Introducción

215 16 15
                                    

Él era diferente, sus anécdotas y palabras eran encantadoras. Me volvían cautiva y esclava de su ser.

Él tenía unos encantadores ojos verdes, una sonrisa de ensueño y unas manos suaves y grandes.

Sus ojos. Sus malditos ojos verdes eran la causa de mi perdición total.

Había visto demasiados ojos. Pero nada igual a los de él.

Sus ojos eran como dos corazones. Dos corazones que ocultaban una verdad incontrolable y unos secretos inimaginables. Dos corazones sin encontrar su hogar y comodidad. Sus ojos me envolvían y me perdía en mi misma, ¿Como lo hacía? No lo sé.

Cuando él me miraba, yo miraba a otra parte.
Cuando él miraba a otra parte, yo lo miraba.

Y es que era imposible, ¿Han sentido ese sentimiento de que estas ahí pero al mismo tiempo no lo estás?

Su mirada era fuego y la mía madera. Su mirada me quemaba y me convertía en cenizas.

Su mirada era contradictoria. Él era contradictorio.

Él era un destello en mi cielo. Una luz en mi oscuro deseo.

Y hubo un momento, en el supe que sabía más de él, que de mi misma. ¿No era irónico? Sabía que manejaba un Bugatti y se levantaba a las nueve treinta sin excepción alguna, sabía que le encantaba el café negro con tres cucharadas de azúcar, sabía que siempre que se levantaba cogía un plátano y se lo comía, sabía que sus manos eran tan suaves como la seda y sabía que siempre trataba a las personas con una delicadeza y sutilidad asombrosas.

Dicen que los ojos son la ventana del alma, pero no todos pueden verlo. Por qué no todos observan.

Y sin querer, me enamoré de su mirada. De la forma que tenía de mirar esos ojos verdes.

---
@chislife

¿El cielo? La galaxia en tus ojos » stylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora