Día Cualquiera En Un Mundo Cualquiera

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Estaba sentado, esperando que me sirvieran un poleo menta, en un pequeño bar que estaba en medio del centro comercial, sin techo ni pared, cuya barra era rodeada por una sola fila de mesas que formaban un cuadrado.

Era la parte de arriba del edificio y, a través de una barandilla de cristal, podía ver a la gente caminar entre tiendas. No veía nada interesante, o mejor dicho, no veía nada que a mí me interesara; porque si algo no es llamativo para mi criterio, no significa que no sea brillante y digno de atención para otro criterio (no es un tema de madurez, sino de percepción subjetiva). Aunque hay ciertas cosas que, si bien pueden no encenderte una chispa en el corazón, no se pueden negar que son cabales y bellas.

Me siento constantemente desolado, sin tristeza ni rabia; solo arrepentimiento y miedo por decisiones pasados y futuras. No me siento realizado con mi productividad y, lejos de volar liviano, una piedra me empuja hacia abajo. Pienso que podría estar en un lugar mejor, un poco más tranquilo y activo; pero ahora ese pensamiento de poco sirve, lo que debo hacer es fluir con el presente que se me ha sido otorgado (o igual es el que yo he elegido).

Mas no puedo abrir las manos a una revividora felicidad en este estado confuso. Noto que mi cara es horrible, que mi postura es horrible, que las pisadas que dejó en el asfalto son de una extraña desorientación.

Recuerdo que hace una semana estuve allí, en ese mismo centro comercial; no pude con la presión autoimpuesta, procedente del estrés que había en mi corazón (era como si mil lanzas estuvieran amenazando, formando un círculo alrededor de mi, y yo no tuviera ningún tipo de protección).

Entré en una tiendo que rebosaba de productos diversos, entre ellos libros, que fue el lugar donde fui yo. Mientras era un nómada entre las estanterías buscando un libro, que al final no encontré, un grupo de tres chicas se pararon en frente de la sección de poesía; una sección ridículamente pequeña. Sentí una extraña y fugaz alegría, ya que igual no era el único al que le gustaba la poesía, pero parece ser que no era del todo así.

Una de ellas cogió un libro pequeñito que, por lo que tengo entendido, es un tanto obsceno (en cierto punto amo lo obsceno, tiene una belleza impuesta gracias a la desnudez del alma con la que es expresado). La misma chica que cogió el libro, comenzó a leer unos versos y, al terminar, las tres empezaron a reír en tono vacilante y soberbio. Me pareció penoso, así que seguí con mi guerrilla por encontrar el libro que quería.

Siento curiosidad por la gente ajena que me rodea, por eso observó sus características principales a simple vista y rápidamente me agradan o, por el contrario, me desagradan fuertemente.

En esa misma tienda me fijé en dos personas que no me desagradan del todo. Uno de ellos llevaba unas largas rastas y el otro tenía el pelo rizado, pero compacto y corto. Este última era mucho más enérgico que su amigo de rastas, quien le respondía a sus afirmaciones con preguntas cortas y directas.

También me percaté de que la gente disfrutaba a diferencia de mi, o al menos esas personas que dejaban ver sus sentimientos con simples movimientos o palabras. Algunas llevaban bolsas, en ellas sobre todo había ropa, otras llevaban a alguien de la mano, y otras no agarraban nada pero estaban rodeadas de personas.

Yo había venido con mis padres, son muy buena compañía, pero ellos se fueron a ver unas tiendas y yo otras. La soledad brinda gran comodidad, solo un corazón latente en una oscuridad llena de entes; pero no pude disfrutar por lo anteriormente dicho, esa constante desolación.




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⏰ Última actualización: Apr 15, 2022 ⏰

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