¿1.62? ¡Muy corto!

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Mikey nunca había sido una persona con inseguridades acerca de su físico. En su opinión, era bastante atractivo.

Su cabello, sus ojos, su nariz, sus labios. No podía ser llamado feo lo vieran por donde lo vieran.

Incluso había tenido bastantes pretendientes a lo largo de sus 27 años. Había recibido incontables descuentos en cafeterías y algún que otro pastel o malteada gratis. Incluso cuando salía a bares o antros, no faltaba quien le invitara un trago, y su mano se llenaba de papelitos con bastantes números telefónicos apuntados en ellos.

Su cintura pequeña, sus músculos que nunca habían sido exagerados, sus manos delgadas, la bonita forma de sus caderas, el grosor de sus muslos e incluso el tamaño de su trasero. Todo era perfectamente proporcionado e incontables personas querrían pasar por sus sábanas.

Mikey estaba realmente satisfecho con su aspecto, excepto por una cosa. Insignificante y pequeña, muy pequeña, pequeñita.

¡Pequeñita como él! ¡Maldición!

Draken se agachó, cabeza, cuello e incluso parte de su torso, y de todas formas él tuvo que levantar el rostro y estirarse para poder besar a su novio.

¡Eran jodidos 28 cm de diferencia!

Mikey no sabía a quién maldecir por ese infortuno destino que le había tocado recorrer. Hasta Shinichiro logró alcanzar un maravilloso 1.82 antes de su temprana muerte. ¿Entonces por qué él seguía estancado en el humillante 1.62?

—¿Cuándo terminarán tus clases? ¿Quieres que pase por ti?

Mikey parpadeó para despejar sus pensamientos y concentrarse en lo que su novio decía.

Recientemente había comenzado un nuevo curso de repostería en el centro de la ciudad. Mikey siempre había amado los dulces y pasteles, y hace unos años, cuando habían decidido irse de vacaciones por el país, tuvo que comenzar a preparar sus propios bocadillos para ahorrarse un par de monedas, descubrieron que tenía talento para ello.

Este era su cuarto curso de repostería y barismo, esta vez era un poco más profesional que los demás, y aunque Mikey ya tenía un pequeño ingreso vendiendo postres por sobre pedido, estaba en sus planes abrir una pequeña cafetería a principios del siguiente año en colaboración con los hermanos Kawata, Kokonoi también se había subido al barco en busca de ser un inversor después de ver la buena recepción que tenía el público acerca de los postres de Mikey.

Sus amigos también le hacían pedidos con frecuencia, y Mitsuya, dispuesto a apoyarlo, había hecho un gran pedido para su última pasarela.

Gracias a ello, Mikey ya se había hecho un hueco entre las principales pastelerías de la ciudad, y se esperaba con ansias la apertura de su primer local.

Sin embargo, entre sus pedidos, su nuevo proyecto, su curso de repostería, y sus clases en el dojo familiar, no tenía mucho tiempo libre.

Draken y él pasaban cada vez menos tiempo juntos, por lo que buscaban cualquier momento para verse las caras, aunque fuera tan pequeño como ir en la misma motocicleta hacia su hogar.

—Hoy saldré antes que tú, te veré en el taller. —sujetó con sus dedos índices las trabillas delanteras del pantalón de su pareja y se recostó contra su pecho, inconforme con la idea de separarse. —Deberías irte o llegarás tarde.

—¿Cómo se supone que me vaya si no me sueltas? —Draken acarició perezosamente la cintura ajena, escabullendo sus manos debajo de la camisa blanca.

Mikey sonrió, mirando hacia arriba con el mentón alzado, se paró de puntitas y buscó la boca de su novio, molestandose rápidamente cuando ni siquiera llegó a su barbilla.

20 cm para alcanzar tus labios || DrakeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora