Una boda y miles de mentiras

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Hola.
Soy Mar, me casé hace unos días con Max y estoy súper contenta. Aún no nos hemos ido a vivir juntos, ya que lo llamaron en nuestra noche de bodas y tuvo que irse de emergencia al trabajo.

Max es muy reservado, fue una boda sencilla.
Habíamos quedado a las cuatro en la plaza de las flores cuando una mujer me llamo, diciendome que Max había muerto y que ella habia encontrado el certificado de matrimonio entre sus cosas, decía ser su madre.
Yo no conocía a su familia, nos conocimos en mi pueblo, Y ambos nos enamoramos rápidamente.

No me lo podía creer. ¿Muerto? Nos acabábamos de casar, éramos felices y nuestra vida recién comenzaba.
La mujer que me llamo, me dijo que yo debía de asistir al funeral, que eran una familia muy influyente, los Lombardi.

Yo no sabía que decir, la pena me consumía.
Después de llorar unas horas junto a mi hermana Paula, caí. ¿Familia influyente?
— Se ha tenido que equivocar esa señora. Max me dijo que trabajaba en una librería. Es imposible.
Y colgué. Sería una maldita broma pesada.

Llamé y llamé a Max, pero su teléfono no daba llamada, saltaba directo al contestador.
No me lo podía creer. Tenía que ser una broma.

La llamé de nuevo. La señora me volvió a relatar lo ocurrido, un accidente de coche.

Esa misma tarde, mi hermana y yo compramos los billetes hacia Italia.
Cuando llegamos al aeropuerto, nos recogió el chofer de los Lombardi.
Al llegar a "la casa", y digo casa porque aquello era una MANSIÓN, casi me caigo de la impresión.
En mi interior seguía pensando que esto debía ser un error.
Mi Max no podía ser el mismo al que velaban hoy.

La señora de la casa me recibió con lágrimas en los ojos, muy angustiada y triste.

— Hola querida, sient-to que nos hayamos conocido así... Como ves, somos una familia muy importante en Italia, y no venís muy adecuadas para el velatorio, el mayordomo os llevará con mi hija Amanda y ella os prestará algo.

Yo simplemente asentí entre lágrimas y mi hermana callaba a mi lado.
No conocimos a Amanda, nos dieron la ropa y nos cambiamos, no es que fuéramos mal vestidas, íbamos en vaqueros y con una blusa negra cada una. Con todo esto, tan repentino, con tanto dolor, no pensamos mucho en qué ponernos, tampoco es que tuviéramos mucha ropa cara o elegante, como la que llevaban los asistentes del velatorio.

No conocíamos a nadie, la gente se acercaba a darnos el pésame, me llamaban señora de Lombardi. No lo entendía. ¿Por qué a mi? ¿Por qué a nosotros?

La señora María nos acompañó a nuestros dormitorios, esa noche nos quedaríamos ahí. Mi hermana tenía uno para ella y a mi me dieron otro distinto. Esta casa debía tener más de cincuenta habitaciones. Me sentía como pez fuera del agua.

La señora María se despidió de ambas y nos dijo que ya hablaríamos mañana por la mañana.
Esa misma noche, entre lagrimas y sin poder dormir, oí un ruido, mi balcón se abrió y apareció la figura de un hombre, al principio me asusté mucho, me levanté y me dispuse a huir de ahí, a pedir ayuda, luego me desmaye al darme cuenta de quien era, era Max, segundos después me encontraba entre sus brazos.

— Mar. Mar. ¿Estás bien? No te asustes, mi vida, soy yo, Max.

¿Cómo era posible? ¿Estaría soñando? ¿Sería la tila que me dio el ama de llaves?

— ¿M-Max? Oh Max, si, eres tú. - Dije mientras le acariciaba la cara, el torso, los brazos, luego comencé a abrazarlo y a besarlo como nunca.

— Todo esto tiene una explicación, tenía que ocurrir, tenía que ser así, lo siento mucho.

— No entiendo nada, he visto a tu madre llorar desconsolada, todo el mundo... piensa que estás muerto, y a mi... ¡Me has mentido!

En ese momento, tocaron a la puerta, era la señora María, que llamada con mucha insistencia.

— ¡Querida! ¡Mar! ¡Es urgente, baja, corre! ¡Rayos! Esto es un verdadero milagro. ¡Corre!
Yo me apresuré a levantarme, pero Max me cogió de la mano y me frenó.

— Se que tengo mucho que aclararte y que contarte, pero por favor escuches lo que escuches, tienes que escucharme, yo te amo, eres la mujer de mi vida. Por favor, confía en mí. Te lo ruego.

Definitivamente no entendía nada.

— ¿Cuando le vas a contar a todos que estás vivo? Dios, tengo tantas tantas preguntas... Tengo que ir con tu madre, parece muy importante. ¿Será que sabe que estás vivo? Oh.. Max que mal lo he pasado..

— No, no lo sabe, Mar. Escucha, antes que nada, mi nombre no es Max. - Dijo mientras me agarraba de las manos. - Me llamo Cristiano.

Se me secó la boca. Incluso creo que palidecí en aquel momento.
Escuche pasos acercarse, no podía moverme. Y Max, Cristiano, o como se llame, se fugó, por el balcón de la habitación.

"Me llamo Cristiano."

La puerta se abrió.

— ¡Corra, señora! ¡Baje, tiene que ir! - Dijo el mayordomo con lágrimas en los ojos, aunque parecían de felicidad.

Bajé como pude por la gran escalera que daba al gran salón y ahí me encontré con la señora maría y un alto hombre de unos treinta y cinco años, moreno y con muchos moratones y heridas. Al que yo ya había visto. Al que conocía. Mierda.

— Hija, es Max. Está vivo.

Palidecí.

— Ho-ola Mar. - Dijo el con trabajo al hablar, se ve que tenía mucho dolor. - Me ha dicho mi madre tu nombre, perdona, pero en el accidente perdí la memoria y no recuerdo nada, no me acuerdo de ti.

— H-hola.

Fue lo único que logré decir.
La señora María me miraba confundida.
¿Que se supone que tenia que hacer? ¿Que clase de engaño era este? Necesitaba volver a ver a Max, bueno.. a Cristiano o como leches se llamará.

El verdadero Max me dijo que lo acompañara a "nuestra" habitación que tenía que hablar conmigo para ponerse al día, ya que no recordaba nada.
Mientras subíamos las escaleras, él me dedicaba sonrisas, como... ¿Intentando agradarme? ¿Riéndose de mi? ¿Probándome?

Me temí lo peor.

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Que pensáis que pasará? 🫣

Yo no quería enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora