5. La psicóloga

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M E R E D I T H G R E Y

Tres golpes en la puerta la sacaron de su ensimismamiento, el cielo nublado parecía interesante ese día. Meredith vivía en un trance constante dónde su vida se resumía últimamente en consumir drogas, que patética era.

Los golpes en la puerta le hicieron soltar un bufido, se amarró el cabello para no verse como una indigente en su propia casa y fue a ver quién era la persona que jodia su existencia cuando lo único que deseaba era seguir viendo el interesante cielo grisáceo.

— Meredith Grey

La rubia frunció el entrecejo al escuchar su nombre de aquella desconocida, la mujer surco una sonrisa engreída y extendió su mano.

— Cristina Yang — mencionó entrando a mi casa como si fuera dueña y señora — Vengo para quitarte el demonio de las drogas — se burló buscando con sus ojos la nevera para ir a ella y sacar una lata de cerveza.

— Vete de mi casa

Fue lo único que salió de los labios de la rubia, la mujer de rasgos asiáticos le dió una mirada cargada de sarcasmo y siguió inspeccionando cada movimiento que emitía Meredith.

— ¿Qué sucede? ¿Te pongo nerviosa? — aquella voz egocéntrica dejó desconcertada a la rubia ¿quién rayos se creía?. Caminó hasta la mujer y la tomó del brazo preparada para sacarla a patadas — Que imbécil resultó, Meredith Grey.

— No voy a dejar que una psicóloga de cuarta esté en mi casa.

— Psicóloga con honores, ignorante — golpeó el brazo de Meredith y está gruñó.

— Tienes cierto aura a lunática — Cristina elevó ambas cejas y sin dudarlo un instante cargó a la rubia en su hombro para llevarla al jardín — ¡Estás loca! — Meredith golpeaba la espalda de la psicóloga mientras está soltaba risas burlescas — ¡Bájame, enferma! -

— Pero si la única enferma eres tú, terroncito de azúcar.

La asiática usó aquel peculiar tono burlesco y de lleno jaló el cabello de la rubia recibiendo un quejido más un intento de golpe que fácilmente la psicóloga esquivó.

— Suerte para la próxima, novata. — Cristina no era una mujer normal, extrañamente su forma de ser ayudaba a las personas. No quería ser esa psicóloga que decía "todo estará bien", "mantente en calma", "distrae tu mente". Cristiana Yang era la distracción y su ruda forma de ser era escencial si quería salvar de las drogas a Meredith — Ahora que nos encontramos en paz ¿Cuál es tu canción favorita?

— Vete al carajo — farfullo la rubia cruzando sus brazos.

— Nunca he oído esa canción — dijo con ironía. Sacó una pequeña carpeta color azul y anotó con rapidez — Volveré a repetir, Meredith. ¿Cuál es tu canción favorita? —

La chica frunció sus labios agrietados sintiendo la piel reseca de estos, con sus dientes tiró de ella reconociendo al instante el sabor metálico de la sangre.

— Antes mi canción favorita era Immortals; me hacía sentir tan vida, brillante, audaz y con el tiempo eso solo se esfumó — Meredith sintió que habló de más al verse reflejada en el iris oscuro de su psicóloga — Ahora mi canción favorita es Bad Liar.

— ¡Vaya! — exclamó sin una pizca de expresión — Acabas de ir de un extremo al otro —

— No ha sido mi mejor año — me encogí de hombros desinteresada — Lo tomaré como un bache.

— Recaer en las drogas no es un bache, idiota. Gente muere, se suicida, hace estupideces de las cuales se arrepiente...—

— Ya entendí. No quise que se vea como algo diminuto — aclaré sintiéndome patética.

shattered world (meddison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora