Jeon Jungkook ha pasado toda su vida anhelando encontrar su lugar en el mundo, construyendo una personalidad magnética que atrae a todos a su alrededor. Sin embargo, todo lo que creía conocer se ve desafiado cuando se encuentra con Kim Taehyung, cuy...
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Todo el trayecto de regreso a casa, Taehyung estuvo inmerso en sus pensamientos. Su mente divagaba en una maraña de imágenes y emociones, lo que le hizo perder noción del tiempo y del espacio. No se dio cuenta de que había llegado hasta que estuvo cruzando el umbral de la entrada. Dejó escapar un largo suspiro, sintiendo el peso del agotamiento aplastarlo como una carga invisible. Lo único que deseaba era dejarse caer en la comodidad de su cama y desconectar del mundo.
Sin pensarlo dos veces, se dirigió directamente hacia las escaleras que llevaban a la planta alta, donde se encontraba su habitación. Sin embargo, antes de dar siquiera un par de pasos, un par de brazos se enredaron a su alrededor con efusividad, deteniéndolo en seco. La fuerza y la repentina calidez del gesto lo tensaron al instante.
—¡Taehyungie, volviste! —gritó una voz alegre y familiar.
El menor endureció la expresión, incómodo y molesto.
—Suéltame, Jisoo —pidió con frialdad, sin molestarse en ocultar su incomodidad mientras intentaba zafarse del abrazo.
La joven, con una sonrisa despreocupada y evidente cariño en su voz, ignoró la tensión palpable.
—Oh, vamos, hermanito. Solo estoy feliz de verte.
Pero Taehyung no estaba dispuesto a jugar con sutilezas. Sus palabras salieron tan cortantes como una navaja.
—No quiero tu hipocresía, hermana —espetó con hostilidad, haciendo que el agarre de la chica se desvaneciera de inmediato y el retomara su camino.
—¿Por qué eres así, Tae? ¿Qué más quieres que haga? Te juro que lo estoy intentando —preguntó Jisoo con un tono cargado de tristeza, su voz quebrándose ligeramente mientras pequeñas lágrimas se acumulaban en la comisura de sus ojos.
Taehyung se detuvo solo por un instante, pero no giró para mirarla. Su postura rígida y el peso de sus palabras reflejaban una frialdad impenetrable.
—No hagas nada. Nada cambiará —respondió con voz grave y sin emoción, antes de retomar su camino hacia la habitación, no deseando hablar con ella.
Jisoo, aún de pie, se mordió el labio inferior con nerviosismo. Tragó con fuerza, como si buscara el valor para continuar.
—Y-ya pasaron dos años, Tae... —murmuró al fin, su tono vacilante y cargado de cautela—. Nam no...
El mundo pareció detenerse por un segundo, y luego estallar.
—¡Cállate! —gritó Taehyung con furia descontrolada, girando sobre sus talones para encararla. Su voz resonó en las paredes como un golpe seco, y Jisoo dio un ligero brinco, asustada por la intensidad de su reacción. Sus ojos, se encontraron con los de su hermano, que ahora ardían con una mezcla de dolor y enojo—. No te atrevas a hablar de él como si nada. No quiero escuchar su nombre salir de tu boca. Nunca más.
