Capítulo I

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Soy una pulga.

Sí, querido lector, podrá percatarse de que no soy una pulga como cualquier otra, pues estas no aclaran ser pulgas, solo son y ya.

Sinceramente, no sé en que momento he adquirido tal inteligencia como para pensar por mi misma y observar atentamente el ambiente que me rodea.

Lo que sí sé es que todo comenzó en una iglesia. Resonaba una música solemne y unos cantos lentos y monótonos, que en aquél momento me llenaron de sorpresa y admiración.

Bueno, lo que sea, estaba ocupada atendiendo asuntos profesionales relacionados con el regordete y blanco muslo de un jovencito de unos dieciséis años, el sabor de cuya deliciosa sangre recuerdo bien, y el gusto...

Ah, estoy divagando.

Poco después de empezar a poner en práctica con discreción y suavidad mis diminutas atenciones, el jóven se levantó, y yo, como es natural, lo acompañé.

Tengo muy aguda la vista y muy fino el oído, por eso pude ver como otro caballero deslizaba un trocito doblado de papel blanco en la hermosa y delicada mano del joven de deliciosa sangre.

En el exterior de aquella nota de amor, vi un nombre: "Seungmin".

El jóven estaba con su tía, una dama alta de facciones que yo preferiría no establecer lazos de intimidad, la verdad.

Seungmin era una beldad de apenas dieciséis años; tenía una figura perfecta. Su rostro era de una franqueza encantadora; su aliento, dulce como los perfumes de Arabia y, como siempre he dicho, su piel tenía la suavidad del terciopelo.

Seungmin estaba al tanto de su belleza, erguía la cabeza con orgullo y coquetería. Las melancólicas y anhelantes miradas de reojo que echaban las muchachas ( y en ocasiones tambien algunos hombres más maduros).

Al salir de la iglesia, acompañado de su tía, caminaron hasta una cercana y elegante residencia. Cuando ingresaron, Seungmin subió las escaleras rápidamente para llegar a su habitación. Y yo, pues no tenía otra que seguirlo.

Entramos a su cuarto y se sentó delicadamente en los acolchados de su cama. Salté a su alfombra y lo contemplé cruzar una primorosa pierna sobre otra para quitarse los zapatos.

Se quedó sentado observando el trozo de papel plegado que yo había visto al otro caballero depositar en su mano.

Poco después, Seungmin dejó caer la nota, y al quedar abierta, me tomé la libertad de leerla. « Estaré en el lugar de siempre, esta noche, a las ocho », eran las únicas palabras en el papel, pero al parecer tenían un interés especial para Seungmin.

Se había despertado mi curiosidad, y como deseaba saber más sobre el intrigante jóven (que la fortuna tan promiscuamente me había llevado a entrar en grato contacto), me había instalado de manera discreta en un escondite acogedor.

Seungmin se había vestido con escrupuloso esmero, y se dirigió al jardín que rodeaba la mansión en la que vivía.

Fui con él.

Al llegar al extremo de una avenida larga y sombría, el jóven se sentó en un rústico banco y esperó la llegada de la persona con la que iba a reunirse.

No transcurrieron más que unos minutos para que el caballero a quién había visto en la iglesia se presentase.

Luego tuvieron una charla que, a juzgar por lo enfrascada que estaba la pareja, revestía un interés para ambos.

Caía la tarde y el crepúsculo ya habia comenzado: el aire era cálido y suave, y los dos jóvenes estaban sentados en el banco estrechamente entrelazados.

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⏰ Última actualización: May 08, 2022 ⏰

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