CLOUDS

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Si le preguntan a Rindou, él jamás se consideró una persona particularmente sociable; toda su vida la única persona que necesito y tuvo a su lado fue su hermano mayor con quien hasta el día de hoy seguía compartiendo camino. No le veía el sentido a rodearse de personas con dobles intenciones, falsas o desinteresadas que estuvieran con él solo por su reputación, por miedo, o -la más común- por Ran.

Estaba bien con su vida, teniendo un muy reducido grupo social de buenos amigos y excelentes confidentes, y la compañía eterna de su hermano mayor.

No le interesaba buscar más personas para integrar a su vida, no le molestaba pasar fines de semana solo o no tener muchos amigos; sin embargo, nadie pareció tomarse la molestia de avisarle a Haruchiyo Sanzu que las solicitudes de amistad estaban cerradas.

Sanzu fue un torbellino ruidoso que llegó a poner desorden en su día a día; uniéndose a su grupo social, haciendo desastrosas fiestas adolescentes y molestando a su hermano en cada oportunidad que tuviera.

Sin saber cómo, Haruchiyo se volvió un amigo más en su vida y una pesadilla en sus decisiones. Si algo había aprendido a través del tiempo era a jamás hacerle caso a ningún consejo que proviniera del mismo sujeto que tomaba cereal con droga como desayuno.

Rindou jamás juzgó las acciones del mayor como él jamás juzgó su relación con su hermano; ambos estaban demasiado de acuerdo de que la vida ya era una completa mierda como para interesare en la vida y decisiones de otras almas más pisoteadas que las suyas. Si Haruchiyo quería drogarse tanto como el quería follar con Ran, entonces por ellos estaba bien.

Sin embargo, aunque no tuviera opinión sobre el consumo de sustancias sospechosas por parte de su amigo, si tenía uno que otro comentario que hacer cuando esté le ofrecía de su mercancía; especialmente comentarios mandándolo al carajo.

— Vamos, Rini, te apuesto que te gustará —dijo ese día mientras le daba una bolsa diminuta con tres pastillas dentro—. Ni siquiera te las estoy vendiendo, es un regalo por nuestros años de amistad.

— Ya te dije que no.

— Solo prueba una.

— No quiero, Sanzu, ya deja de joder.

— Te estas perdiendo de mucha diversión, Riny.

— Y tú te estás ganando que vaya con la policía a decirle que me estás ofreciendo dulces. Aún soy menor de edad, ¿recuerdas?

— No te atreverías, pequeño malcriado.

— ¿Lo dudas?

— Bien, tú ganas —levantó ambas manos en señal de paz—, pero al menos llévatelas por si cambias de opinión más tarde; te juro que es lo menos fuerte que conseguí.

— Sanzu, ya te dije que-

— Si, si, lo que digas; solo llévatela y si no las quieres tíralas por ahí ¿si?

— ¿Que planeas con todo esto?

— ¡Absolutamente nada! Confía en mi, solo es un obsequio por nuestra amistad.

— Pues tus obsequios son raros... igual que tú.

— ¿Lo dice el loco que le gusta escuchar huesos romperse?

— Aún puedo ir a la policía ¿sabes?

— Desquiciado —chasqueó la lengua—. Disfruta de tu excusa de niño inocente y perdido, Rini, porque el siguiente año, cuando cumplas dieciocho, se ira a la mierda.

— Entonces tendré que divertirme mientras puedo. Ser adulto no suena divertido.

— Prueba mi regalo y descubre la verdadera diversión.

CLOUDS [HAITANICEST]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora