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El bar estaba lleno pero para su suerte no había rastro de Diluc, el que una vez fue su familia.
Sin Diluc a la vista podía beber y hacer todo lo que quisiera. Aunque decía odiarle, en el fondo aún guardaba ese instinto de protección. Mentiría si dijese que el tampoco lo siente por el pelirrojo.

Pero un cabello especialmente claro atrajo su atención. Albedo.
Podía reconocer al alquimista de los caballeros a kilómetros. Por lo que veía, no estaba en la taberna para beber, si no para preguntar si debía seguir un proyecto.
Tampoco esperó ver a una Jean totalmente borracha, tirada sobre la barra, riéndose y diciéndole a Albedo que se olvide de la tarea y que descanse. Solo Albedo podría ir a la taberna a altas horas de la madrugada a hacer semejantes preguntas sin vergüenza.

El pequeño hombre asintió y se retiró. Kaeya aprovechó para seguirle sin que se diese cuenta. Espero a que tuviesen una distancia considerable para empezar a caminar tras de él.
Debía estar muy absorto en sus pensamientos porque no se dió cuenta de que Kaeya lo estaba siguiendo cada vez más de cerca y de forma obvia, sin esconderse tras ningún arbusto.
El de tez pálida suspiró al llegar a lo que presumiblemente era su hogar.
Una de las casitas de Mondstad cerca de los caballeros, la que una vez fue la casa de Alice, madre de Klee.

Abrió la puerta y repentinamente corrió al cuarto de baño. Quizás llevaba rato aguantando, pero Kaeya no iba a desperdiciar la oportunidad. Se coló dentro de la casa, dejando la puerta abierta tras de sí para no levantar sospechas. Subió al piso de arriba y buscó en las tres habitaciones un lugar donde esconderse.
Bajó las escaleras para buscar en la cocina pero oyó la cadena ser jalada, así que corrió al salón para esconderse en un armario viejo y desgastado. No era cómodo pero podía ver y oír.

Albedo se estiró y se dirigió a la cocina. Al rato lo vio salir comiendo algo de un bol que no alcanzaba a ver.

Eructo sin timidez y fue a la cocina a lavar el plato.

Kaeya estuvo apunto de reírse. Le resultaba intrigante como las personas cambiaban al estar solas...o creer que están solas.

Igual, su plan no era comprobar que tan humano era Albedo.

Espero paciente mientras veía al alquimista hacer cosas varias, ninguna demasiado importante o extraordinaria, coser un pantalón, peinarse sin el recogido dibujar en un cuaderno, tirarse en el sofá como si estuviese aburrido y por fin lo que llevaba esperando desde hacía una hora...un bostezo.

Se frotó los ojos y se dirigió a las escaleras, apagando antes todas las luces del comedor y la cocina.
Esperó hasta que oyó una de las puertas de la planta de arriba abrirse y acto seguido se apagó la luz.

Kaeya subió por las escaleras con cuidado y se paró en el marco.
Observó por un rato la piel tersa y pálida de Albedo, iluminada por la luz de la luna que traspasaba por el ventanal.
Su ojo libre escaneó su cuerpo poco tapado, no hacía frío, aunque si lo hiciese tampoco le iba a molestar a Albedo.
Su visión geo descansaba en la mesita de noche junto a un vaso de agua.

Una presión comenzó a molestar en sus apretados pantalones. Tenía una ereccion bastante dolorosa. Llevaba desde que conoció a Albedo aguantando las ganas de tener sexo con él.
Quería agarrarlo del cuello y penetrarle por horas sin descanso hasta que gritase que parase.

Pero por momentos sintió algo de piedad por la figura dormitante. Dormía como un bebé, tan tranquilo...se veía cansado, posiblemente fue un día duro, más si fue a hablar con Jean a tales horas a semejante sitio.

"No sabes cuidarte... algún día te va a dar algo de tanto trabajar..." Susurró Kaeya, colocando unos mechones tras su oreja.
Trazó la forma de sus labios y bajó la mano a su pecho.
Albedo gruñó, sintiéndose incómodo incluso cuando estaba tan dormido.

"Tan reservado...tan delicado...tan prohibido..."

Con cuidado empezó a retirar las sábanas pero paró en seco cuando una mano delicada con las uñas largas se aferró a la manta, impidiendo que la retirase, gruñendo nuevamente.

"K...Klee...vete a tu...tu...cuar...to..." Albedo se giró al otro lado, agarrando la manta.

Kaeya casi dejó de respirar. Albedo ya estaba casi despierto, una vez más y se despertaría del todo. Debía usar la fuerza incluso si eso despertaba a Albedo...

Miró a la mesita de noche y agarró la visión y la colocó en un cajón. Si iba a forcejear al menos no tendría la ayuda elemental que Kaeya sí tenía.

Respiró profundamente y agarró la sábana una vez más

"Klee..."

Dió un fuerte tirón y casi tiró al rubio de la cama, dejándolo sobresaltado y boca abajo. Se apoyó en sus codos y se empezó a levantar
"¿Qué te pasa Klee-?" Dijo tan estoico como siempre, hasta que observó bien la figura tras él, que no tardó ni un segundo en subirse encima y apretarlo contra la cama mientras seguía bocaabajo. Usó su visión cryo para congelarle las manos y que no pudiese tocarle.

Se colocó de rodillas tras él y bajó sus pantalones sin piedad.

"¿¡K-kaeya!?"Su voz seguía siendo estoica para suerte del moreno, que no soportaría oir al alquimista llorar y gritar por piedad.
"¡Cállate!"Comenzó a penetrarle sin piedad ni preparación, haciendo que Albedo agarrase aire mientras lágrimas rodaban por sus ojos.
"P...para..."Kaeya empezó el vaivén, sonidos obscenos llenaron la habitación."Por favor...para...Klee..."
"¿¡A quién carajos le importa Klee!? Ella está con Lisa en el cuartel, durmiendo. Ahora cállate la boca y siénteme. ¿Lo puedes sentir? ¿Como mi miembro te desgarra hasta lo más profundo? ¿No quieres que pare cierto?"
"..."Albedo giró la cabeza en busca de su visión pero no la encontró por ningún lado
"Si crees que te puedes defender de mí, estás muy equivocado"Siguió penetrandole y bajó su cabeza para lamer sus pezones a la vez.
Albedo estaba algo sonrojado pero no sabía si era por el esfuerzo o por la vergüenza. Tenía un dolor muy desagradable en toda su parte trasera, un ardor insoportable. Estaba seguro que eso iba a pasar factura después.

Kaeya siguió embistiendo. Albedo se había vuelto sumiso, ya no oponía resistencia ni hacía comentarios.
Kaeya siguió violandole, propiciando nalgadas de vez en cuando.

Finalmente se corrió adentro de Albedo, cosa que iba en contra de una leve petición que hizo susurrando antes pero al portador de cryo eso le daba igual, Albedo se acordaría de él más tarde.
Saco su miembro enrojecido y medio flácido y observó el ano de Albedo.
Pequeños hilos de sangre caían y estaba dilatado de forma desagradable.
El rubio no respondía, asumió que se durmió.
Agarró papel higiénico del baño y ropa interior nueva.
Limpió su ano y su miembro a pesar de que no soltó ni un poco de preseminal.
Le subió los boxer nuevos y colocó algo de papel en la parte trasera por si sangraba más. Puede que lo haya violado pero aún es un caballero, después de todos...

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⏰ Última actualización: Apr 09, 2022 ⏰

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