Liar

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Esto es una hermosa mentira.

Mi última mentira.

-Ya no te amo- le dije.

Y después le sonreí.

Incluso si duele hasta morir... me estoy escondiendo bajo una máscara por ti.

Conozco tan bien a JiMin, que sólo a cinco segundos de que empezara a volverse loco, sabía que lo haría. No me molesté en detenerlo. Lo dejé romper el espejo y aventar el florero, tirar los portarretratos y los perfumes del tocador, desacomodar las sábanas y el colchón. Ni si quiera enloquecí cuando lo escuché gritar, romper mis canciones y golpear el piano, nuestro piano.

Después de todo, era la última vez.

Me veo en el espejo y me pregunto... "¿realmente serás feliz si te dejo ir?"

Escuché los cristales caer al suelo, tan frágiles e irreparables, como el amor que un día juramos proteger. Lo escuché llorar como era costumbre. Se supone que yo había prometido cuidar su sonrisa, pero en su lugar, le había traído más lluvia que sol a su vida. Nuestro hogar sería cálido y seguro. Y no lo era, estaba roto, desde hace mucho.

Sollozos, gimoteos, tristeza y pena.

En eso lo había convertido.

"Me alejaré por completo.

Porque necesitas tiempo para ti mismo."

¿Dije esas cosas sin sentirlas?

Atrapado.

Sonreí otra vez.

Era muy gracioso que siempre terminara atrapado, cuando era yo el que empezaba el desastre. Sentado en alguna esquina de la habitación esperando a que JiMin dejara de sacar su furia con nuestras cosas. Debería ser yo, quien recibiera esos golpes y esos gritos, pero nunca importó lo que hiciera, él siempre me dejó ileso.

Sin importar cuánto le gritara, le hiciera daño o lo engañara. Incluso cuando no lo soporté más y simplemente lo golpeé, él me sonrió y fue a prepararme un café.

Sí, supongo que eso era lo que a mí me volvía loco; su devoción enferma.

Él le llamaba amor.

Yo le llamaba codependencia.

Recordando tu cara cuando gritaste "lárgate".

Estoy ensuciando nuestros recuerdos que eran hermosos.

Celos. Posesión. Arrogancia. Orgullo.

Al final, emociones humanas que nos hacen imperfectos, malévolos y tristes.

Hubo una época en la que no era así, en la que podía caminar a su lado y tomar su mano sin miedo o agresión, en la que presumía sus ojos risueños y sus mejillas sonrojadas. En la que besaba sus labios y me perdía en su calor.

Hasta que me di cuenta de que no era el único que podía amarlo y desearlo.

Me empecé a creer el dueño de su cuerpo y de su corazón al punto de impedirle mostrarse al mundo tal cual bella creación era. Nadie tenía derecho.

Y es que, sus sonrisas sólo eran mías. Sus pucheros, sus muecas, sus expresiones enfurruñadas; cualquier mínimo gesto. Sus labios, sus ojos, su cabello, sus manos, su cuerpo por completo.

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