Ese mayordomo, Conociendo

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A estas alturas todo era totalmente confuso. De un momento para otro se encontraba corriendo por las calles de Londres, por las vestimentas y la forma de hablar se encontraba cerca del año 1880. Un grupo de 4 hombres la perseguían con palos y cuchillos. Se acababa de arrancar de una pequeña pocilga que les servía como celda, donde tenían a más mujeres y niñas.

- ¡Detente ahí mujerzuela! - Grito uno de los hombres que la seguían, agitando en su mano un gran palo de madera, con la otra mano se limpiaba la nariz por donde corría sangre por el golpe que ella le había dado.

Gritaba pidiendo ayuda por las calles, pero la gente solo la miraba de reojo sin hacer nada por socorrerla, aun viendo la desesperación y las lagrimas en el rostro de la joven. La túnica blanca que llevaba esta toda llena de polvo y como le llegaba más debajo de las rodillas le impedía correr con facilidad.

Al doblar por una esquina el sonido del golpeteo de las patas de un caballo llamo su atención, pero no fue lo suficientemente rápida para esquivar al gran animal que arrastraba un gran carruaje negro con bordes rojos. Cayó al suelo y cubrió con sus delgados brazos su rostro, tratando de evitar las patas del caballo que relinchaba asustado. Apretó los ojos con fuerza y espero lo peor, prefería morir aplastada por un caballo que ser secuestrada nuevamente por esos tipos. Pero nada de eso paso, los relinchidos del caballo pararon y la dulce voz de un hombre la llamo.

- ¿Se encuentra bien, my lady?- Ella abrió los ojos y se encontró con un bello rostro adornado por una sonrisa dulce y unos ojos carmesís. - ¿Se puede poner de pie? - Esta vez el atractivo hombre le tendió la mano.

- Sii...Gracias - Susurro con voz temblorosa, apretando con confianza la mano del hombre, quien sorprendido solo volvió a sonreír.

- ¿Pasa algo Sebastián? - La voz de un niño se escucho por el lado de un carruaje. Una pequeña cabeza con cabellos azulados se asomo por la puerta de este. El joven con bello color de ojos miro la escena con curiosidad, se acomodo el cabello dejando a la vista un parche sobre su ojo derecho.

- No se preocupe joven amo. Afortunadamente el incidente no paso a mayores.- Respondió Sebastián mientras ayudaba a poner de pie a la joven y se inclinaba ligeramente en dirección al niño.

- Entonces no demores tanto, hay trabajo que hacer. - Ordeno el joven bajando del carruaje y acercándose al hombre alto.

- Tu mascota casi me mata, enano. Deberías ser un poco más amable, como tu hermano mayor. - Replico la joven la joven mientras se sacudía el polvo de la túnica blanca. Ambos caballeros la miraron sorprendidos por la descortesía en sus palabras. Vio como el pequeño niño fruncía el ceño y sonrió. - Lo lamento, ha sido un mal día.

- No es mi hermano mayor. - Se quejo el pequeño mientras se cruzaba de brazos y miraba con enojo al a Sebastián quien reía disimuladamente. - Es mi mayordomo y tú eres una mujer vulgar.

- Oh! Siento haberte confundido como su hermano, no me guardes rencor guapo. - Dijo la muchacha mirando a Sebastián. Este sonrió aun mas viendo que su joven amo se ponía rojo de rabia.

- ¿Cómo te llamas mujer? - Pregunto el joven aun enfadado.

- Y se supone que la vulgar soy yo. Es más cortes presentarse y luego preguntar el nombre de la otra persona. - Replico la joven mirándose las uñas con una sonrisa.

- Espero disculpe la descortesía de mi joven amo, my lady.- Respondió Sebastián tomando una de las manos de la joven he inclinándose levemente para besar el dorso de esta. - Es solo un pequeño niño. - Finalizo sonriendo con burla.

- ¡ Allí está la mujer¡ ¡ A por ella¡ - Grito el hombre que aun sangraba por la nariz.

La joven asustada se escondió detrás de Sebastián, tomando con fuerza una de sus brazos para sentirse más segura.

Mas allá de lo humano. Camino a lo sobrenatural.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora