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Y ahí llegaste tú, con tu estúpido paraguas, y tu cara de preocupación a preguntarme si estaba bien.

Y te vi ahí, empapada con la lluvia, tan frágil y rota que simplemente no te pude evitar.

Sentí como la lluvia dejaba de chocar contra mi cuerpo, y como te sentabas a mi lado, sin importarte que la acera estaba mojada. Y me empezaste a hablar de tantas cosas con o sin sentido. No importaba si te quería responder o no, simplemente las palabras no podían salir de mi garganta.

No decías nada, y a mí solo se me ocurrían temas tontos que esperaba te alegraran o te alejara de tus penas, y tenía tanta vergüenza, que también sentía que me moriría ahí mismo, y creo que tú te sentías igual.

No importo cuanto intente apartarte y cuanto intente ignorarte, cuando sentí que la lluvia me volvía a empapar y que tu calor se empezó a alejar... en ese punto no sabia si alegrarme o simplemente volver a llorar.

Sin importar cuanto hablara, simplemente parecía que mis palabras no hacían efecto y tú seguías tan sumergida en tu miseria que no se me ocurrió nada mejor.

Y entonces empece a escuchar una melodía, que hasta el día de hoy no sale de mi cabeza. Ahí estabas tú con tu mano extendida y con una sonrisa, me preguntaste "¿bailas?", y no te importo empezar a mojarte con la lluvia.

No tenía una mejor idea, y tragándome mis nervios te tendí la mano para que te levantaras, estabas tan confundida en ese momento, aún no sé por qué tomaste mi mano, pero te lo agradezco mucho.

Estábamos ahí, éramos dos extraños bailando bajo la luna.

Nos convertimos en amantes al compás.

De esa extraña melodía.

Que algunos llaman destino.

Y otros prefieren llamar casualidad.

Y así como dejamos de bailar, la lluvia dejo de caer, y tus ojos empezaron a brillar.

Dos extraños bailando bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora