Único.

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Dos chicos de mundos diferentes se encontraban uniendo sus cuerpos en un rápido vaivén, bajo la luz de la luna, la única que podía contemplar como estos dos personajes volvían a unirse una vez más, bajo la oscuridad de la habitación

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Dos chicos de mundos diferentes se encontraban uniendo sus cuerpos en un rápido vaivén, bajo la luz de la luna, la única que podía contemplar como estos dos personajes volvían a unirse una vez más, bajo la oscuridad de la habitación. La luna era la única que sabía sobre estos encuentros y la única que podía guardar ese secreto. Respirando agitadamente, ambos susurraban tanto dulces y tiernas palabras, cómo sucias y vulgares. Contemplándose el uno a el otro mientras estaban cerca de culminar ese acto carnal que formaban cada que alguno tuviera tiempo. Allí, sólo se escuchaban sus respiraciones junto al ruido de la cuidad de fondo. En la habitación del menor, abrazados, cansados por su anterior acto, estaban ellos.

—¿Vas a quedarte? —preguntó el alado acomodando mejor la almohada en su cabeza.

—¿Quieres que lo haga? —respondió con otra pregunta ahora el peliblanco.

—Mhm. —afirmo cansado.

—Entonces lo haré.

Ambos ya sabían que hacer, sacaban las mantas sucias, colocaban la ropa sucia y en la mañana se encargarían de lavarlas, se bañaban, se colocaban un bóxer, alguna camisa que encontraran y dormían. No malentiendan. Al sacar las mantas, el peliblanco siempre hacía un chiste sobre el desastre que hacían. Al sacar la ropa sucia, el menor siempre decía que olía a "sexo" siendo respondido con un "a que huele delicioso", al bañarse, siempre quedaban diez minutos jugando con el agua o si bien tenían energía, otra ronda (que este no era el caso por desgracia), al vestirse, el menor siempre se colocaba una camisa del más alto (ya limpia por supuesto) y su respectivo bóxer, siempre reía cada que el peliblanco se quejaba que se iba a quedar sin camisas, pero que aunque supiera dónde las guardaba el rubio, las dejaba ahí.

Finalmente, ambos en la cama, durmiendo cómo normalmente hacían, el mayor abrazando por la espalda al menor, y este sintiéndose protegido en sus brazos.

Era bastante raro, hace unos meses estaban a punto de matarse mutuamente y ahora dormían juntos en la misma cama, incluso durmiendo mejor que cuándo lo hacían en soledad. Ambos pasaron por muchas cosas hasta llegar a ese momento, recuerdan que del odio pasaron al deseo, y del deseo al odio nuevamente, luego del odio pasaron a la duda, y de la duda al deseo junto el amor. Fue difícil, ya que se destruían con mentiras y dudas, pero a pesar de todo salieron adelante. No les gusta recordar el inicio de su relación, siempre terminan llorando ya que dañaron al otro por su egocentrismo e indiferencia. Dabi siempre es el más afectado de ahí, le duele mirar las cicatrices que dejo en la espalda de su novio, a pesar de que este le dijera mil veces que no era su culpa o que ya no dolía. El siempre se iba a ver a si mismo cómo el idiota que no merece la compasión de Hawks.

Pero el menor era terco, le decía que cada vez que se culpará a si mismo dejaría de verlo sólo para irse a trabajar (cosa que era totalmente falso ya que en cuánto Dabi le mandaba un mensaje lo leía y le pedía lugar y hora). Aunque eso conmovió el podrido corazón de el peliblanco, a veces sufre en silencio por sus estupideces pasadas. Mientras Hawks no se enterara, el intentaría avanzar sobre su culpabilidad. Sólo por él.

"𝔏𝔞 𝔳𝔦𝔢 𝔦𝔫 𝔯𝔬𝔰𝔢"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora