||two

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Dirty talk.

En la habitación, un golpe y un largo gemido hizo eco, cubría a los dos hombres probando el paraíso de la lujuria; seguía ardiendo alrededor del lechoso cuerpo desnudo, atado de los brazos, estando en el centro de el escritorio, con parte de su pecho pegado en la fria madera mientras que la otra se encontraba elevada abruptamente, culpando severamente a sus piernas, las cuales, se encontraban elevadas y separadas; mostrando con descaro su rosada entrada de la cual, escurría un líquido transparente, siendo exquisitamente acompañada por las dos mejillas rojas, adornadas con la forma de una grande y pesada mano que le pertenecía al hombre alto detrás suyo, con una mirada picante; resplandeciendo en la rotunda lujuria.

Todo era una escena tan explicita y digna de pintar, tan artística que lograría despertar hasta la sensación más desconocida.

La risa ronca caló hasta los huesos al de piel cremosa, se encontraba excitado, necesitaba que su le llenase hasta que llorase y su garganta se desgarrara por tanto rogar. Se removió, buscando el toque tan estremecedor del peli-negro:—Profesor—susurró en un suave lloriqueo.

Sus largas y delgadas piernas pedían piedad. Temblaban por todo el esfuerzo de no derrumbarse cuando su profesor lo había tocado ferozmente, dejándolo tan vulnerable, tan débil, tan extasiado a su vez. Le encantaba todo lo que le hacía sentir con tanto desenfreno. Le encantaba, le fascinaba, lo amaba.

—Eres delicioso - comenzó a decir, con su detonante tono bajo y electrizante— tan adictivo —La cálida mano amoldó a su gusto un rojizo glúteo con parsimonia, dando solo leves apretones. Sonrió egocéntrico al oír un dulce sollozo—. Eres insaciable, mi pequeño alumno, ¿crees que no se que dices a mis espaldas en clases, eh?, por fin lo haz logrado luego de semanas tentandome sin juicio, no es coincidencia que siempre te encuentre  con una paleta en los labios, jugueteando con ella, provocandome. —Los cabellos del bajo fueron atrapados, rápidamente jalados para atrás, encontrándose con la pesada respiración en su cuello—, necesitando tener mi polla hundiéndose entre ellos, haciéndote gemir como la zorra que eres.

El blanquecino ahogo un gemido cuando el venoso miembro se restregó en uno de sus glúteos con dureza, mostrándole todo lo que su divertido juego había causado con tanta gracia. Mordió su labio inferior, teniendo una enorme satisfacción por sentirlo tan duro, tan palpitante, tan largo y tan grueso por él. 

Solo por él.

Jadeante, entreabrió los labios, sentía tan bien tener a su hombre encima suyo, aplastándolo con la fragancia tan masculina, llevándolo al borde del precipicio con sus palabras tan crueles y duras que lo llevaban a una extraña fascinación. Era tanto su placer, que le dejaba sin habla, solo escuchando a el docente guiándose ciegamente por los labiales.

Apretó los dientes al momento en que su cuerpo se balanceó suavemente, estando en búsqueda de más.

—¿Sabes?. que me encanta jugar con tu preciosidad antes de enterrarme, —murmuró, deteniéndolo con una mano—, amo ver como sollozas, como lloras por mi polla — deseo que le quitase el cinturon de sus muñecas en un sollozo poco audible—, como tu extravagante cuerpo se pone deseoso de mi.

Un azote en la roja delicadeza arrastró a Rodrigo a necesitar enterrar sus uñas en las arrugadas sprendas con dolor; estaba sensible de cada rincón, sus glúteos eran no tiernamente coloreados por un placentero rosáceo potente, sollozó ahogado, ocultándose y acercándose en cada nalgada; mas no duró tanto para que su garganta se volviera un verdadero desastre y las lágrimas comenzaran a resbalar al compás en que la glande del palpitante miembro de su amado se restregaba inocentemente en su mayor sensibilidad. Removió las manos, desesperado por tocarlo.

Enséñame. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora