Kínder

143 31 6
                                    

Marianne, Sunny, Blas y yo nos encontrábamos junto a la laguna comiendo el desayuno. Nos habíamos quedado a dormir en mi casa, y temprano habíamos cogido nuestras bicicletas y habíamos partido a la reserva, aprovechando que estaría vacía por la hora y porque el clima no era realmente el ideal para salir por allí. A pesar de eso, el invierno era mi fecha favorita para pasear, aunque la primavera era infinitamente superior estéticamente, la época de frío era prácticamente una garantía de que tendríamos casi cualquier lugar para nosotros solos. La gente, al parecer, le tenía demasiada resistencia a ponerse una chaqueta y aventurarse por allí.

Marianne descansaba su cabeza en mi falda, mientras que Blas tenía a Sunny atrapado entre sus piernas, apoyando su cabeza en el hombro de mi mejor amigo. Por un rato nadie dijo nada, teníamos demasiada hambre luego de pedalear por tanto tiempo, además, las galletas y los emparedados seguían tibios, y el chocolate caliente todavía humeaba en el termo. No teníamos tiempo que perder.

—Esto está delicioso —me dijo entonces Sunny entre bocados—. No sé qué haría sin ti.

—Tener una existencia miserable —le aseguré.

—Es cierto —estuvo de acuerdo—. No tendría nada por lo que vivir.

—Oye, estoy aquí —se quejó Blas—. De todas formas, si sigues tragando tan rápido vas a terminar por atragantarte, y tu vida sin sentido ya no será una preocupación.

—Alguien está celoso —rio Marianne.

—Tú también lo estarías si el mayor amor de la vida de tu novia fuera la comida.

—No es mi mayor amor —le aseguró él—. Pero sí está bastante alto.

—No te molestes en mentir —le dije yo—. Blas ya te conoce lo suficiente.

—Hablando de conocerse —interrumpió Marianne, curiosa—. Nunca nos han contado como se conocieron.

—¿Nosotros? —preguntó Sunny.

—Es cierto —estuvo de acuerdo Blas—. Se tienen bien guardado el secreto.

—No es un secreto —dije yo, divertida—. Tan sólo jamás pensamos que fuera algo que les interesara.

—¡Por supuesto que nos interesa! —reclamó mi novia, ofendida como si no se le hubiera ocurrido la pregunta hace tan sólo unos segundos.

—Lo que en realidad quiero saber es si este de aquí ha sido igual de insoportable desde siempre —inquirió Blas, pero como siempre, solo estaba pretendiendo estar molesto. Sus dedos estaban perdidos en las ondas lavanda de Sunny, y este ni siquiera se quejó por el comentario, perdido como estaba en los mimos y el desayuno.

Sonreí para mí misma al recordar los primeros días. Habían pasado muchos años, pero lo recordaba todo a la perfección. Miré a mi mejor amigo, quien me devolvió la sonrisa. Como pasaba a menudo, estábamos pensando lo mismo.

—Está bien, pero lo contaré yo —decidí—. Sunny confunde todos los detalles. Todo comenzó el primer día del kinder...

Mis padres habían intentado calmarme explicándome que todo el mundo estaba nervioso en su primer día de escuela. Yo les creí, es decir, en condiciones normales, yo también habría estado nerviosa. Pero lo mío no eran condiciones normales, porque la mayoría de quienes comenzaban tenían por mayor preocupación hacer amigos. Yo no sólo era pésima haciendo amigos, sino que también tenía que encontrar a alguien que se creyera que era una chica sin cuestionármelo, porque no estaba segura de tener las palabras para explicar lo que me ocurría, y mucho menos si alguien más lo iba a entender. Papá Joss y Papá Kim habían accedido de inmediato a usar el nombre que les había pedido, y me habían comprado toda la ropa de color violeta que habíamos podido encontrar en una excursión a la ciudad. Además, me permitieron dejar crecer mi cabello, aunque apenas me cubría hasta la mitad del cuello, y por lo tanto, no estaba segura de que mis compañeros fueran a creerme que era una niña de verdad.

Kínder (Parcialmente Nublado - Historia Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora