Aquella madrugada, una sonrisa iluminó el rostro de una sombría figura, al ver sus manos cubiertas de sangre una vez más.
-¡No! ¡por favor! -exclamó aquel joven, mientras ahogaba un sollozo- Ya no más.
La figura volvió a sonreír, y lentamente marcó la inicial de su nombre, con el cuchillo, en el pecho del chico, este gritó con todas sus fuerzas, solo que no sabía que sería su último grito.
Pues, esta, alzó su brazo y con una puntería certera, clavó el cuchillo en su corazón.
Ató una cuerda en el cuello del chico, y comenzó a arrastrarlo por el lugar, mientras elegía el sitio perfecto para dejar su obra.
El sol comenzaba a asomarse, y desde el balcón de aquel faro, admiro el hermoso amanecer y ahí lo eligió, eligió el sitio donde dejaría a su nueva víctima.
Ato la cuerda en el barandal, y con un poco de esfuerzo levanto el cuerpo y lo dejó caer.
-Un hermoso lugar, para una hermosa obra -dijo antes de marcharse.