Abril, 1987
Ayer, junto con mis compañeros de trabajo, entramos en un viejo edificio a los límites de la ciudad. Nos habían llamado una pareja joven junto a su hija de unos cinco años, sonaban preocupados y alarmados pues escucharon un disparo al pasar al lado de aquel edificio en un viaje a la ciudad vecina para una "reunión familiar"; después de llamar siguieron su camino con prisa. Estábamos los cuatro parados en la puerta, armados y esperando que el jefe de policía, Clayton Koppen, nos diera ordenes (y también que el desvergonzado viejo alcohólico llegara).
El jefe de policía era un hombre bajito y gordinflón, antipático y haragán a punto de cumplir los cuarenta y que en un breve y efímero momento de su vida, rozando los treinta, le dedicó el mínimo considerable interés por su trabajo y una enorme fuerza de voluntad de no acercarse a una sola lata de cerveza, botella de vino o trago de whisky o vodka durante aquellas seis semanas de la investigación del asesino de Stephan Jacks, el primer y último caso que resolvería con sus créditos merecidos. El viejo descubrió casual y fácilmente en un bar y donde pasaría a la historia el famoso Incidente Bloodbell, aquel día en el que envuelto en su frustración por el divorcio de su tercera esposa (a quien nadie culpa en realidad), fue a ahogarse entre alcohol y cigarrillos en el bar de mala muerte al que bautizamos mis compañeros y yo como Bloodbell, pues al descuidado del dueño del bar, no le dio para más que para pasarle solo un trapo sucio a la sangre de la pelea de Koppen y el asesino. Al parecer había pensado en aquella fabulosa idea de limpiar cuando la sangre estaba tan seca como el desierto del Sahara.
La primera vez que reclamamos a los superiores el ascenso de nuestro negligente y malhablado compañero, empezaron a hacernos preguntas como: "¿Y con que coraje se atreve a decir ustedes eso? ¿Cuántos asesinatos han resuelto ustedes?", y, "Oh, y me imagino que usted ya ha enfrentado a un homicida tan repulsivo y sádico como como aquella basura que torturó y mató cruelmente al joven Jacks muchas veces, ¿no?", y se enojaron a tal grado cuando le espetamos la pereza y hostilidad de Koppen que amenazaron con despedirnos y gritaron a los cuatro vientos que si escuchaban una mísera queja al respecto de nuevo podíamos quedar en la calle (pues buscar empleo en estos momentos era un tema bastante peliagudo y nuestras habilidades policiacas no nos servirían de nada si se les ocurría quejarse de sus malagradecidos oficiales con sus compañeros). Salimos cabizbajos de la oficina de nuestros iracundos superiores y no volvimos a hablar de aquello a menos de que estuviéramos fuera del trabajo.
Michael, que ya se había empezado a enojar por la impuntualidad de Koppen masculló:
"Si ese idiota no llega ya, derribaré la puerta yo mismo." Dan, que era el mas paciente del grupo y quizás del mundo entero le dijo con su voz calmada que siempre logra tranquilizarnos en nuestros frecuentes ataques de furia que tuviera paciencia y que se calmara por Emily. Emily era la pequeña hija de Michael, era muy adorable y bonita, y era como la luz en la vida de Michael después de que su madre muriera por un paro cardíaco, aunque no se mucho acerca de ese tema pues a Michael no le gusta hablar de eso. Primero no entendí a qué se refería Dan con lo de Emily, hasta que recordé que antes de ser policía, Michael estaba en una difícil situación económica por lo que tuvo que entrar a la escuela de policía pues ese era el sueño de su padre (y el único que ese viejo controlador le ayudaría). Así que si Michael era despedido, su padre no le ayudaría en un comino cuando tuviera que pedir limosna en la calle y tuviera que arrastrar a Emily con el y su miserable vida, o tendría que separarse de ella.
De pronto, nuestras voces fueron ahogadas por el ruidos motor de la patrulla de nuestro queridísimo jefe Clayton Koppen. Se estacionó descuidadamente, y salio de ella azotando la puerta.
"Bien, hagámos ésto rápido" dijo con su tosca voz. Vi cómo Michael estaba a punto de bufar pero tuvo el autocontrol suficiente para no hacerlo audible; de todos nosotros, él era quien más despreciaba a Koppen. El jefe se situó frente a la puerta y de una patada la rompió; todos entramos con nuestras en alto en formación.
Es un pasillo largo con un par de puertas distantes entre sí con números grabados en la madera y una reja delante de ellas. Nos adentramos más al pasillo y al final habían otras dos puertas iguales a las anteriores y unas escaleras de granito como el de las paredes con barandas pintadas de verde algo oxidadas.
"A ver" dijo el jefe Koppen después de unos segundos, en su voz se notaba la resaca mucho más evidentemente que si se hubiera escrito "RESACA" en la frente "Williams y Watson, revisen los primeros departamentos; Taylor y Smith, los de este lado"
Dan y yo obedecimos a Koppen y registramos los departamentos de los pasillos, no tenían mucha diferencia ni encontramos nada fuera de lo normal, hasta llegar al último piso. Un olor putrefacto chocó contra nuestras narices y solté una maldición.
"¿Qué demonios...?" dijo Dan al entrar a la habitación donde el olor se hacia más intenso, mientras se tapaba la nariz con su brazo. La habitación era un desastre.
La cama tenia resortes salidos y sin cama. Libros tirados por todas partes, eran tantos que era imposible no pisar ninguno pasando; las cortinas estaban destrozadas y había un gran estante volcado en un esquina. Definitivamente, el olor procedía del estante, pero no parecía de moho.
Dan de posicionó a un lado del estante y yo del otro. Procedimos a levantarla, no sin esfuerzo, y nos estremecimos de lo que había bajo ella. Era un cadáver, parecía de mujer. Dan, retrocedió atemorizado.
"Ah, carajo" soltó Dan.
"Maldita sea, Dan, necesito ayuda" le dije sin aliento, ya que había caído todo el peso del estante en mis brazos y había empezado a irse de lado.
Dan jadeó y volvió a acomodarse al lado del estante y lo empujamos hasta que quedó estable. Llamamos a Koppen y le enseñamos el cuerpo y lo llevó con los forenses. Esta vez Koppen nos acompañó para seguir registrando el departamento. notamos que la sala de estar estaba completamente vacía; no habían mesas, ni estantes, ni siquiera sillones. Y había un pasillo con tres habitaciones pero todas eran similar a la del cuerpo. Subimos las escaleras, y escuchamos una melodía que nos dejo inmóviles.
Era un piano de cola.
Entramos en la habitación con las armas en alto. La habitación estaba completamente vacía a excepción de un gran piano de cola en el centro de la habitación. Una chica estaba detrás del piano tocando esa bonita música; la chica tenia un revólver apuntando hacia nosotros y la vista clavada a las teclas.
"¡Policía! ¡Manos en alto!" grito Koppen.
La chica no se movió y siguió tocando como si nada.
"¡He dicho que pongas las manos en alto!" grito de nuevo Koppen, impaciente "¡Tienes cinco segundos!"
No prestó la menor atención a sus palabras.
"¡Uno!"
Siguió la bella música.
"¡Dos!"
No se había inmutado en ningún momento.
"¡Tres!"
Dan le puso una mano en el hombro a Koppen intentando calmarlo, pero este lo apartó bruscamente.
"¡Cuatro!"
La chica tocó su nota final.
"¡Cinco!"
Koppen disparó.
Espero que les haya gustado mi primer capítulo:D Si les gustó, porfa voten, comenten y compartan ;D (^-^)
ESTÁS LEYENDO
It's a Hard Life
Teen FictionJoel Watson es un policía que junto a sus compañeros de trabajo, va a investigar un edificio abandonado por llamada de una familia preocupada al escuchar el sonido de un disparo cuando pasa junto a aquel edificio. Ahí conoce a Ellie, una joven que h...