Te pregunté si sería posible llevarte a la luna y contar las estrellas, mientras tomo tu mano. No dijiste nada y sólo sonreíste. "¿Creerías que estoy loca por decirte que quiero hacerlo?" pensé, pero no pregunté, hay cosas que es mejor dejar así.
Te devolví la sonrisa y miré al cielo. Al querer regresar mis ojos hacia ti, ya no estabas.
Y entonces desperté, lo único que mis ojos veían era el techo, no estabas tu ni estaba en la luna. La luz del sol a penas se iba asomando cuando me levanté. Ojalá pudiera quedarme más tiempo en mi sueño, contigo. No es la primera vez que apareces por estos rumbos entre siestas, sin embargo y me causa conflicto, aún no puedo ver como eres, tu cara, tu voz, sólo conozco tus ojos. La curiosidad me mata al no saber ni tu nombre.
No sé si creas en las almas gemelas, en cómo el destino acomoda las cosas para encontrar a tu persona especial. Incluso me atrevo a pensar que ya nos hemos visto, por el rabillo del ojo, pero somos seres distraídos, imagina cuantas estrellas fugaces nos hemos perdido por no prestar atención, cuantas mariposas se han posado en nosotros sin siquiera notarlo y cuantas flores no hemos recogido por andar en las nubes.
Siento que de alguna manera estamos conectadas todas las personas, una teoría habla de un hilo rojo que nos guía hacia nuestro destino, otra menciona que somos seres partidos a la mitad buscando completarnos. No importa, pero cómo desearía que las estrellas pudieran decirme de ti y encontrarte.
Mi padre siempre me llama la atención cuando lo ayudo en algunas cosas de la granja, dice que me la paso pensando tonterías, yo solo le sonrío y es que hay veces donde siento que no estoy ahí, porque me la paso recordando mis sueños contigo.
En fin.
A veces quisiera poder cambiar mi día a día, desde el inicio de las mañanas, acompaño a mi mamá y ella me enseña a cocinar, lavar, coser y en las tardes vamos al campo para sembrar y cosechar. Pero de vez en cuando, me puedo escapar un rato a disfrutar de algún libro que pueda tomar a escondidas y me voy a mi lugar favorito, donde me recuesto entre flores mientras las mariposas vuelan y el sol brilla con más intensidad. Disfruto mucho leer, cuando lo hago parece que no existo en este tiempo y los problemas entre las páginas siempre tienen solución.
Pero mi parte favorita siempre es la noche, donde salgo en pijamas y subo al techo para ver las estrellas, deseando poder saber más de ellas, me gusta pensar que sus formas y constelaciones cuentan historias.
Las estrellas son las letras del libro que es el cielo, solo que no sabemos leerlas y algo me dice que ni siquiera deberíamos, al universo le gusta guardar secretos y puede que todas las personas que ven a la luna y cuentan sus penas, estas se convierten en aquellas historias que no podemos leer.
"Julieta" La voz de mi madre interrumpe mis pensamientos.
Giro mi cabeza para verla y en su cara hay un gesto fruncido, continúa con la frase: "¿Por qué no te has vestido ya?"
Le sonrío y le digo: "Lo siento, enseguida bajo"
Asiente y sale de mi cuarto.
Miro hacia mi ventana y veo cómo el sol ya está brillando por completo. Decido por fin levantarme y tomar una ducha. Me visto y antes de bajar, cepillo mi cabello para hacerme una trenza.
Al bajar veo a mi padre tomando su café, le digo los buenos días y lo primero que me dice es:
"Ya necesitas encontrar un esposo, ¿qué piensas de Francisco? Se ve buen muchacho"
Lo volteo a ver y suspiro. "No lo conozco lo suficiente" Y pienso para mi, que además... sólo tengo 16 años.
"Hablaré con su padre y les arreglaré para que queden"
No digo nada, solo sirvo mi desayuno, pero antes de poder comer un bocado.
"Julieta, puedes ir por un poco de pan con la señora Díaz, por favor"
Asiento y me da algunas monedas.
Mientras me dirijo a la panadería, el sol acaricia mi cara y frunzo mis cejas, pero cierro mis ojos y puedo sentir como el aire de la mañana pasa y como mi piel va subiendo un poco de temperatura, estaba tan concentrada hasta que alguien me toca el hombro suavemente. Abro mis ojos de golpe y de sorpresa, era el hermano mayor de Francisco, Alfonso.
No digo nada y quiero seguir caminando, pero me detiene de una forma delicada.
"Es de mala educación no saludar, Julieta"
"Ay Alfonso, ni empieces, como si no nos viéramos seguido, además tengo algo de prisa"
Se ríe un poco "Uy, andamos de malas, total, nos veremos incluso más seguido, cuñadita"
Lo miro confundida y niego con la cabeza "No hay nada seguro, ni estoy segura de..." y me interrumpe.
"Di todo lo que quieras, igual ya sabes cómo va a terminar esto" y se va.
En el fondo, sabía que él tenía razón, no importa que no esté segura, al final, no puedo elegir.
Seguí caminando, tratando de no pensar mucho en el futuro que me esperaba. Cuando llegué a la panadería de la señora Díaz, mi nariz percibió el agradable y delicioso aroma a pan, tan cálido como un abrazo. Me pregunto si en tus brazos se sentiría así.
"Buen día, Carmen" Le dije sonriendo. Carmen Díaz era una señora ya mayor, la persona más amable que puedas imaginar. Se podía ver en sus ojos que era un alma vieja terminando su último viaje a la Tierra.
"Buenos días, niña" Me regala una sonrisa y continúa diciendo "¿Qué vas a llevar hoy?"
"Una hogaza de pan, por favor"
"Tienes suerte, acaban de salir del horno" Me dice entregándome el pan en una bolsa de papel.
Le entrego el dinero y salgo mientras la escucho decir "Me saludas a tu mamá"
Caminando de regreso observo a la gente pasar, algunos con prisas, otros se ven tan concentrados en sus pensamientos que parece que ni se fijan por donde caminan, como yo, que acabo de chocar con alguien, si esto fuera un libro, hubiera chocado contigo, reconocería tus ojos y te diría "Te encontré"
--------------------
Gracias por haber llegado hasta acá, pronto subiré la siguiente parte, mientras dime, ¿que te pareció?
-C

ESTÁS LEYENDO
Picnics en la luna.
RomanceImagina soñar cada noche con la luna y el amor de tu vida, sin embargo... no puedes ver su rostro y cada que estás cerca de verlo, despiertas. Esta es la historia de Julieta. Ambientada en México.