Piano

430 21 0
                                    

Ángeles Carrara tenia dieciséis años cuando sus padres la enviaron a aquel campamento de verano en Sevilla. Estaba entusiasmada, pero a la vez nerviosa. No conocía a nadie.
Había llegado hacia apenas unas horas. Después de diez horas de viaje y dos de desempaque, se sentía tan cansada que apenas podía mantenerse en pie. Caminaba sin rumbo y entró en la sala de música. Vio el piano y camino hacia el. Saco varias partituras de la banca y las puso sobre el piano frente a ella. Cuando comenzó a tocar todo a su alrededor desapareció por completo.
Estaba tan compenetrada en un Nocturno de Chopin que no se dio cuenta de que era observada. Varios chicos y maestros oyeron al piano cobrar vida por si solo, mientras que su pianista hacia un corto viaje dentro de su mente.
Era hermoso. Tocaba igual que un ángel. Sus manos acariciaban las teclas con suavidad y rapidez. Sus ojos estaban cerrados y sus oídos la guiaban a través de la partitura.
Cuando abrió los ojos sintió un estallido de aplausos. Giro la cabeza, hecha un manojo de nervios, y descubrió lo impensable. Adultos y chicos la miraban con expresión perpleja, y algunos tenían lágrimas en los ojos.

Verano Del 98Donde viven las historias. Descúbrelo ahora