Odio las Fiestas.

122 14 8
                                    


━━━━ ⟡ ━━━━

  La música era insoportable, nunca me gustó ese género pero no tuve el valor para acercarme al tipo que puso su lista de reproducción. Dejé que lo hiciera porque, después de todo, era su casa a la que me colé sin invitación.

  Los parlantes se ahogaron en ese ruido sin ritmo que todos decidieron bailar por alguna razón. ¿Qué les gustaba de él? Me miraban una vez más como el bicho raro de la clase. Mi diferente apariencia nunca me ha dejado camuflarme. Bufé, mirando a todos de mala gana. Quería dejarles claro mi descontento. ¿No es acaso el anfitrión el encargado de hacer sentir bien a todos? ¡Qué mal trabajo hacía!

  Sólo fui a la fiesta para darle una oportunidad, era la primera de ese estilo a la que iba. No es que la gente no sea mi cosa. Odio la música que mis compañeros dicen disfrutar.
No tienen buen oído, lo que ellos oyen es repetitivo y predecible.
Me arrepientía gravemente de haber asistido mientras bebía una gaseosa en la esquina de la cocina. No pude entablar conversación con alguien. Los que se me acercaban huían de mí a los dos minutos; decían que era aburrido.

  Una pareja llegó y empezaron a besarse sobre el mesón como si no hubieran notado mi presencia. La chica abrazó al chico y lo atrajo a él. Di un sorbo a mi vaso descartable, mirando con admiración cómo tocaban su lenguas. No hice ruido, quería ver a dónde llegaban, creía que era parte de la experiencia en una fiesta.

  Entonces me aburrí. Empezaron a decirse cursilerías y la chispa se apagó. Estaban borrachos, no quise saber más y me fui, aún llevando mi vaso de gaseosa conmigo.

  Caminé por la casa, buscando una vía de escape o un rincón fresco donde ponerme a ver los desastres de los ebrios y reírme en silencio.

  Subí las escaleras por curiosidad. El dueño de la casa dio total libertad a cualquiera. Seguro había gente revolcándose en la cama de sus padres o en la de su hermano menor. Yo necesitaba usar el baño.

  Pero un ruido que conocía bien me detuvo cuando encontré la puerta blanca. Me frené, dejando hasta de respirar para oírlo bien cuando volviera a suceder.

  Una tecla de piano. No, dos seguidas.

  Me pausé mientras usaba mis orejas como antenas buscando el origen de la música que vagamente se iba armando. Estaba en ese mismo piso, a unos pasos de donde estaba parado.

  Caminé por el pasillo y eso hizo que me diera cuenta del tamaño de la casa. De otras habitaciones se escuchaban gemidos femeninos y resortes del colchón o sillón sufriendo. Entre todo eso, había una habitación en especial del que venía una canción, limpia y lenta que contrastaba con lo que abajo sonaba. Quería saber quién estaba posando sus dedos sobre las teclas del instrumento. Me dejé guiar.

  Las notas frenaron de golpe, yo también a pesar de que ya tenía identificada la puerta del cuarto de música. ¿Qué le habrá pasado al que tocaba con tanta melancolía?

  Tomé el pomo y lo giré para abrirla. Tuve miedo de que la persona se enfadara conmigo, o que se trate de un familiar del chico que daba la fiesta. Mi mayor temor era terminar con un florero siendo arrojado a mi cabeza. Aun así entré, inundado de curiosidad.

  Di un paso y justo una tecla volvió a sonar. Paró cuando me asomé para ver. Se había callado al notarme.

  El movimiento de la gaseosa en mi vaso también se frenó. Los dos nos vimos un momento, aprovechando la luz de la calle y cielo que se filtraba por la ventana. Ninguno se molestó en encender las luces, creo que hice bien en no hacerlo. Ese flequillo castaño escondía una expresión que no me quiso mostrar. Tal vez vergüenza. O enojo, por haberle interrumpido.

play the fucking piano. ➳ mclennon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora