¿A los diescinueve años quien piensa en 'atar' su vida a la de alguien más, tan pronto y sin haber disfrutado de su juventud? Con un detalle extra: estando separados por una distancia de un día a recorrer.
Él lo pensaba cada vez que volvía a visitarla y en su mirada encontraba el mismo amor de siempre. Puro, sincero, intenso. Trabajaba arduamente con un solo proposito: viajar para ver a esa chica que poco a poco había logrado cautivar su corazón.
Ella fue quien se enamoró primero, quien sonreía sin parar cuando lo veía acercarse, quien se sonrojaba cada vez que alguna de sus amigas -o todas en conjunto- se empeñaba en hacerla el centro de atención para que él descubriera "lo que se está perdiendo". Fue ella la primera en confesarse con una carta escrita en tinta azul, hecho que propició la nueva, diferente y agradable calidez que él sentía cada vez que se encontraba en su compañía.
Detalles sencillos, sonrisas brillantes, tiernos gestos y momentos fugasez. Poco a poco dejó de ser solo la amiga de su hermana o la muchachita de al lado; con el tiempo, realmente escazo, pasó a ser parte indispensable en su vida. Por las mañanas, mucho antes de tener que marcharse, procuraba madrugar para verla ir a la escuela, siempre con sus audifonos puestos y aminorando el paso cuando caminaba frente a su casa. Seguro estaba que esa costumbre ella la conocía. Siempre estaba listo cuando, en punto de las 6:30pm, tocaba la puerta en busca de su hermana, quien enojada explicaba que él tardaba horas bañandose y recien estaba libre la ducha, dejandoles asi solos por un rato. Y antes de dar las 10pm -hora en que tenía ella que regresar a casa-, terminaba de jugar futbol para ofrecerse a acompañarla hasta su puerta.
No le molestaba que todo el mundo ya se hubiese dado cuenta que la correspondía, de hecho, le gustaba ver que, comentarios bromistas pero siempre bien intencionados como: 'Se ven bien juntos', '¿Para cuando la boda?' ó 'No nos hagan tios todavía', provocaban que sus mejillas se encendieran y una sonrisa permaneciera por horas pintada en su bello rostro, y al verla reaccionar de esa manera, él apenas conseguia salir del trance para mostrar tambien su felicidad.
Lo malo llegó en el momento que su abuela murió, dejandolo a él y su hermana solos, obligandolos a partir junto a sus primos. Lejos de ella.
-Sigo sin acostumbrarme -le escuchó decir; abrazaba a su hermana-, nunca voy a dejar de llorar cada vez que se vayan
Y como confirmación de sus palabras, sus hermosos ojos se inundaron con sincera tristeza al tener que despedirse otra vez de ellos, al terminar el corto periodo de visita que las clases y el dinero les permitían. Tres años después seguía afectandole tener que dejarla.
-Aun faltan... diez minutos para que... parta el tren -dijo su hermana al estar junto a él, con la voz quebrada, mientras su amada se limpiaba la cara- Se valiente... que se entere de tu boca... cuanto la quieres -subió, dejandolo solo con ella para su despedida
Dieron unos cuantos pasos hasta quedar cara a cara, ambos con los ojos rojos por las lagrimas contenidas, lagrimas que se habían prometido no derramar frente al otro. Un par de sonrisas mitad falsas mitad verdaderas: falsas por el mal sabor de una despedida, verdaderas por haber tenido unos días juntos.
-Me encanta tu camisa -dijo ella al azar después de un minuto en silencio-, ese azul te hace ver misterioso
-Y a ti esas ganas de besarme te hacen ver irresistible
Sin más, la estrechó entre sus brazos para besarla como desde hace mucho deseaba hacer. Supo al instante que nunca había probado nada más dulce en su vida, que se perdió por años el exquisito sabor a gloria de sus suaves labios.
Aquel momento no se borraría nunca de sus memorias ni de las de sus testigos.
Tal vez, años después partirían juntos y, tal vez, unos cuantos más tarde consumarían su amor en el altar; quizá regresarían con un pequeño de ojos grises como los de su padre y el cabello claro de su madre.
En el principio no creían que llegarían tan lejos, pero después se darían cuenta que les faltaba mucho camino por recorrer.