Colores

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Dahyun entra a la estación de trenes, luego de un día complicado en la universidad.

Realmente es muy difícil para ella no odiar a sus profesores y lo poco competentes que son, y sin mencionar a sus compañeros que podría describirlos con los mismos términos o peores. Se siente agotada, aunque solo estuvo sentada en las clases durante unas 3 horas (la verdad, siendo suficiente para sentirse tan exhausta).

Pasa su tarjeta por el lector electrónico del torniquete rápidamente, tan acostumbrada a hacer lo mismo todos los días. Sorpresa y desconcierto se lleva cuando el sistema de pago le niega el paso, le extraña, ella había recargado su tarjeta hace no pocos días.

Con un suspiro molesto se dirige a las máquinas de recarga mientras ve que trae la tarjeta equivocada.

Chasquea su lengua en fastidio. Al parecer tomó la tarjeta equivocada cuando se iba a paso rápido de su apartamento. Ella paga por la tarjeta de su compañera de cuarto Sana, un poco molesta de que tenga que hacer esto por milésima vez (porque realmente no es su culpa, es Sana quién se lleva las pertenencias equivocadas siempre, siendo la primera en irse del apartamento).

Se apresura a llegar hacia su tren cuando lo ve de lejos, estacionándose, desea al menos obtener un asiento. Cuando llega (justo a tiempo antes de que cerraran las puertas), todo está abarrotado, así que no le queda de otra que hacerse a un lado de los asientos, frente a la compuerta que no se abren, el otro lado del tren, y se sostiene de la barandilla más cercana cuando el tren comienza a acelerar.

Buscando entretenimiento, ella saca del bolsillo su teléfono y lo abre buscando entre las aplicaciones su reproductor de música, deseando escuchar algo relajante durante el viaje largo. Saca sus auriculares de su maleta y reproduce su playlist favorita. Una sonrisa se asoma cuando escucha una de sus canciones favoritas. Siente un poco de paz antes de llegar a casa.

El tren acelera para subir la colina y salir del subterráneo. Dahyun puede divisar el paisaje urbano de la ciudad. Pero no hay tantas diferencias de lo que ve, solo encontrándose con las familiares tonalidades de blanco, gris y negro. Ella no ve nada más que eso. Un mundo apagado a sus ojos.

Y sin embargo, ella nunca desea ver más que eso.

No cuando se le sería arrebatado todo lo que ha conseguido, justo en el momento en el que vea los colores.

Ella puede soportar esto. Se convence así misma de que ella puede vivir así. Vivir en tonalidades tristes, grises. Por qué a pesar de todo, se siente feliz así.

Y sí, lo sabe muy bien. Que en el momento en que encuentre a su alma gemela, podrá ser mil millones de veces más feliz de lo que es ahora. Sólo que ella no quiere eso, quiere vivir con su propio presente, con el que ama tanto, aunque eso le cueste no ver las maravillas del mundo a color.

Ella le da una sonrisa esperanzadora a su mundo. Ella puede arreglar esto, ella luchará por su propia felicidad. No necesita que el universo le otorgue nada. Ella amará y está segura de que será amada.

Sin embargo, muy, muy en el fondo sabe que simplemente se está engañando a sí misma.

El chirrido que produce el tren al frenar la saca de sus pensamientos. No había notado que regresó nuevamente bajo tierra y que esta sería la última estación antes de llegar a casa. Cuando las compuertas atrás suyo se abren, espera que los asientos a su lado se desocupen y tenga la oportunidad de sentarse.

Mira hacia adelante una vez más (aún vigilante con su vista periférica en las personas sentadas que decidan salir y dejar sus puestos), y se entretiene dándole un vistazo a las personas que esperan el tren al otro lado de los rieles.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2023 ⏰

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