Había sido una semana... no diría que incómoda pero extraña entre nosotros después de estar siempre felices y explorando nuestra relación de una manera diferente. No pude decirle lo que quería decirle, ni siquiera tuvimos la oportunidad de platicar los siguientes 5 días en los que estuvimos juntos haciendo las fotos de las portadas de los libros por todo el caos que había alrededor de nosotros y que nos arrastraba con ello. Alejandra nos traía a todo el equipo de un lado al otro, de ubicación a ubicación, de lugar a lugar. Primero en una junta para tener los conceptos de las portadas finales, luego quería hablar con las y los modelos para que supieran qué hacer de acuerdo con cómo yo esperaba que salieran las portadas, inclusive para que se metieran en su papel. Cuando yo tenía un rato libre después de hablar con los de diseño, Rebecca estaba ocupada tomando fotos o viendo los contrastes de los fondos y los atuendos. Cuando Rebecca estaba libre, yo estaba ocupado con algún equipo. Era como si Alejandra tuviera el trabajo de manteneros separados y se esmeraba por cumplirlo al punto de que solo la veía de reojo en el edifico.
Y por un momento pensé que era el destino tenía algo que ver con esto también tratando de decirnos que no deberíamos de estar juntos o que lo que sentíamos porque se podría arruinar todo y por un momento lo creí, lo creí y el miedo en mí se intensificó al punto que pasaba por varios estados de ánimo en cuestión de segundos que llegaban a preocuparme porque era algo que nunca me había pasado con esta intensidad que llegaba a no reconocerme.
Primero podía estar aburrido sin nada en la cabeza después de que me hubieran llenado de preguntas, podía estar sentado esperando a que Alejandra terminara de regañar a todos para luego pedirme mi opinión en cómo se ve una foto o si estaba de acuerdo con el resultado final. Después entre que pensaba en qué iba a hacer al salir de aquí, todo me llevaba a Rebeca, a pensar en ella y en llevarla a casa para cenar juntos y después ir a la cama por estar tan cansados que no podemos ni siquiera hablar de nuestro día porque acabábamos de pasarlo juntos y no había nada nuevo así que solo nos quedábamos en silencio hasta que uno de los dos se dormía primero.
Cuando pensaba en casa y en una cama no lo veía por separado o si tuviéramos que tomar caminos distintos al llegar al edificio. Para mí se estaba haciendo costumbre llegar directamente a mí departamento que en algún momento en medio de una conversación se me salió y le dije "nuestro departamento" y ella no me había corregido, solo había asentido sonriendo. Que el llegar y quedarnos dormidos en el sofá escuchando música despertando al día siguiente y que lo primero que me preguntara era qué íbamos a desayunar como si el dormir juntos no era nuevo o extraño se había convertido en mi forma favorita de despertar.
Ahí comenzaba mí miedo, la sonrisa desaparecía lentamente y mi corazón en vez de latir con fuerza ahora dolía mientras el nudo en mí garganta se hacía más grande provocando que las dudas y el miedo me consumiera al momento de pensar en que todo entre nosotros se podría arruinar con tan solo un par de palabras. Quizá estaba mal, quizá la mejor opción era mantener las dos cosas por separado y el que ella en algún momento me contestara que no ve las cosas como yo, que ni siquiera se siente como yo, me iba a doler y no quería pasar de nuevo por ahí después de haberlo evitado por años. Negaba múltiples veces el sentimiento y el querer arriesgarme de repente se convertía en una agonía de desesperación hacia no saber qué hacer con todo lo que estaba pasando por mí cabeza y el dolor de mí corazón o el cómo se revolvía mí estómago. Para el final de la travesía de emociones intentaba de calmarme, volvía a pensar en Rebecca y me tranquilizaba y eso empeoraba todo aún más porque si ella era la persona que me causaba incertidumbre, pero al mismo tempo la que me causaba paz esto se estaba convirtiendo en un problema que se estaba saliendo de mis manos y de mí capacidad de saber qué demonios es lo que pasaba.
Apagué la licuadora cuando ya no vi rastro del plátano y la consistencia se estaba volviendo de un amarillo pastel y líquida. Escuché cómo alguien tocaba la puerta varias veces con fuerza sabiendo quien era, intentando de buscar donde dejar mi vaso porque había un desastre por todos lados.
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Déjame cuidarte.
RomansaLa vida nunca es justa. Está llena de subidas y bajadas que normalmente son las que te forman como persona, pero nadie cuenta que el proceso puede ser doloroso. Rebecca y Dominic lo saben tan bien que además de aprender a sobrellevarlo también han c...