Te despiertas en tu habitación. Ya ha amanecido pero parece que aún fuera de noche ya que la inacabable tormenta y ola de frío sigue sin amainar. Solo escuchas el ruido de la lluvia y el proyector de tu reloj marca en la pared que son las 8:01.
Miras por la ventana y fuera está cayendo la tormenta del siglo. Un viandante ataviado con un impermeable azul brillante espera estático delante del escaparate de la librería que hay enfrente de tu piso.
Te preparas un café en la cocina de gas, porque la eléctrica aún queda fuera de tu alcance, y lo mejor del desayuno es que tus vecinos se han olvidado de hacer ruido. El ambiente en el edificio parece ser el de un día festivo.
Notas que tu asistente virtual ha dejado de funcionar así que hoy al menos puedes ahorrarte la interminable lista de tareas pendientes y el vergonzoso recordatorio de que ya llevas 2 semanas completas sin usar la aplicación de ejercicio.
Te encuentras delante del espejo del armario y el espejo inteligente parece haber muerto, cosa bastante común por ser de primera generación, así que hoy vas a tener que vestirte sin simular tu look. Un vistazo rápido a los antiguos relojes de manecillas del cajón te hacen ver que son las 8:10 mientras que el proyector de la pared se ha quedado congelado en las 8:01. Hoy la tecnología ha decidido dejarte tirado. Ni siquiera hay luz en todo el piso.
Al llegar a la puerta dispuesto a salir para ir a trabajar, pisas una pequeña nota que alguien ha deslizado a través del filo de la puerta.
La nota está escrita con la inconfundible caligrafía de tu casero:
Es la última vez que te digo que el alquiler se paga del 1 al 5 de cada mes, si no te gusta puedes ir buscándote otra cosa ya que voy a dar parte a la Junta.
Te has vuelto a olvidar, será mejor que pagues el alquiler. Coges el smartphone dispuesto a hacerle una transferencia pero tampoco da señales de estar vivo, se te olvidó cargarlo anoche. Va a tocar volver a la antigua y darle el dinero en mano.
No te lleva más de diez pasos llegar hasta la puerta de tu casero. En la puerta hay una placa que pone ADMINISTRADOR y alguien ha pegado un memestick de un gato en la esquina inferior. Tocas al timbre. No funciona. Pruebas a golpear la puerta.
Una vez: no escuchas ruido, ni pasos. Dos veces: parece que no hay nadie en casa. Es raro, Alberto trabaja desde casa. Tres veces: nada, no hay respuesta. Le devuelves la nota escrita con una disculpa junto con los billetes por debajo de la puerta.
Para salir del edificio habrías tardado menos bajando los doce pisos en el ascensor pero está claro que hoy pasa algo con la electricidad en todo el bloque.
Llegas a la calle cuando son más de las 8:30 y una densa niebla sigue cubriendo las calles del centro.
El hombre del chubasquero azul sigue mirando el escaparate de la librería. Con un poco de esfuerzo y esquivando las corrientes de agua que corren por toda la calle, te diriges a la parada del tranvía que hace conexión con el parque tecnológico. No hay mucha gente, todo el mundo parece ensimismado y estático. Lo que sí te saca de tu burbuja es ver que el tranvía está parado aunque las vías brillan con el verde de paso libre.
Te acercas al pequeño grupo de gente que se agolpa debajo de la marquesina, un incesante bombardeo de gotas golpea el techo y forma ríos a través del metacrilato transparente. Habrá unas cinco o seis personas. De repente, algo dentro de tu cabeza empieza a dar la voz de alarma.
Desde lejos no has visto que nadie se moviera en el grupo. No es el silencio lo que empieza a disparar la señal de pánico, es la desagradable sensación de acercarte a lo que con cada paso se parece más a una fotografía congelada en el tiempo que a un grupo de personas esperando su tren.
¿Qué está pasando? No... No tienen cara... Excepto ella.
Me acerco. ¿Por qué es la única que tiene color?
La chica escapa de su congelación y grita.
–No voy a llegar. ¿Qué ha pasado? Ya debería haber pasado. El anuncio decía que ocurriría a las 8:00. Mi reloj marca las 8:01. Ya debería haber pasado. No puedo volver. No me va a dar tiempo porque se ha parado el tranvía. Todo ha dejado de funcionar de repente. El teléfono no funciona. No funciona nada. ¿Qué querían decir con busque refugio de inmediato, esto no es un simulacro?
La chica vuelve que quedarse congelada.
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60"
Short StorySesenta segundos, a veces incluso menos, son más que suficientes para poner patas arriba el mundo tal y como lo conoces. Un día cualquiera puedes ver cambiada toda tu vida debido a circunstancias que escapan, o igual no, a tu conocimiento. Historia...