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Miraba por la ventana de aquella habitación la avenida, las luces de los edificios así como de los postes de luz y los colores neón se reflejaban en el cristal. Sus brazos estaban cruzados, apoyados en sus rodillas, estaba en paz, su cuerpo delgado –aunque bien ejercitado– era cubierto por unas sábanas blancas.

El crujido de la puerta del baño interrumpió el silencio que reinaba en esos momentos, un joven más fornido que él y alto, tenía una toalla envuelta en la cintura, lo miraba con cierto cariño. Su rodilla se apoyó en el mullido colchón y dejó un par de besos en sus mejillas.

—¿Te duele algo? —Preguntó en un susurro, a lo que el otro negó —. Solo miraba el paisaje, es muy bello.

—Pero nada más bello que tú —Coqueto, respondió con seguridad y dejó esta vez un beso en sus labios.

Timothy en lo profundo de sus huesos se carcomía, no podía –o más bien no quería– admitir lo mucho que amaba cuando Jason decía ese tipo de comentarios, una flama se encendía formándose en sus mejillas que se tornaban de un color carmesí, el otro sólo sonreía triunfante.

—Deberías de tomar un baño igual, para que te refresques —Sugirió sentándose a su lado y Tim negó —. Estoy bien así, tengo mucha pereza —Como pluma, cayó suavemente entre las almohadas,  mientras que el mayor lo miraba sin perder la vista ni un momento de su cuerpo semi desnudo.

Joder, como amaba su cuerpo.

Se amoldaba perfectamente en sus manos, su cintura que se movía de forma espectacular cuando estaba arriba suyo le hacía ver las estrellas, su cuello que por fortuna podía marcar, le pedía a gritos por más. Sus pezones erectos por el cambio de clima deseaban ser succionados hasta tornarse rojos.

Se frotó su rostro con las manos, queriendo deshacerse de la lujuria que invida sus pensamientos, pero era casi imposible.

Timothy lo tenía a sus pies.

—¿Cuándo volveremos a vernos? —Preguntó el menor, acomodándose de lado mirando la espalda de Jason, este encogió los hombros, su mirada se torno nostálgica.

—Aun no sé, estaré fuera de la ciudad, tendría que ver cuándo me iré para vernos una última vez.

Timothy asintió, levantándose de la cama caminando hacia la ducha, la mano de su acompañante lo detuvo, haciéndole girar.

—¿De verdad aún quieres esto? —Susurró y esta vez, rodeó su cintura —. Tal vez llegué un punto en el que despiertes y yo no esté a tu lado —Volvió a hablar, acomodando su cabeza en el abdomen del pelinegro.

El silencio reinó una vez más en la habitación, el ojiazul intentaba no explotar, ni correr, mucho menos hacer una escena. Ya lo sabía perfectamente, esto probablemente iba a ser solo por un tiempo y no porque quisieran, sino por el estilo de vidas tan diferentes que ambos tenían. Uno seguía los pasos del murciélago, dispuesto a convertirse en alguien como él a futuro; mientras que el otro veía por sus propios beneficios pero siempre yendo por el camino de la justicia... De su propia justicia.

Quería dejarlo ir.
Quería dejarlo ir.
Pero no podía.

Timothy acariciaba los cabellos húmedos de Jason, quién aún se aferraba a su cintura desnuda, acariciando los huesos que se marcaban de la misma con la yema de sus dedos, provocando suaves jadeos al otro.

—Aun quiero esto —Respondió, en parte decía la verdad, en parte no —. Quiero disfrutar cada momento contigo, el tiempo que sea necesario —Lo quería toda la vida, pero sabía que no podía, sería imposible.

El menor dejó varios dulces besos en la frente de su amado, conteniendo las lágrimas traicioneras que querían salir de sus ojos. Se mantuvieron unos minutos así, abrazados, la parte favorita de ambos; sabían que no solo era sexo, sino la forma en como la compañía del otro les resultaba placentera. Timothy se separó caminando nuevamente al baño, no sin antes dejarle un beso en los adictivos labios de su acompañante.

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