Después de haber pasado un año de mierda, con la persona que más me lastimó, lo conocí a él.
En su bonita cara se le marcaba una sonrisa y en sus ojos veía mi reflejo. Ahí estaba él, admirando cada parte de mi, observando mis pequeños detalles que yo misma no dejaba ver. Y ahí estaba yo, viendo sus largas pestañas que podían atraparme con un parpadeo, viendo su gruesas cejas y deseando siempre ver aquel rostro.
Gilbert me hacía sentir única, de alguna manera que aún no comprendía, me hacía sentir especial y eso era realmente bueno.
Era realmente bueno.