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Estoy de pie frente a un lienzo, es el más grande que tengo en estos momentos. Mi mente trabaja, mi imaginación se bloquea.

Blanco

Blanco. Solo blanco, mi mente y el lienzo. Miro al rededor, busco una silla o quizás me siente en suelo. No, una silla. La coloco a unos metros del lienzo. Blanco.

Inhalo. Observo. Exhalo. Repito

Escucho el abrir de la puerta. 

Jodido

Aparece él. Su sonrisa iluminadora, sus ojos en finas líneas. Almedrado, el perfecto color de su íris. 

— Hola, Cariño, ¿Me extrañaste? — pregunta apoyado en la puerta cerrada, con su característico puchero. 

— Siempre — respondo girando mi cabeza, mientras observo tal perfección.

Él

Su eyesmile aparece y todo se olvida. Se acerca con su elegante caminar. ¿Su cabello? , es oro. ¿Sus ojos? , brillo. ¿Sus labios? , único sabor. ¿Él? , mi perdición. 

Lo sabe. Claro que lo sabe. Y lo disfruta

— ¿Blanco? — pregunta observando el maldito lienzo, mientras su cuerpo se dirije a mi. 

Jodido. Estoy Jodido. 

— Mjum... — suspiro. Bloqueado. 

Mi cuerpo sigue ahí. Sentado. Podría ser una planta, pero creo que ellas se mueven más. Y él, ÉL, de pie a mi lado observando el maldito blanco, mientras roza con sus delicados dedos mi brazo y hombro tapado bajo mi camisa. 

Suspira. 

¿Quizás se frustra también?. No, no lo creo. 

Acerca su mano a mi cabello, haciendo unas caricias tan dulces como su miel. Si, él expulsa miel. Un sabor dulcemente único en una persona. 

Me relaja, con su tacto, bajando la tensión de mis hombros. Sus caricias eliminan mis "no" pensamientos. Mi ojos se cierran, solo escucho su respiración, sus pasos y siento su calor. Sus piernas sobre las mías. Esta frente a mi, besa mis ojos, mi frente, todo mi rostro, sin dejar un espacio sin ser tocados por esos esponjosos, suaves y labios carmesí.

Jodido

No, más que Jodido. 

Sigue acariciando mi cabello largo - ama mi cabello - . Baja sus besos, delineando mi mandíbula con estos y de ves en cuando la saborea y delinea con su lengua, sin olvidar mi cuello. 

— Cariño, ¿He dicho que amo tu cabello? — pregunta dibujando una sonrisa, mientras estiró mi cuello hacia atrás con una sonrisa que trato de ocultar, por coincidir con mi pensamiento. — ¿Y te ríes? — Agrega con su dulce sonrisa —Eres un coqueto. Y me encanta. — muerde su labio inferior. 

Estoy debajo del vaivén de sus piernas, hundido en su vaivén de caderas. Escucho su gemir en mi oído. 

Dios.

Rejodido

Mis manos van a su hermosos, exquisitos e inigualables muslos. Que he evitado hacer. Presiono con mis dedos sobre sus malditos y apretados denim negros.

Otro gemido

— Si me quieres escuchar más, sabes lo que tienes que hacer — susurra en mi oído, mientras hace que nuestras erecciones quieran explotar. 

Dios. ¿Existes? 

Abro los ojos, cruzamos miradas, tomo su barbilla con mis dedos pulgar e índice. Espero unos segundo y... 

Partagé. | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora