15 marzo 2022

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Me levanto entre mocosa legaña fruto de un COVID persistente que ya no está, pero que dejó su huella.
Despacio, me asomo a la ventana y espero ver el sol, pero el cielo es ceniza y un manto rojizo de polvo lo cubre todo.
Preludio de que algo no va bien.
"Tres jefes de Gobierno viajan a Kiev mientras arrecian los bombardeos".
Y claro, no va bien.
Ahora, nos toca esperar. Porque ¿tú que haces para que el tiempo se pare y empecemos de nuevo?
Pero, espera, empezar ¿qué?
"Putin ha pedido a Xi misiles, drones, tanques, medios de transporte y sistemas de espionaje".
Otra mierda del pasado.
–¿Qué pasado?
Uno destinado a explotar.
"Más de tres millones de personas han huido de la guerra en Ucrania, según la ONU".
¿Otra vez quieres que te diga lo que ya te he dicho?
–Qué si, qué es verdad. Qué tienes razón, pero y ¿qué quieres que hagamos?
Si pretendes que dejemos de comer, pues se acabo, para que regalarle más perlas a los cerdos que no nos entienden.
–Y tú, ¿qué tienes que decir?
Azúcar, azúcar, azúcar y un poquito de sal,
porque nada es lo que parece ya te lo dije.
–Y entonces, ¿qué hacemos?, ¿luchamos?
Para qué, si lo malo ya está aquí y ya solo morir se puede.
–¡Mentira! ¿eso quién lo dice?
Lo digo yo y los que saben.
–¡No es verdad!
Claro que sí y hasta Ucrania lo sabe.
A nosotros solo nos queda llorar.
porque aunque no nos han ganado,
vosotros no os atrevéis.
Y otra vez el mundo se pone a los píes del hombre que más grita.
–¡Cobardes todos!
Déjalo amigo. Ya estamos acostumbrados.
Aunque queramos, la Tierra no es plana y
la guerra no la ganan unos pocos.
Pronto, lo que empieza acaba y los ojos se secan.
No te preocupes, amigo.
Aceptamos pulpo como animal de compañía
y ser el sacrificio.
Porque seguro que ya lo sabes, pero en el éter
las heridas ya no duelen.

Ivanna Bru

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