Ese mayordomo, Familia

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Undertaker se encontraba caminando por los tétricos pasillos de aquella mansión abandonada, jamás pensó que esto sucedería. El dejar a Kiara estaba fuera de sus planes, pero ahora que había avanzado tanto no podía solo dejarlo. Ese demonio tenía todo planeado, lo sabía. Entro a una habitación y se dirigió a la gran cama que se encontraba ahí donde descansaba un joven de cabellos azulados, estaba conectado por vía intravenosa a una bolsa de sangre y a otra de suero.

- Mi pequeño...pronto estarás con nosotros y todos aquellos que te lastimaron pagaran. - Sintió la puerta principal de la mansión sonar con fuertes golpes, sabía que era aquella joven rubia ex prometida de Ciel. - Acá nadie te molestara mi pequeño....

_o_o_O

Kiara se encontraba sentada sobre una gran alfombra colorida que se encontraba frente a la chimenea en la habitación de su hija. Gavian pasado 3 semanas desde que Undertaker se fue sin decirle nada, Meiko ya tenía la apariencia de una niña de casi 2 años, caminaba sola y decía unas cuantas palabras. Su alimentación era diariamente de comida humana y 1 vez por semana necesitaba hacerse transfusiones de sangre para nivelar un poco la falta de alimento sobrenatural.

- Mami, miau no ta...- se quejo la pequeña niña mientras buscaba en el montón de juguetes un peluche de gato que le había obsequiado hace unos días Sebastián.

- Esta sobre la cama, cariño...- Índico sonriendo al ver que su pequeña fruncía los labios, alzaba los brazos y negaba la cabeza de forma adorable al decir ''no está''. La pequeña rio y corrió a su cama para alcanzar a su gato. Su habitación estaba repleta de juguetes de la compañía Phantomhive, peluches de conejos y gatos que eran los preferidos de Meiko y que su padre se encargaba de llevarle cada vez que salía una nueva versión.

Mentiría si dijera que no era feliz, lo era. Tenía a su pequeña hija y Sebastián se encargaba de hacerla sonreír a diario con pequeños detalles, pero la ausencia de Undertaker dejo en ella un vacio que sabía que podría llenar con nada en el mundo, ni siquiera con todo el afecto que le entregaba Sebastián. Aun no entendía como todo paso tan rápido, un día estaba compartiendo momentos con el hombre que amaba jurándose amor eterno y al siguiente él se iba sin decirle palabra alguna y dejando una imagen de él que no podía borrar. Había mentido, le había ocultado a Ciel la verdad sobre su hermano y prefirió irse que aclararlo. No lo entendía y eso le dolía.

- Mami...tas lloyando?- La dulce voz de su hija la saco de sus pensamientos, sintió las pequeñas manos de su hija en sus mejillas tratando de limpiar los rastros de lagrimas. - que te luele?

- Nada mi amor...es que me entro algo a los ojos.- Mintió Kiara limpiándose las lagrimas y sonriéndole a su hija.

- Mi papi dishe que mintir hashe que las pirsonas sean feas. - dijo la pequeña mientras sus ojos normalmente azules se ponían del mismo rojo fosforescente de su padre. Esa era una pequeña habilidad que los demonios poseían, eran capaces de saber si una persona mentía o no y su hija también la poseía.

- Es verdad...pero tu madre es la mujer más hermosa del mundo.- dijo Sebastián entrando a la habitación con una bandeja llena de postres y dejándola sobre una mesa con mantel celeste y lila. Se acerco a las dos féminas y se sentó en la alfombra junto a Kiara. - Tu madre acaba de decir una mentira piadosa, esas no son tan malas...- le sonrió a su hija y ella alegre se lanzo a sus brazos.

- Mi mami es la más ninda y mi papi es el más nindo....

La pareja se quedo en silencio mientras veían a su hija correr de un lado para otro cargando juguetes y peluches mientras jugaba feliz, ajena a todos los problemas que se estaban presentando en la mansión. El pequeño Ciel estaba tratando de contener a su familia con el bombardeo de preguntas sobre el paradero de Elizabeth y su hermano gemelo, su tía estaba muy angustiada por no saber donde se encontraba su hija y por enterarse de que el verdadero prometido de su hija estaba vivo y a quien vio y cuido todo este tiempo era su sobrino menor. Estaba enfadada, furiosa. Kiara entendía el enfado de la mujer, pero no dejaría que lastimara o intentara algo contra Ciel, ella y Sebastián lo ayudarían a cumplir con su venganza. Se encargarían de averiguar el propósito de Undertaker con el verdadero Ciel y detener cualquier acción contra el conde. Ahora siendo simplemente la prima perdida de Ciel no podía hacer mucho para controlar a Francis, su hija siempre había mostrado un carácter indomable y era muy testaruda. Kiara sonrió sin poder evitarlo, su pequeña hija era toda una mujer hermosa y de buenos sentimientos, al hilo se esos pensamientos la imagen de su hijo Vincent apareció sonriente y elegante como lo recordaba de adolescente, con su mirada sincera y profunda que encantaba a todo el mundo.

Mas allá de lo humano. Camino a lo sobrenatural.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora