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La cálida brisa y olor del sol eran las cosas que más destacaban en aquella pequeña isla, y la blancura de la arena caliente y las altas palmeras llenas de cocos a punto de caer. Era la temporada perfecta para unas merecidas vacaciones y cada uno de los presentes no podían estar más que de acuerdo.

Las risas y los juegos no tardaron en aparecer cuando el barco llegó a tierra firme, algunos se encargaban de bajar las maletas y otros simplemente admiraban el lugar. Debían admitir que el viejo Garp no gastó su dinero en cualquier isla, puesto que notaron cómo la arena fértil florecían distintas frutas y vegetales, también la gran cabaña que no lucia costosa pero sabían que era todo lo contrario, pues dentro no había ni una sola cosa que no fuera de buena calidad.

La pelirroja se sentía en el paraíso y fue la segunda en despojarse de su ropa -el primero, fue un pelinegro de cicatriz en el pómulo, que jugaba en la orilla del mar con el agua- y sentarse en una de las sillas playeras cerca de allí, habían varias al igual que grandes sombrillas que protegían del sol. Suspiro dejando que el aire purificado entrara en sus pulmones para expulsarlo lentamente. Eso era vida, y lo necesitaba con urgencia.

Robin, luego de dejar sus cosas en una de las habitaciones salió hacerle compañía a Nami, modelando un biquini por la cabaña hasta salir camino a la pelirroja. Un hombre fornido no pudo evitar ver a su pareja lucir tan hermosa con su traje de baño y estuvo a punto de dejar lo que hacía para ir tras ella, de no ser por Usopp quien sufría moviendo una pesada maleta.

—¡Maldición Nami, solo será una semana no un año! —se quejó el moreno recibiendo ayuda rápidamente de Franky que levantó sin esfuerzo la naranja maleta y caminó a una de las habitaciones.

—¿Cuantos cuartos hay aquí? —entre jadeos logró decir Brook, quien llevaba la segunda pero no última maleta de la pelirroja.

—Solo siete, y dos habitaciones que parecen ser oficinas. —llegó Jinbe mientras bajaba por las escaleras del segundo piso—. Una abajo y el resto arriba.

—Robin y yo ya ocupamos esta. —informó el peliazul señalando lo que parecía ser la habitación principal de la casa.

—¡Hey, ¿donde dejó esto?! —llamo la atención un alto pelirrojo seguido del menor del grupo.

—Déjame ayudarte. —se acercó rápidamente Usopp, llevando al par hacia la cocina con las pesadas botellas de licor—. ¡El gran Usopp será su guía!

Chopper y Shachi se animaron siguiendo al moreno por un pasillo donde ya se encontraba un rubio moviendo sus manos rápidamente preparando algo rápido antes de comenzar con la cena.

—¡Sanji! —dejando las bolsas en el suelo corrió el pequeño castaño abrazando su cintura y viendo lo que él rubio empezaba a preparar. Sanji tomó un trozo de mango llevándolo a su boca—. ¡Delicioso!

—¿Verdad? —sonrió feliz el cocinero—. Esta isla tiene muchas frutas maduras y jugosas. Estoy emocionado por cocinar con ellas.

Y no mentía, luego de dejar su maleta en la última de las habitaciones de arriba, corrió hacía el invernadero que había visto detrás de la cabaña por una de las ventanas de la habitación, y se encontró con un hermoso jardín llenos de zanahorias y lechugas que ya estaban para cocinar. No sabía cómo había hecho el viejo Garp para mantener aquel invernadero y no dudo en que hubiera alguien que fuera a cuidar de el con frecuencias. Pues lo pudo notar desde las brillantes fresas y tomates hasta los pimientos y pepinos. Realmente estaba emocionado.

Por otro lado ambos morenos se centraban en discutir sobre una de las habitaciones, aunque la discusión se limitaba en un peliverde que dormitaba en la gran cama y el azabache que murmuraba mientras guardaba su ropa en el closet.

Mientras volamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora