Emma
No pasa mucho, pero a veces tengo ideas geniales.
Esta mañana he ido a hablar con el director Higgins para ver si nos dejaría al innombrable y a mí usar la biblioteca tras las clases. ¡Y me ha dado permiso! Es más, le he dejado caer que sería buena idea que diera acceso a la biblioteca a todos los alumnos de último año al acabar las clases. Estoy segura de que muchos de mis compañeros tienen dificultades para estudiar y concentrarse en casa.
Sería una ventaja para todos ellos. Graduarse es una cosa muy seria.
Higgins me ha dicho que lo pensará y luego me ha mirado raro. Seguro que lo tengo en el bote. Tengo ganas de cantar y bailar, pero me contengo. No tendré que estar con el innombrable en mi habitación ni una sola vez más, tampoco ir a su casa ni nada parecido. Y nada de viajes en moto. Si todo eso se acompaña de mucha compañía alrededor, sería además un triunfo completo.
Siempre he querido decir: ¡me siento exultante! Es una especie de privilegio destinado solo a personajes literarios o protagonistas de películas de Hallmark.
Pues bien, así me siento: ¡exultante!
Y aquí estoy, con la biblioteca para mí sola... me desborda la alegría. Tengo que centrarme y aprovechar el tiempo antes de que llegue el innombrable.
Hablando del innombrable: le he dejado un mensaje en el móvil y he comprobado que lo ha leído, aunque no haya contestado imagino que vendrá. Por la cuenta que le trae.
La tarde termina cundiéndome una barbaridad, estar sola y en completo silencio en la biblioteca ayuda bastante. Termino dos trabajos de literatura comparada que tenía pendientes para subir nota y completar mi expediente y leo el tiempo restante.
Miro el reloj un segundo. Las cinco y veinticinco. Es casi la hora de empezar las clases de apoyo. La señora Pratt, la bibliotecaria, acaba de salir a tomar café. O eso dice, yo creo que ha ido al baño porque hay una máquina de café detrás de su escritorio.
El innombrable tiene que estar a punto de llegar, el club de ajedrez termina alrededor de las cinco y media. Me levanto impaciente hacia el pasillo de lengua, hemos avanzado bastante con francés, pero lengua me preocupa mucho. Deberíamos poder aprovechar hasta las siete.
Estoy frente a los libros de ejercicios pensando cómo mejorar su gramática de una manera más rápida cuando entra por la puerta despeinado, y guapísimo. De primeras no lo veo, el pasillo de lengua está en un ángulo desde el cual no se ve la puerta de entrada, pero puedo verlo cuando se acerca a la mesa que he escogido para estudiar.
Lo veo dar vueltas en redondo hasta que da conmigo.
Nuestras miradas se cruzan. Parece enfadado, frustrado quizás.
Y lo admito, he dicho guapísimo, la carne es débil.
—¿En serio?
—Aamm ¿qué?
—¿Tenemos esto para nosotros solos? —pregunta acercándose a mí.
—¿Sí?
Me mira raro, como si fuera a zampárseme de dos bocados, no lo entiendo.
—Pronto vendrá a estudiar el resto del curso, el director Higgins...
—¿Con pronto te refieres a hoy? —me interrumpe.
Frunzo el ceño, estoy confusa.
—Aamm, no. Hoy no.
—¿Y la señora Pratt va a quedarse?
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Los chicos malos también se enamoran
Romance«Me llamo Emma Miller y acaba de ocurrirme algo horrible. ¿Qué harías tú si el director del instituto te endosa a tu peor pesadilla en forma de chico malo y guapo a rabiar para que hagas de él un estudiante modelo? ¿Y si te digo además que hace unos...