Abrí los ojos y encontré a mi madre con el rostro desencajado, hinchado de haber estado
llorando, conservando lágrimas que segundos más tarde derramaría sobre mí al ver que había
despertado. No dejaba de darme besos mientras repetía que no pasaba nada, que me iba a
poner bien. En realidad no ocurrió nada grave, aunque sí molesto. Tenía rota la muñeca izquierda
y el pulgar derecho, igualmente tenía el pie izquierdo fracturado y contusiones por todo el cuerpo,
incluida la cara, y una ceja partida. Mi estado era un cuadro. Como iba a permanecer setenta y
dos horas en observación, me colocaron una vía con suero y calmantes, aunque la que
sinceramente necesitaba calmantes era mi madre.
— Mamá, por favor, cálmate y deja de llorar — murmuré.
Enseguida vi a Alejandro. No me había dado cuenta de que estaba allí también.
Claro que era prácticamente imposible ver algo con el rostro de mi madre sobre el mío. Él se
acercó a mí con aspecto templado y posando su mano sobre mi frente dijo:
— ¿Cómo te encuentras? En ese instante, el recuerdo del tacto de aquella mano y aquella preciosa vez
vinieron a mi cabeza.
— ¡Como si me hubiera atropellado un coche!
Escuché reírse a una mujer que me resultó familiar.
— Veo que el sentido del humor lo mantienes intacto — dijo una voz—. Ahora estás un poco magullada, pero pronto estarás bien— sonrió. No tardé en reconocer su voz.
— Lauren...--- susurré cuando se detuvo a mi lado.
Su ceño se frunció ligeramente y miró con sorpresa.
— Y tú eres... Camila, ¿verdad?
Asentí embobada contemplando su rostro anguloso y su pelo Castaño oscuro,
que caía sobre una impoluta bata blanca. La placa de identificación asomó entre su cabello
ondulado y traté de fijar la vista para leerla, su propio pelo me lo impidió. Sus dedos se deslizaron
suaves y firmes sobre mi cuello. Alcé de nuevo la vista hacia sus ojos verdes, cuando sentí las
tibias yemas presionando mi piel. Durante un momento, su mirada se mantuvo en la mía, pero
después bajó la vista hacia el reloj. Mientras me tomaba el pulso, aproveché para estudiarla más
detenidamente; la cara, el cuello y la parte de piel blanca que asomaba bajo su camisa
perfectamente desabrochada hasta un pudoroso tercer botón, que tan solo dejaba intuir el
comienzo de su pecho. El reloj de cerámica blanca y acero brillaba ajustado a la muñeca y sus
dedos lucían unas uñas cortas, perfectamente cuidadas. Me pregunté qué edad tendría. Era más
joven que mi madre, seguro. Aunque la hubiera situado en los veinte y muchos, la seguridad que
transmitía en sus movimientos me decía que posiblemente ya hubiera cumplido los treinta.
— El pulso está perfecto. Ahora vamos a ver la tensión, ¿de acuerdo?
— De acuerdo — dije a la vez que percibía la presión que el tensiómetro
comenzaba a ejercer sobre mí. No podía dejar de mirarla, por lo que continué admirando sus
rasgos, ahora que se hallaba más cerca.
Supe que era consciente de mi insistente mirada. Aun así, no levantó la vista
hasta el final, cuando me dedicó una breve mirada al retirarme el aparato.
— También perfecta — dijo dirigiéndose a mi madre.
Después, la conversación se mantuvo entre ellas, totalmente ajena a mí, como si
yo no estuviera presente. La recorrí con la mirada para observar su silueta bajo aquella bata
blanca; los vaqueros azules que asomaban por debajo y unas preciosas botas de piel clara
bastante puntiagudas. Era más alta que mi madre, que hacía tantas preguntas, que a cualquier
otra persona le hubieran sacado de quicio.
— No se preocupe, de verdad. Se va a poner bien. Es joven y fuerte. Afortunadamente no hay
lesiones en ningún órgano, tan solo preferimos mantenerla en observación para descartar la más
mínima incidencia. Sin embargo, no le miento al decirle que es muy posible que surjan nuevos
hematomas pasadas las primeras veinticuatro horas.
— Mamá por favor, no seas pesada, estoy perfectamente, no me duele nada
—interrumpí. Lauren se giró hacia mí y sus labios sonrieron discretamente.
— De todas formas, lo mejor será que vean al doctor Simón. Les está
esperando.
Cuando la puerta se cerró detrás de Alejandro, hablé.
— ¿Quién es el doctor Simón?
— El dueño de esta clínica y, hasta nueva orden, el médico que va a supervisar
tu absoluta recuperación — respondió caminando hacia mi cama.
— Pensaba que mi médico eras tú.
— Así es, pero bajo la supervisión del doctor.
— ¿También hasta nueva orden?
Me observó brevemente.
— Supongo que no habrá nuevas órdenes al respecto.
— Eso espero — confesé.
Su mirada, ahora intrigada, volvió a pasearse por mi rostro. Le sostuve la mirada
hasta que decidió apartarla de mí.
Una vez más, me di cuenta de que tanto mi actitud como las miradas que le
dirigía le incomodaban. Desde luego que aquello no era mi intención, y aunque nunca antes me
había comportado así, no podía dejar de mirarla. El silencio que yo misma provoqué se rompió
cuando alcé la mano para alcanzar mi ceja.
— No te la toques, por favor. ¿Te duele?, ¿te pica? me preguntó acercándose
más a mí.
— Las dos cosas, pero estoy bien.
— Déjame ver. No te preocupes, te quedará perfecta. Cuando te quite los puntos ni siquiera te va a quedar cicatriz.
— ¿Me has cosido tú?
— Sí — respondió expectante.
— ¿Tienes un espejo?
— ¿Para qué?
— Para verme.
— ¿No te fías de mí? Soy muy buena suturando, créeme — añadió con simpatía.
— ¿Tengo la cara muy mal?
En ese preciso instante caí. Yo no estaba allí pasando precisamente unas
vacaciones. Un coche me había llevado por delante y lógicamente eso tenía que tener
consecuencias en mi aspecto físico. Desde que había abierto los ojos, y Lauren había aparecido
en mi campo de visión, había olvidado por completo mi verdadera y nueva situación.
— Muy mal no, te lo aseguro. Tal vez un poco contusionada, pero la hinchazón
bajará y todo volverá a su estado normal.
— Entonces no hay motivo para que no me dejes un espejo — insistí.
— Te aconsejo que no te mires, Camila, al menos hasta pasados unos días —
dijo suavemente. El sonido de su voz pronunciando mi nombre me emocionó, haciendo que
desistiera del intento por conseguir uno—. Que lo decidan tus padres — volvió a hablar.
— Alejandro no es mi padre, tan solo es el novio de mi madre.
— Perdona, no lo sabía.
— No pasa nada. ¿Cómo ibas a saberlo?
Me devolvió una sonrisa de disculpa al tiempo que el silencio volvía a inundar aquella habitación
tan blanca.
La puerta se abrió y entró mi madre acompañada de Alejandro. Volvieron a
intercambiar opiniones, después de que mi madre me achuchara, como si hubiera pasado un año
desde que no me veía.
Lauren contempló la escena hasta que se dirigió a mí para indicar el botón que
debía apretar en caso de necesitar cualquier cosa.
— Procura descansar, ¿de acuerdo?
Asentí siguiéndola con la mirada para ver su bata blanca desaparecer tras la
puerta. Cuando se cerró detrás de ella, su ausencia invadió la habitación. Estuve a punto de
apretar el botón que acababa demostrarme, preguntándome si la necesidad de su compañía se
hallaría dentro de sus tareas de trabajo.
Más tarde, supe que la persona que me había atropellado se trataba del
mismísimo doctor Simon, que a modo de compensación había desplegado todos los servicios
necesarios de su propia clínica para mí cuidado y recuperación. Entre ese despliegue de
atenciones exclusivamente para mí se encontraba Lauren. Supe también que además de medicina Lauren había estudiado enfermería, de ahí que el bueno de Simón, en su deseo por
ofrecernos la mejor atención posible, le había asignado a ella mis cuidados, al ser la persona más
cualificada por sus conocimientos en ambas materias
El doctor había propuesto a mi madre una cuantísima indemnización, porque
deseaba evitar los tribunales y estaba seguro de que podrían llegar a un acuerdo amistoso sin
que el incidente trascendiera más de lo rigurosamente necesario. Mi madre lo pondría en
conocimiento de su abogada y tomaríamos una decisión basada en mis resultados médicos y mi
estado de recuperación. Me preguntó mi opinión, después de contarme cómo aquel hombre alto y
fuerte con lágrimas en los ojos y voz quebradiza, se disculpaba y aseguraba que no había visto la
luz roja del semáforo, debido a la espesura de los árboles.
Empecé a sentirme somnolienta y cerré los ojos conservando el recuerdo de
Lauren. Alejandro había ido a nuestra casa y nos trajo ropa y varias cosas más que mi madre
pidió. Entre ellas estaban varios de los DVDs de Demi Lovato en concierto, que yo guardaba
como si de un tesoro se tratara. Mi madre anunció que podría verlos cuando Lauren lo aprobara.
Pensé para mí que sería la única vez que acatara una negativa sobre ese tema sin que me
sentara mal. Estaban disponiendo la ropa en los armarios cuando escuché un leve toque en la
puerta. En cuanto oí la voz de Lauren abrí los ojos y miré en su dirección .
— Pensé que te habías dormido — dijo en voz baja, caminando hacia mí. Debí
de sonreír como una tonta mientras la miraba, porque ella recompuso la expresión de su rostro al
reparar en el mío iluminado por su presencia—. ¿Qué tal te encuentras?
— Muy bien.
Lo cierto es que siempre me encontraba bien cuando Lauren estaba conmigo en
la habitación.
Informó a mi madre e Alejandro de que el restaurante ya estaba sirviendo la cena
y que podían bajar cuando gustaran. Mi madre no quería dejarme sola y ordenó a Alejandro que
bajarían por turnos. No pude dejar de intervenir en la conversación. No me hacía ni pizca de
gracia tener que quedarme a solas con Alejandro. Entonces, Lauren interrumpió
— No se preocupe — habló dirigiéndose a mi madre—. Yo me quedo con
Camila para que puedan cenar tranquilamente. Les vendrá bien airearse un poco.
Cuando por fin la puerta se cerró y en la habitación nos quedamos Lauren y yo a
solas, esta se acercó de nuevo a mí.
— Sigue mi dedo — me dijo suavemente.
Seguí con la mirada el movimiento de su dedo índice. Primero de derecha a izquierda y después
dearriba abajo. Repitió el movimiento en un par de ocasiones, lo que estuvo cerca de provocarme
la risa. Después sacó del bolsillo superior de su bata un tubito metálico. Era una pequeña linterna.
Cuando encendió la luz la dirigió a mis ojos, cegándome por un momento.
Entonces aprecié el tacto de sus dedos sobre mi rostro. Me abrió los ojos con un delicado toque,acercándose más a mí. En ese instante, fue cuando pude respirar la maravillosa
fragancia que desprendía su piel. La contemplé embelesada cuando dobló la sabana que me
cubría y sus dedos me abrieron el camisón.
— ¿Está todo bien? — pregunté, tratando de controlar las palpitaciones que me
había provocado su proximidad. Mientras tanto ella observaba mi torso desnudo.
— ¿Te duele? — me preguntó con dulzura.
— No — respondí con la garganta agarrotada.
Mi vista volvió a fijarse en el trozo de placa de identificación, pero una vez más su
propia melena no me permitía leerla con claridad. Antes de darme cuenta de lo que hacía alcé mi
mano escayolada, y con los dedos que me quedaban libres retiré cuidadosamente su cabello. Ella
no se movió. Siguió el movimiento de mi mano y después me miró directamente a los ojos.
— Lauren Jauregui — leí en voz alta, como si quisiera asegurarme de que no
había ningún error en lo que estaba escrito. Disfruté del suave tacto de su pelo entre mis dedos y
levanté la mirada para reunirme con la de Lauren, que me observaba de nuevo con un ligero
gesto de sorpresa en el rostro—. Bonito nombre.
— Gracias — murmuró tras girarse, alejándose hacia el extremo de la cama.
La observé caminar por la habitación hasta que se detuvo frente a una mesa.
— ¿Te gusta Demi Lovato?
Deseé responder que ya no, aunque mis labios pronunciaran un sí.
— A Ally, quien será tu enfermera de noche, también le gusta mucho.
— ¿Y a ti? — pregunté mientras asimilaba con tristeza que, lógicamente, Lauren
no podría estar cuidándome las veinticuatro horas del día, que cuando su turno acabara otra
persona ocuparía su lugar. La imaginé saliendo de la clínica sin su bata blanca, subiéndose al
coche y conduciendo con ganas de llegar a casa. Y lo peor de todo, la imaginé con ganas de
abrazar a esa persona que, seguramente, la esperaba para compartir una cena.
— Sí, a mí también me gusta. Estuve en el concierto que dio en julio. ¿Fuiste?
— sentí cómo se me encogía el corazón al imaginarla deslizándose en la cama con aquella
persona que, obviamente, no era yo—. ¿No fuiste?
Su sonrisa interrumpió mis pensamientos.
— ¿Dónde? — pregunté abstraída.
— Al concierto de Demi.
— Estuve en el que dio en julio. ¿Tú fuiste?
— No me estás escuchando, ¿verdad?
— Parece que no, perdona.
— Yo también fui — habló de nuevo.
— ¿Y cómo es que no te vi?
— Quizá nos viéramos y no lo recordemos.
— Si te hubiera visto te aseguro que te recordaría. — ¿Nunca olvidas una cara? — su tono sonó ligeramente burlón.
— Como la tuya no, jamás — confirmé clavándole la mirada.
En esta ocasión mantuvo mi mirada durante más tiempo.
— Espero que eso sea un piropo.
Ignoré la obviedad de su comentario y volví a la carga.
— ¿Estás casada? — pregunté bajo los efectos de su hipnotizadora mirada color
verde.
— No — respondió sonriéndose—. ¿Y tú?
— Tampoco —dije no sin reparar en el retintín de su respuesta—. ¿Tienes hijos?Mi segunda pregunta pareció divertirla aún más.
— No, por Dios. ¿Y tú?
Me hizo gracia la mueca de aburrimiento que se dibujó en su rostro.
— ¿Yo?, pero si solo tengo dieciséis años...
— Cierto, por un momento lo había olvidado...
— ¿Entonces tienes pareja? — pregunté otra vez, haciendo oídos sordos a la
sutil ironía que había vuelto a albergar su voz.
— Ya no. ¿Y tú?
Negué con la cabeza.
El tamborileo de unos dedos en la puerta nos hizo mirar a las dos en esa
dirección. Una melenamorena asomó, precediendo a una cara ovalada que saludó alegremente.
— Hola — respondí.
— Hola Ally— dijo Lauren casi al unísono y alejándose de mí para reunirse a
mitad de camino con la morena, que avanzaba con paso decidido—. Mira, te presento a Camila.
— Sí, lo sé. ¿Cómo estás, bonita?
— Bien, gracias, ¿y tú? — reconozco que me gustó su estilo informal al dirigirse a
mí.
— Y ella es Ally, quien cubrirá el turno de noche — continuó presentándonos—.
Cualquier cosa que necesites no tienes más que pedírsela, ¿de acuerdo?
— De acuerdo, gracias — asentí con la cabeza.
Mi madre e Alejandro no tardaron en llegar y Lauren volvió a hacer la ronda de
presentaciones. En seguida anunció que vendrían a preparar el sofá cama para mi madre y que lo
que yo necesitaba era tranquilidad.
— Bueno, creo que ya ha llegado la hora de que descanses. ¿Qué tal te
encuentras? —preguntó,acercándose a mí de nuevo.
— Bien.
— ¿No sientes ninguna molestia? — No, por ahora no.
— Ally está aquí para cuidarte y asistirte en todo lo que necesites, así que a la
más mínima molestia, por normal que te parezca, quiero que le avises. Lo harás, ¿verdad?
— Sí, no te preocupes.
Me brindó una sonrisa al tiempo que revisaba que todo estuviera en orden.
—Hasta mañana entonces.
— ¿A qué hora vienes? — necesitaba saber.
— A las ocho en punto estaré aquí de vuelta.
—Vas a tener que madrugar.
— No hay problema, estoy acostumbrada.
— Entonces ven a las siete o a las seis incluso...
— A las siete deberías estar durmiendo y a las seis ni te cuento. Buenas noches,
Camila.
— Buenas noches, Lauren, que descanses.
— Descansa tú también — respondió apartando la vista.
La seguí con la mirada mientras caminaba hacia la puerta donde mi madre, Ally
e Alejandro esperaban a que un par de auxiliares terminaran de preparar el sofá cama. Ni
siquiera me había dado cuenta de cuándo habían entrado aquellos dos chicos en la habitación ni
si Lauren se percató de ello. Pensé en ese juego infantil de que si se daba la vuelta, y me miraba
antes de cruzar el umbral de la puerta que nos separaría hasta el día siguiente, es que tenía
alguna posibilidad con ella. Esperé a que acabara de hablar con mi madre, y cuando estaba a
punto de perder toda esperanza de volver a encontrarme con su mirada, Lauren se giró y sus ojos
me miraron.
— Duérmete ya — exclamó apuntándome con el dedo.***********************************************************************************************
Diganme si les esta gustando, para seguirla
Voten Y Comenten. <3
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UN AMOR SECRETO
Fanfictionun amor secreto (Camren adaptación) by merari-cabello Camila y Lauren se conocen el día que la primera es atropellada. Poco a poco, conforme pasa la recuperación, las dos se van abriendo y conociendo: adolescente precoz una, rozando la cuarentena la...