PRÓLOGO: Una historia no es lo mismo sin un comienzo.

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7 y 9 años.

Angie miraba a sus alrededores con cara de pánico, no acostumbrada a ver tanta gente alrededor.

Era su primer día de clases en aquella ciudad, su papá la había obligado a ella y a su hermana a asistir ese día, puesto que él esperaba que ambas intentaran socializar.

Angie no podía quejarse, fue advertida por meses que iban a ir a Buenos Aires por mínimo un año, Ubaldo tenía que cerrar algunos contratos y se suponía que iba a tardar.

Toda su vida había sido así, de Rosario a alguna otra ciudad y a Rosario de nuevo.

Como siempre, nadie se acercó a ella y eso la ponía triste. Como odiaba los recreos, odiaba ver a chicas de su edad en grupos de amigos y la hacía sentir inferior por solo ser tímida.

Se apoyó en la pared y recalculó bien si realmente quería amigos, total se iba a ir a fin de año, ¿de qué serviría? Intentó convencerse, pero no podía.

Y como si fuera un milagro, vio a una niña sentada en una esquina, al final del extenso pasillo y su corazón se estrujó. La vio tranquila pero con una ligera expresión de tristeza, con un lápiz en su boca y sus ojos derramando soledad por todas partes.

Se encogió de hombros y se dirigió cautelosamente a aquella niña, quien ahora permanecía con una expresión pensativa.

─ ¡Hola! ─ exclamó Angie, tan fuerte que se sorprendió a sí misma.

La niña, espantada, miró para arriba y Angie notó como sus hombros se pegaron a su cuello.

─ Hola ─ murmuró ella, subiendo y bajando la mirada desesperada.

─ Te vi solita y no pude evitar acercarme. ¿Cómo te llamás? ¿A qué grado vas? ¿Sos de acá? ¿Alguna fuiste al extranjero? ¿Te gustan los hámsters? ¡A mí me encantan! Pero mis papás no quieren regalarme uno por mi cumpleaños y me pone triste. ¡Oh! ¿Y te gustan los gatos? ¡Mi prima tiene uno y es demasiado esponjosito y-─ se detuvo al ver la cara de desorientación de la contraria, quien se había perdido desde la cuarta pregunta por el atrevimiento.

─ Te pregunté el nombre sin haberte dicho el mío, ¡perdón! Soy muy despistada. Mi mamá suele decirme "Angie, no podés ser tan torpe hija" pero igual se ríe de mí ─ hizo pucherito.

Hubo un momento de silenci hasta que…

─ Me llamo Blin-Brisa ─ respondió finalmente la chiquilla, pensativa nuevamente y a Angie le parecía raro.

─ Sos rara, ¡igual que yo! Deberíamos ser amigas ─ extendió su mano y Brisa otra vez la examinó de arriba a abajo.

─Me bu-bustan los gan-gatos ─ habló Brisa pausadamente y Angie frunció el ceño tiernamente.

─ ¿Tenés uno?

─ Voy a gundo gardo- segundo grado ─ nuevamente Brisa la ignoró.

Angie calmadamente decidió sentarse a su lado al darse cuenta que Brisa estaba procesando sus preguntas. Le pareció tierno y decidió quedarse callada para no confundirla más.

─ Nací acá ─ Brisa orgullosamente infló el pecho y Angie sonrió sin mostrar los dientes.

─ Y... eehh… y... no recuerdo ─ Brisa agachó la cabeza avergonzada.

─ ¿Qué no recordás, Brisa? ─ Angie pacientemente le preguntó y esperó su respuesta.

─ Las pleguntas ─ dijo como si fuera lo obvio.

─ Ah ─ ahora era el turno de Angie de ponerse pensativa ─ yo, uhm, tampoco recuerdo ─ murmuró tímida y cerró los ojos, pues esperó recibir alguna burla.

Pero Brisa sorpresivamente soltó una risita y, si había que admitirlo, para Angie fue lo más lindo que sus oídos habían escuchado en sus cortos nueve años.

─ ¿Qué pasó? ─ Inquirió abriendo los ojos.

─ Quielllo-quiero ser tu amiga, Ag-Angie.

la primera nunca se olvida ─ [BRANGIE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora