Las calles estaban abarrotadas, el frío helaba hasta los huesos y las piernas le dolían por tanto caminar. Llevaba la mano izquierda escondida en el bolsillo de la vieja gabardina, la mano derecha agarrando con fuerza la pequeña maleta de ruedas, y los hombros contraídos por el frío. Las ráfagas heladas le golpeaban el rostro haciéndolo enrojecer a tal punto de sentirla helada y caliente al mismo tiempo. Debió haber llevado más dinero para al menos rentar un automóvil y así no sufrir el crudo invierno, pero las deudas de su padre lo estaban ahogando. Min Yoon Gi, veintitrés años, de piel pálida, estatura media, cabello negro, nariz pequeña, pómulos no muy pronunciados y rostro ovalado, llevaba el peso, a su corta edad, de pagar las deudas que su padre había heredado a su familia después de morir. Era su único hijo, legalmente, así que no podía escapar de su destino.
Pero para su buena, o mala, suerte lo habían transferido y dado el ascenso a agente especial —psicoanalista en la Unidad de Asesinos en Serie con sede en Seúl. Los años de privaciones habían dado resultado; no dormir por estar estudiando, cuatro horas de ida y vuelta a la universidad en tren, cuatro trabajos de medio tiempo y el sacrificio de su vida social y sentimental, todo había valido la pena. En el pequeño pueblo donde nació y vivió desempeñaba el papel de agente investigador en jefe, el único en su área, en homicidios, no tendría la experiencia suficiente para desempeñar en su totalidad su nuevo trabajo, pero tenía los estudios necesarios para dar un buen rendimiento.
Era su primer día de trabajo e iba a llegar tarde, así que apresuró el paso y fuertes punzadas empezaron a darle en las piernas en cada zancada que daba. La maleta daba tumbos por todo el camino, se aferraba a ella con fuerza para no perderla. Aquella vieja maleta que había comprado en un bazar sólo cabía un par de suéteres deshilados, unos cuantos cambios de ropa interior, dos pantalones con parches en todas partes que ya le quedaban cortos, unos tenis con suelas a punto de despegarse y su obsoleta laptop, eso y lo que traía puesto era lo único que pudo sacar de aquel infierno donde vivía.
Bailó, lloró, río y hasta saltó de felicidad después de leer la carta del Departamento de Recursos Humanos que llegó a sus manos a la mitad de su día de descanso. Festejó sólo en su pequeña habitación, que aún tenía rastros de cuarto infantil, entre sus pocas pertenencias y con su madre ebria golpeando la puerta.
—¿Por qué tanto escándalo? —gritaba su madre, botella en mano, que no era ni la primera ni la última.
Su madre no quería que se fuera a pesar de que llevaba varios años tratando de deshacerse de él. ¿Quién iba a proveerle de dinero para comprar las botellas de soju que le encantaban?
Faltaban tan sólo unos cuantos pasos para llegar a la estación de policía cuando un automóvil pasó a toda velocidad por un charco de agua helada dejándolo empapado de pies a cabeza. Se paró en seco mirando a su alrededor perplejo, eso no era nada bueno. Saliendo de su ensimismamiento retomó el camino hacia la escalera del departamento policial. Va a ser un gran año dijo mentalmente, y que si lo iba a ser.
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Cuando los cerezos estén en flor
Mystery / ThrillerCuándo Yoon Gi se va a vivir a Seúl tras ser promovido a detective de homicidios, no se imaginó que su vida cambiaría tan drásticamente al conocer a sus compañeros de la estación de policía, principalmente a Kim Da Hyun que le hará ver que la capita...