Doyoung desde una corta edad fue inculcado con una sola meta en su vida y esa era ser el novio del príncipe, futuro rey heredero a la corona. Fue educado por muchas personas para aprender el arte de ser un buen esposo para el príncipe Chittaphon, le enseñaron todo tipo de modales, códigos de vestimenta e incluso a como redactar discursos y conversar frente a personas que se veían muy importantes.
A sus diecisiete años recién cumplidos comenzó una relación con el príncipe, que no fue para nada obligatoria ya que ambos confesaron que se gustaban demasiado y a decir verdad, formaban una pareja bastante hermosa. Sí ponías atención, en sus ojos se notaba aquel brillo que solo dos enamorados podían tener.
—Tienes que ser un buen esposo para nuestro rey, no contradigas sus palabras y siempre acepta cualquier cosa que te pida, ¿Escuchaste?
Las palabras de su madre eran una gran tortura para su mente que de la noche a la mañana debía de asimilar que pronto estaría convirtiéndose realmente en una persona de la realeza. Sin embargo, no hacía muy notorio su interés en eso porque no deseaba que su novio llegase a creer que solo se encontraba con el por la corona, cuando ni de broma era el caso, de verdad estaba enamorado de aquel chico tonto que lo hacía reír.
Para bien, o para mal, todo cambió el día en que un tal Taeyong llegó al pueblo, justo un par de semanas antes de que la ceremonia de coronación se llevase a cabo.
Aquel chico de cabellos rubios llamó inmediatamente la atención de cualquier persona en el pueblo, incluso del príncipe que no dudó en hacerse su amigo rápidamente con la excusa de que tendría beneficios para el. Doyoung no estaba de acuerdo con las decisiones de su pareja, aunque no tuviese derecho alguno a contradecir, sabía que aquel chico era hijo del general que había intentado declararle la guerra a su pueblo hace ya un par de años atrás cuando solo eran unos niños.
Los ojos de su padre preocupados por una posible guerra nunca se le iban a olvidar.
Pero ante cualquier circunstancia, los días pasaban y Chittaphon se estaba volviendo cada vez mucho más distante con el, llegando al punto de ya no querer besarlo o incluso verlo durante su día, Doyoung aún no era capaz de entender que le sucedía a su pareja... Hasta que un día, de la nada, Chittaphon anunció frente a todo el pueblo su noviazgo con Taeyong.
Ni siquiera se había molestado en hablar con el primero, terminar la relación por lo menos.
La rabia del momento hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas, sintiéndose humillado frente a miles de personas que sabían sobre su relación, procuró irse de ahí lo más pronto posible sin querer llamar mucho la atención de la gente del pueblo. Su madre iba a estar furiosa con el, tenía mucho miedo de lo que podía llegar a hacerle, así que se encerró en su habitación para evitar cualquier conflicto.
Toda una semana sufrió de las palabras y el maltrato físico por parte de su madre, hasta el punto de hacerlo llorar del dolor por no poder levantarse de su cama. Pero la vida tenía que seguir y para su pésima suerte, la coronación llegó.
Sus amigos le abandonaron con la excusa de que la compañía de Taeyong era mucho mejor que la suya, ya que era un tipo muy aburrido que siempre quería obedecer en todo, mientras que el nuevo chico era malo, rompía reglas y no pedía permiso para nada... Solo les gustaba porque era rebelde.
Consideraba que era injusto que su vida se derrumbara de la noche a la mañana por la presencia de un chico nuevo en el pueblo, era injusto que le quitaran eso por lo que tanto trabajó durante años, que su novio se fuese a los brazos de otro sin hablar primero con el y terminar la relación.
Obedeció todas las reglas del juego... ¿Dónde estaba su final feliz?
Y al cumplir diecinueve años supo que no podía hacer nada por tratar de regresar a su antigua vida. Seguía esperando que Chittaphon y el pueblo abrieran los ojos en cuanto a la actitud de Taeyong, sabía que no era esa persona tan bondadosa que todos creían, tuvieron sus encuentros y en todos los trató pésimo a pesar de no haber hecho nada.