Capítulo I

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El mismo sueño, la misma sonrisa, la misma voz llamándolo de lejos y aquellas perlas brillantes (de las cuales nunca distinguía color exacto) que lo miraban desde lejos.

Así despertó Jaime: agitado, con una pierna encima de un cuerpo ajeno, una mano atrapada bajo unos brazos delgados y la otra sujetando el celular para apagar la alarma que sonaba por toda la habitación. Cerró los ojos por unos segundos y se movió hasta quedar de costado. Observó, con una pequeña sonrisa, cada detalle de quién le acompañaba, no pudiendo evitar el dar un beso en la rosada mejilla. Sus manos, que antes estaban inertes, se cerraron en torno a la estrecha cintura y sus labios capturaron los labios que se abrían para formular una pequeña queja.

Jaime disfrutaba los besos en la mañana, más que cualquier otros en el día, porque tenían ese pequeño gusto a inocencia combinada con energía que tanto le gustaba de esa persona. Sintió la calidez de su piel contra la otra, justo en el momento en que su pareja despertaba para unirse al juego de besos. Jaime amaba cómo Manuel encajaba en sus brazos (más bien en su rutina y gustos los cuales jamás compartió hasta que le conoció).

Una pequeña mordida en su labio le bastó para sentir la intención detrás de aquella mirada que le recorría. Rieron como niños, escondiéndose más bajo las mantas, dándole continuación a lo que habían dejado pendiente en la noche.

Café por la mañana, unas galletas y algo de pan. Manuel, después de una serie de juegos y varias palabras atoradas o dichas a medias, víctima de los besos, le había sonreído y cerrado la puerta para ir a su trabajo. Jaime se sentó inquieto dispuesto a terminar su desayuno mientras su mirada se dirigía hasta la mesa donde estaban aquellos folletos de un curso que tomaría ese mismo día sobre diseño y confección de muñecas Dollfies. Se había cuestionado el hecho de tomar aquel curso, hasta que su pareja le convenció que lo que mejor podía hacer por su abuela (la cual seguía viva y visitaba con frecuencia) era dedicarse un tiempo a confeccionar aquellas muñecas que tanto amaba. Era por eso, y solo eso, que habían remodelado un pequeño taller que se encontraba en casa de ella, para que fuera también partícipe de aquella idea que había nacido.

"Más planeado no puede estar este curso..." Vio la sala en donde habían instalados 5 espacios con todo lo que se necesitaba y retrocedió dos pasos. Nervioso, con sus credencial en mano, ni si quiera había tenido tiempo de pensar en qué clase de personas vendrían a cursos como estos. ¿Qué haría si necesitaba preguntar cosas? Era muy tímido a pesar de que poseía una personalidad fuerte. Dio otro paso hacia atrás y, esta vez, quedó a medio camino. Había chocado con alguien que lo sujetó de los hombros dando la advertencia.

-¡Cuidado! -Escuchó por encima cuando se giraba a mirar a la persona que no le soltó hasta tenerlo en frente-. ¿Nos conocemos? -Chasqueó la lengua con preocupación y sus manos se movieron nerviosas por su cabello mientras era observado atento por Jaime.

-Sí... -Masculló luego de un silencio incómodo-. Te cambiaste hace poco al departamento que está frente al mío. -Sonrió a medias algo más calmado de no saberse tan solo en un lugar donde, posiblemente, habrían más mujeres que hombres.

-¡Cierto! -Reconociendo, a Jaime, como la primera persona que vio desde que había salido de su casa dispuesto a buscar la tan ansiada independencia. Se acordó, entonces, de la otra persona que salió a abrir la puerta, del chico que lo miraba, a quién también saludó-. ¿Vienes solo?

-Ah, si te refieres al Yelo... él está trabajando -Se apresuró en contestar, bajando la mirada unos leves segundos antes de cruzarse de brazos-. ¿Cómo te llamas tú?

-Edgar -Movió la mano, de un lado a otro en modo de saludo y su sonrisa se amplió al ver la actitud del otro. Era difícil relacionarse en un lugar como ese; todo era de primera clase y se notaba que no cualquier persona iría a tomar un curso como ese. ¿Sería una casualidad ver a ese chico que fruncía el ceño a la par del agrandamiento de su sonrisa?-. Tú te llamas Jaime, ¿cierto? Me acuerdo del Yelo saludándote ese día -continuó hablando-, no tiene que ser tan formal compañerito. A lo mejor seremos los únicos machos por acá. -Rió moviendo las cejas de arriba hacia abajo en un gesto que le arrancó al otro una carcajada.

-Sí, Jaime -omitió el hecho de que Edgar hubiera dicho el nombre de su pareja con tanta informalidad. No es que fuera un hombre celoso (aunque haciendo comparaciones el otro chico era más alto, fornido, de cabello un poco largo y ondulado, casi rubio y con una voz que claramente no acompañaba su apariencia), Manuel era libre de decidir cuándo se iba o no de su lado. La relación de ambos, más que ser romántica, era práctica. Un par de amigos que tenían en el otro algo que todavía no podían conseguir en los demás. ¿Qué sacaba con pensar cosas cómo esa? ¿Planeabas decírselas acaso? "No se ve como si fuera gay este compadre." Formó un rictus con sus labios y suspiró-. Ya, perdona. Son los nervios no más -se encogió de hombros y prosiguió: -. No pensé que te gustara esto también como que... Sin ofender, no pareces de esos tipos que juegan con muñecas. -Rieron los dos al mismo tiempo con la broma, llamando la atención de las dos mujeres mayores que habían llegado hace poco, seguramente, al mismo curso de los dos.

-No pue' compañeritions -Se acercó un poco más al otro para tener un poco más de privacidad-. Para qué estamos con cosas, es el menos indicado para decirme eso. -Rieron ambos de nuevo antes de mirar a una mujer de unos cuarenta años acercándose a ellos.

Ambos se acomodaron en sus respectivos puestos y, aquella mujer (de la cual ahora sabía que se llamaba Denisse) daba una charla sobre lo que se haría y confeccionaría en ese curso. Una larga introducción que estaba lejos de interesarle a Jaime ya que mucho de la historia de las conocidas "Dollfies" le era familiar por su abuela. Así que miraba detenidamente los modelos de muñecas que estaban encima de su mesa. Eran dos cuerpos masculinos que no tenían ojos, diseño en los labios o cabello. Simplemente eran unos diminutos maniquís. Sonrió y miró a su lado, Edgar tenía en su poder, al igual que él, dos muñecos y una expresión de concentración que le causó gracia. Había olvidado preguntarle por qué hacía el curso entre varias cosas que anotó mentalmente para preguntar a la salida ya que el curso duraba casi todo el día.

"Menos mal es una vez a la semana..." Bostezó y estiró sus dedos en un intento de despejar su mente y colocar atención a las instrucciones que daba la guía.

-Bien, esto no es llegar, maquillar, arreglar y vestir. Es un arte y, como tal, debemos familiarizarnos con este. Tienen dos modelos de muñecas. A algunos les habrá tocado ambas de un sexo y solo a uno le tocó una pareja mixta. Quiero que los observen e imaginen en sus mentes cómo es que le pondrían a cada uno de sus modelos.

Jaime se quedó pensando por unos segundos los posibles nombres. "Elmo y Alfredo." Soltó una pequeña risa y cruzó las piernas bajo el mesón. A la mente llegaron los sueños que había tenido desde hace un tiempo y suspiró. "Nicolás..." Pasó una mano sobre su cara y rascó una de sus orejas despreocupadamente. Quería que ambos se llamaran Nicolás. ¿Tenían que ser nombres diferentes precisamente? Chasqueó la lengua visiblemente molesto.

-¿Qué sucede? -Habló Edgar mirando hacia su compañero luego de haber escuchado hasta un quejido.

-Edgar... -Le llamó como si este no estuviera ya con su atención puesta en él-. ¿Cómo le dicen a los Nicolás, aparte de Nico, obviamente? -Formuló su pregunta tomando ambos maniquís en sus manos mientras esperaba una respuesta.

-Nico... -Trató de enumerar en voz alta pensando detenidamente en la pregunta por unos segundos más-. Nico... ¿Colas? -Recibió una mirada de advertencia y obviedad que lo hizo morderse la lengua del miedo. Jaime definitivamente entra en el concepto de chicos que matan con su mirada (y no lo pensaba literalmente hablando) -. ¿Naiko? -Miró esperanzado a su compañero, no quedándose tranquilo hasta que le vio sonreír-. No se me ocurre otra weá. -Tapó su boca de inmediato y miró hacia los lugares donde estaban las señoras. Al ver que no lo escucharon suspiró aliviado.

-Puta que es weón mi compañero... -Se acercó a Edgar solamente para decir eso y burlarse de su cara de pánico absoluto. Cuando escuchó una risa a modo de respuesta volvió a concentrar su vista en los muñecos. "Y acá, señores y señoras... aunque es algo más como ¿señoras y Edgar? Tenemos a Nico y Naiko, ¡Las futuras creaciones del gran Jaime Navarro!" Satisfecho con su presentación mental terminada. Anotó en las cabezas pequeñas, de cada uno, sus nombres tal y como lo había pedido la guía.

Había olvidado darle las gracias a su compañero por la ayuda pero en el momento en que iba a dar la vuelta para hacerlo, un escalofrío recorrió toda su espalda. Dejó las palabras atoradas en la garganta y, por inercia, miró los pequeños muñecos. ¿Por qué tenía la rara sensación de que algo cambiaría?

Your Dollfie [Jainico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora