molesta, y es que no hacía falta mucho para que ella se enojara con todo lo que respira.

-Voy-solté un suspiro cansado y subí rápidamente las escaleras. Abrí la puerta y ahí se encontraba el, durmiendo plácidamente en su cuna. Tenía tan solo tres años y no podía dormir en una cama normal o si no podría caerse.

-Mason-Acaricié con delicadeza su cabello liso y de color negro, un rasgo que había heredado de mi mamá -Despierta, cariño.-Era un niño muy susceptible a los ruidos por lo que despertó rápidamente mirándome con sus ojos azules y grandes. Le coloqué sus sandalias de correa y lo saqué de su cuna.

-Vamos a comer. ¿Qué quieres comer hoy? -Pregunté al pequeño, aún sabiendo que no respondería, ya que a sus tres años no había dicho sus primeras palabras y cada vez que le decía algo solo me respondía con balbuceos sin sentido. Lo tomé del brazo y le ayudé a bajar las escaleras con mucho cuidado de que no cayera.

(...)

Me pasé el día entre la escoba y plumeros, tratando de limpiar la casa que una y otra vez ensuciaba el pequeño terremoto. Así es como tenía que pasar mi sábado, cuidando a mi hermano y limpiando el desastre que dejaba a su paso, podría regañarlo muchas veces en el día pero el no hacía caso, solo me miraba con sus enormes ojos azules y luego seguía haciendo de las suyas corriendo por toda la casa y tirando cada cosa que se encontraba, por suerte no teníamos nada demasiado costoso como para que se arruinara.

Después de un rato se cansó y lo acosté en su cuna. Se miraba muy tierno, quien diría que ese niño que parecía tan angelical causara tanto desastre. Mientras dormía lo observaba con detenimiento, en realidad era un niño muy bonito con largas pestañas y su piel parecía tener algún bronceado, aunque realmente no se asoleara y sus labios eran rosados y en algunas ocasiones se miraban rojos, definitivamente cuando creciera sería un hombre muy guapo, con muchas mujeres detrás de el, todo un rompecorazones, claro si es que aprende a comunicarse con las personas primero.

Ya era la hora de cenar y yo había preparado unas papas fritas con pollo frito. Al fin había llegado mi papá de su trabajo con un semblante cansado y paso lento. Se dirigió a la cocina, aún sin cambiarse de ropa y dejó su maletín en el piso a un lado de él

-Veo que alguien quiere que siga engordando-Dijo en tono de broma, mientras miraba su comida-Pero no me quejo esta comida totalmente deliciosa vale verdaderamente la pena.

-Tranquilo, lo hice con aceite de canola, así es mucho más saludable -Comenté, mientras me sentaba en la silla junto a el. Era un hombre notablemente obeso, pero según el trataba de comer más saludable, aunque ya lo había observado en varias ocasiones escabulléndose a un restaurante de comida rápida.

-Sabes que debo mantenerme en forma. Un cuerpo como el mio necesita de comida muy saludable para mantener estos abdominales marcados-Rió a carcajadas por lo que había dicho y su risa daba mucha más gracia que sus bromas. Sus ojos azules parecian cerrarse cuando sonreía por culpa de sus mejillas gordas.-Oh, casi lo olvido-Dijo sosteniendo una sonrisa de oreja a oreja. Definitivamente su presencia era la que le daba vida a esta casa, por muy cansado que estuviese por su trabajo, el siempre permanecía sonriente, como si estuviese muy agradecido con la vida. Empezó a revolver las cosas que cargaba en su maletín y sacó un pequeño cuaderno de color escarlata con un elástico del mismo color que lo sellaba. -Toma-Extendio su mano áspera hacia mi para que tomase el pequeño cuaderno.-Sé lo mucho que te gustan las libretas y ví esta en la librería,cuando me dirigía a comprar unas hojas blancas para mi trabajo y me pareció que no tenias aún este color, espero que te guste.– El conocía mis gustos por las libretas de colores y eso me hacía sentir que se interesaba por mí.

-Muchas gracias- Lo miré a los ojos muy agradecida por ese obsequio, el saber que incluso cuando no estaba cerca pensaba en mi me llenaba de alegría. Un pequeño obsequio de las personas que más quieres puede llegar a ser algo muy valioso. Lo abracé, mientras mi mamá solo nos observaba en silencio. A veces creía que ella sentía algo de celos, por que mi papa y yo nos llevábamos mejor que ellos dos.

Bendecidos la mesa y comimos en silencio mientras Mason solo jugaba con las papas fritas poniéndolas de tal forma que parecían leñas en una fogata. Todos los días era un verdadero trabajo hacer que el comiera algo. Mamá batallaba en toda la cena para que el niño sentado en su regazo comiera aunque sea un poco de pollo, pero el no cedía, hasta que lo senté en su  periquera y con toda la paciencia del mundo le daba un poco de papas fritas, las cuales eran sus favoritas. Tardé un poco, pero logre que el comiera la mitad de la comida que había puesto en su plato y a decir verdad me sentía muy orgullosa por haberlo logrado.

Cuando hubimos acabado, mamá se llevo a Mason  a la sala para que jugara con unos legos que papa le había comprado la semana pasada,  mientras ella se quedaba a su lado para asegurarse que el niño no se moviera de sitio. Papá solo se sentó en el sillón que se encontraba en el centro de la sala de estar y encendió el televisor para ver las noticias, no obstante en unos minutos ya se había quedado dormido. Por otro lado yo me dirigí a mi habitación para hacer mis deberes escolares, no sin antes preparar mi famoso té de manzanilla que me ayudaba  a relajarme.

Dibújalo en el horizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora