手順 - Por pasos.

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En un mundo acromático, hay pocas cosas que pueden resaltar entre la monotonía de su simpleza.

Nadie puede distinguir colores, así que tener que acostumbrarse a vestir en cierto código para no desatinar su orden es toda una molestia que debe conllevar día con día.

Pero entre tantas historias desperdigadas por el mundo; entre tantos latidos, pensamientos y respiraciones, Jimin debía tener el infortunio de resaltar sobre el resto. No sabía si era una maldición o debía tomarlo como ser «el próximo elegido para salvar la civilización humana del aburrimiento». De cualquier forma, no le agrada sentir miradas incómodas sobre sí.

Ese día, Jimin espabila por primera vez cuando siente la aspereza de una lengua lamiendo con ahínco su mejilla. Al abrir sus ojos, desperezándose al estirar sus brazos, un maullido rellena el agotador silencio que sumerge el comedor.

Frente a él sobre la mesa, un par de hojas de cálculo, sueltas e incompletas, le recuerdan que el día ni siquiera ha comenzado. El reloj apenas marca las tres y media de la mañana y a su costado hay una taza con cereales deshechos por el paso del tiempo bañados por la leche ahora caliente, incluso si el sofocante calor de verano ha menguado con el descanso del sol.

A través de sus auriculares con cable carcomido por esos múltiples enredos, tan comunes y molestos como mosquitos en campo, escucha una canción lenta que Spotify le habrá sugerido en la radio una vez su playlist cesó con Sweet, de Cigarettes After Sex. Recuerda vagamente haber leído la traducción de su letra en Youtube, pero ahora no venía nada más a su mente que su tarea.

Y su gato hambriento, por supuesto.

El minino lo escudriña desde arriba de la encimera de la cocina, a la que se aproxima una vez ha terminado de maldecir entre dientes a su profesor de matemáticas. Ese hombre que constantemente le reprendía por su bajo rendimiento en los últimos meses.

Kira maúlla en un probable agradecimiento cuando llena su plato con alimento y Jimin sonríe, acariciando su pelaje con una delicadeza impropia de él. Las cosas que él podría tratar con pinzas eran contadas con los dedos. Usualmente sus manos eran torpes y toscas, como las de cualquier adolescente inexperto.

Alarga un suspiro como vuelve a rellenar el hueco que su culo ha creado en la incómoda silla con hendiduras en la vinipiel del asiento. Sus manos sostienen el lápiz como alguien que está firmando su sentencia, alargando el tiempo en el que toca el papel y traza una fórmula inconclusa.

Está demasiado frustrado para pensar en cálculo. No ha dormido en los últimos días, desesperado por cumplir las expectativas de su tía y convencerla de que no era un caso perdido. O, por lo menos, no del todo.

Pero aún podía hacer otras cosas, ¿no es así? Como fregar el piso o encargarse de no arruinar la ropa al lavarla y llenarla de molestas pelusas.

«Idiota» Se reprende mentalmente en una mueca.

Arrastra los pies y guarda todo de vuelta en su mochila. El profesor Kim podía joderle a otros con su montón de trabajos que seguramente no revisaría como era su deber. En su lugar, estaría concentrado en cualquier cosa que no fuese su clase. Así era siempre y así hasta el final de los tiempos lo sería.

Su cuello duele y su espalda no está mejor. La posición incómoda que había mantenido por un par de horas marcó sus estragos al subir escalón por escalón en completo sigilo, no queriendo que su tía, con un sueño tan liviano como una pluma, volviese a reprenderle por estar fuera de cama a una hora como esa.

Al entrar en su habitación todo el peso que sentía asfixiándole se disipa. Ahora no hay nadie más que él y su montón de pósters de bandas masculinas que normalmente pasarían por la radio y rellenarían el silencio de regreso a casa. Le gustaría no haberse acostumbrado más a sus voces que a la de su tutora, pero es que así era y no podría cambiarlo ni con las esferas del dragón.

Steps (Kookmin O.S).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora