Felix notó como el sol se ocultaba por la ventana de su lugar de trabajo, relamiendo sus labios con nerviosismo ante cada minuto que pasaba. Aquel día había pedido terminar antes su día de trabajo, porque tenía que encargarse de su segundo trabajo, que consistía en terminar de arreglar unas prendas que sus clientes necesitaban para hoy con urgencia, sabiendo que las personas que le habían contratado no lo habían hecho por gusto, sino que más por un apuro en el que no habían encontrado a nadie más que resolviera su problema con tanto apuro. Eran personas adineradas, las prendas siendo de una calidad exquisita, que Felix solo podría soñar en probarse y ellos lo sabían por la mirada despectiva que le habían dedicado al verlo y las caras de disgustos cuando se obligaron a tener que dejarse tomar las medidas.
Tenía que entregar esas prendas a las diez y media, ni un minuto más, pero eran las seis y aún seguía en la pequeña panadería en la que trabajaba, esperando a que la anciana terminara por decidirse por alguno de los pasteles que tenían disponibles; La impaciencia lo hizo chocar sus dedos contra la mesa, pero no pudo hacer más que sonreír hacia la señora mayor, deseando porque escogiera rápido. Tampoco podía apresurarla, su jefe era muy estricto y había zanjado el tema al decir que Felix podía salir cuando terminara de atender al último cliente de la tarde; No podía desobedecer porque le costaría su puesto en aquel lugar y Felix necesitaba el dinero con desesperación para seguir teniendo un lugar en el que vivir, además, trabajar en una panadería tenía sus ventajas porque se le era permitido llevarse el pan añejo y de aquello se alimentaba.
“Quiero el de sabor a miel” Mencionó la anciana, su mano temblorosa sacando el dinero suficiente para pagar. Felix soltó un suspiro de alivio, sacando el pastel del mostrador y dejándolo en una de las elegantes cajas con cuidado de no arruinarlo, pese a lo corto de tiempo que se encontraba, una vez cerrando la caja con la capa, lo entregó a la mayor y tomó el dinero que se encontraba sobre el mostrador.
“Vuelva pronto señora Kim” Felix habló en su tono animado habitual, esperando que su ansiedad no se notara tanto. A pasos lentos la anciana caminó hasta la salida, mientras el rubio se apresuró a guardar el dinero en la caja de metal, escondiéndola en el lugar donde su jefe había especificado, anotando lo recaudado aquel día.
Se quito el delantal de trabajo, colgándolo en uno de los percheros y en una bolsa de papel guardo el pan añejo que todos los días se llevaba para la cena; Apagó las luces del local y salió a la calle, estremeciéndose por la brisa fría que señalaba que el invierno estaba por comenzar. Terminó por cerrar la puerta con llave y la metió debajo de uno de los maceteros de la entrada. Felix sabía que no podía llevarse nada que perteneciera a la tienda más que los restos de comida, esto era debido a que su jefe no confiaba en él. Para su jefe no era más que un muchacho pobre que en cualquier momento podría robar algo, Felix, sin embargo, jamás había tenido ese tipo de ideas en su cabeza en lo más mínimo. El trabajo le brindaba lo que necesitaba y perderlo por acciones egoístas como esas no sería exactamente beneficioso, pero tampoco insistiría en tener su confianza. Después de todo, estaba acostumbrado a las miradas despectivas, disgustadas y desconfiadas.
Agarró firmemente la bolsa con pan contra su pecho y comenzó a caminar a paso rápido, calculando que ya deberían de ser casi las siete por como ya casi la luz natural se estaba perdiendo y los faroles comenzaban a iluminar las calles, si continuaba a ese ritmo llegaría a casa antes de las siete y media, lo que le daría exactamente tres horas para terminar de ajustar el vestido y el traje de la pareja adinerada que lo había visitado la noche anterior.
Estaba tan distraído en calcular el tiempo que apenas tuvo el tiempo de reaccionar cuando un hombre salió de un callejón que, según recordaba Felix, era uno que no tenía salida, por eso le sorprendió tanto la repentina presencia que iba en la dirección contraria a la suya. Era como si se hubiese materializado de la nada o, quizá, era la imaginación de Felix ante el estrés que estaba sintiendo en esos momentos, porque era imposible que alguien simplemente apareciera. - Lamentablemente la maniobra evasiva del rubio no fue lo suficientemente rápida para no pasar a llevar el brazo del extraño, quien por el golpe dejo caer la bolsa que sostenía, provocando un fuerte sonido de cristal rompiéndose.

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Golden wasteland ; Minlix
FanfictionFelix puede sentir que algo malo ocurre en el momento en que se mira al espejo aquella mañana. Todo parece estar igual, excepto por la excesiva hambre que tiene y el picor que parece provenir de debajo de su piel, como si un liquido ardiente pasara...