ROOM.

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    Nunca en mi vida odie tanto ese olor, pero aunque sabia que la sangre olía siempre igual.

   Cuando entraba a esa habitación, era un olor diferente. Una parte de mi, me gritaba que era mi propia sangre, reclamándome lo que había dejado que sucediera.

      Recordaba sus ojos azules mirándome con un gran vació, ya no había nada, estaba muerto, sus gritos y reclamos desesperados al fondo.

   Y la mirada de Madama B, de desaprobación sobre mi. Supe que tenia que hacer y ese disparo en el tobillo me dolió tanto, lloraba en el suelo mientras me gritaba, ignorando mis ojos repletos de lagrimas.

   Siempre me vio como la mala, lo sè.

     Abofetearlo, y dispararle fue lo único que Madama B, aprovo.  Con un asentimiento de cabeza, y un inmenso dolor en mi corazón, me obligaron a limpiar la sangre y sacar el cuerpo, siendo supervisada por ese asqueroso bastardo que en primer lugar me causo todo esto.

     No quería ni mirarlo, tendría que ver esos ojos azules que me matan.

   Lo vi arrodillarse frente a mi, aquel pequeño cuerpo nos separaba, no era seguro, pero nos separaba.

    Su mano aparto las mías con brusquedad y me empujo con una mano, haciéndome caer al suelo.

   No, otra vez.

    Esperaba que me atacara, no ocurrió.

   Su rostro estaba clavado en el cuerpo del suelo, sobre un charco de sangre, un nudo se formo en mi garganta, era mi propia sangre.

     Era parte de mi.


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