『 Pᴇʀɪᴏᴅᴏ 』

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Sin duda una de las fechas que más odia Junichiro Tanizaki es cuando le llega la menstruación. Aparte de detestar los horribles dolores, le recuerda que desgraciadamente nació en el cuerpo de una mujer. La disforia lo llena por completo en esos días, afirmando en su cabeza que nunca será un chico de verdad.

Sólo había dos personas en la agencia que estaban al tanto de lo que era. Estas eran su hermana Naomi y su amigo más cercano, Atsushi. Les tenía la suficiente confianza para decirles que es trans, sabiendo de sobra que no lo juzgarían de ninguna manera. El resto de las personas de la agencia lo ven como un hombre cis, lo cual le favorece mucho.

Una mañana normal en la agencia transcurría; Dazai siendo regañado por Kunikida por haberle dejado todo su papeleo al pobre de Atsushi. Rampo comiendo sus dulces esperando un caso que requiera de su asombrosa ultradeducción. Etc, lo típico.

Junichiro estaba sentado junto a Atsushi, ayudándolo con la sobrecarga de papeleo que tenía gracias a su superior al mismo tiempo que hablaban de cosas triviales.

— Ahh, al fin terminé este — Suspiró aliviado el hombre tigre — ¿Podrías alcanzarle este informe a Kunikida mientras sigo con este otro, Tanizaki?.

— Claro, no hay problema — Le respondió su amigo, tomando la carpeta en sus manos y levantándose de su asiento. Pero se vio interrumpido al ser tomado del brazo, haciéndolo volver a sentarse donde estaba. Miró a Atsushi confundido. — ¿Qué pasa?.

Se acercó a su oído y susurró — Creo que te bajó, tienes el pantalón manchado.

Oh no, lo que faltaba.

Se alarmó de inmediato. No tenía ropa de repuesto y su casa estaba lejos, sin contar que no tenía adherentes a su disposición tampoco. Maldijo en voz baja.

— Rayos, ¿Ahora qué hago? — Se amarró su chaqueta que estaba en el respaldo del asiento a su cadera, para al menos tapar la mancha.

Atsushi volvió a tomarlo del brazo y salieron de la oficina, se fueron al baño para poder hablar mejor.

— ¿No puedes pedirle a Naomi que te traiga otra ropa?.

— Nuestra casa está lejos, si va ahora va a tardar, además no creo que Kunikida la deje salir. — Se notaba el nerviosismo en su voz.

— Diablos, tranquilo, ya pensaré en algo.

— Pues que sea rápido por favor, no sé cuánto más pueda seguir así.

Dios, ¿Por qué tenía que pasarle ahora? ¿Por qué tuvo que haber nacido en ese cuerpo? ¿Por qué no pudo nacer como un hombre normal? La disforia lo estaba consumiendo, quería llorar, se sentía tan asqueroso.

— ¡Ah! Se me ocurrió algo. Ya regreso, iré a hablar con Naomi. No tardaré. — Y dicho esto, salió del baño.

Tanizaki simplemente se quedó ahí esperando. Se miró al espejo y se analizó de pies a cabeza, notando cada maldito rasgo femenino en su cuerpo.
Sus pensamientos empeoraban la ya desastrosa situación, ¿Qué clase de hombre tiene el período? ¿Qué clase de hombre tiene que usar un binder para aplanar su pecho? ¿Qué clase de hombre tenía curvas? ¿Qué clase de hombre tiene una voz aguda?.
Envidiaba a Atsushi, envidiaba su cuerpo, envidiaba su sexo. Quería ser como él.

Lágrimas empezaron a salir de sus ojos, se sentía de lo peor. Esos días eran en los que la disforia estaba peor que nunca.
Deseaba tanto poder ser un hombre de verdad, y no tener que ocultar su pecho, su cintura y caderas con un binder y ropa holgada. No tener que forzar la voz para hacerla un poco más grave. No tener que pasar por situaciones como esta.

No sabe cuánto tiempo pasó, pero en un momento entró Atsushi nuevamente con una bolsa en la mano. Esta contenía en su interior adherentes, un pantalón y ropa interior limpias.

— Perdón por la demora, Naomi fue a la farmacia más cercana pero estaba cerrada, así que tuvo que ir a otra. Toma, te presto este pantalón y ropa interior, son míos, espero te queden bien. — Aunque se secó las lágrimas rápidamente, estaba seguro de que Atsushi se había dado cuenta.

Se metió a uno de los cubículos y se cambió. Dejó la ropa sucia en la bolsa, la guardaría en su bolso para poder lavarla en casa. Salió del cubículo cuando estuvo listo.

— Gracias Atsushi, realmente me salvaste.

— Está bien, no tienes que agradecer, para eso están los amigos, ¿No?. — Dijo sonriéndole.

Tanizaki asintió, devolviéndole la sonrisa.

Al salir del baño, se encontró con su hermana, quien lo abrazó apenas lo vió.

— ¡Hermanitooo! ¿Estás bien? ¿No te duele nada?. — Naomi siempre se preocupaba mucho por él, al igual que Junichiro también se preocupaba con ella. Ambos se cuidaban el uno al otro.

— Ya estoy bien, Naomi. Tranquila, ¿Sí?. — Le dedicó una sonrisa suave, aliviando su preocupación.

— Bueno, te creo. De todas formas también compré pastillas por si te duele.

— Gracias, en serio.

Los tres regresaron a la oficina después de eso. Tuvieron que inventarle una excusa a Kunikida, aunque de todas formas se llevaron un regaño por perder el tiempo en donde deberían estar trabajando.

Terminaron el trabajo cuando el sol se estaba ocultando. En pleno atardecer, muy hermoso.

Tanizaki estaba por irse junto a su hermana, la estaba esperando en la entrada cuando Atsushi lo llamó. Este volteó en su dirección.

— ¿Qué sucede, Atsushi?.

— Cuando entré al baño con las cosas, noté que estabas llorando.

Lo sabía.

— Supuse por qué, y déjame decirte una cosa. Aunque haya gente que te confunda con una chica, quiero que sepas que a los ojos de todos en la agencia siempre serás un hombre fuerte y con una habilidad asombrosa.
Eres capaz de muchas cosas, eres genial. No sé cuándo será el día que decidas decirle a los demás, o quizás ni siquiera lo hagas pero, siempre vas a tener mi apoyo y el de Naomi en todo, ¿De acuerdo?.

Sentía las lágrimas amenazar con salir, las palabras de su amigo lo conmovieron. Se sentía querido y aceptado.

— Atsushi vas a hacer que llore otra vez. — Bromeó.— Pero, te lo agradezco mucho, no sabes cuánto. — Le sonrió, sin poder evitar que una lágrima se resbale por su mejilla.

Ambos de abrazaron. Junichiro estaba agradecido con el universo de tener a Atsushi en su vida. Era lo más preciado que tenía después de su hermana, no sabe qué haría sin él. El pequeño tigre era sin duda un ángel para él.

𝐏𝐄𝐑𝐈𝐎𝐃𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora