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"Con un demonio ¡Sí, Nam! Entiendo eso pero...".

YoonGi dejó la oración a la mitad, acariciando con más cuidado la espalda de su minino, observándolo agarrar fuertemente su mano libre, mientras su otra manita se encontraba en el protector del asiento del inodoro, con JungKook casi apoyando su barbilla en este, jadeando una vez YoonGi jaló la palanca. Le gustaba ver el agua limpia llevarse eso asqueroso que salía de su boca, además de los dulces mimos de su amor.

"Él está mal, NamJoon, es la tercera vez que vomita y siempre es lo que come o cuando está en la cocina, también se queja de dolor de estómago y ¡Joder! Te juro que no sé qué hacer".

Al ojinegro se le partía el alma al escuchar a su amigo de esa forma, incluso a través de la línea. NamJoon observó a SeokJin sentado a su lado, en la cama, su minino se movía, buscando una mejor forma de escuchar lo que YoonGi decía, hasta que el mayor se compadeció de él y colocó el altavoz.

"YoonGi ¿Cómo está JungKook?" La voz preocupada del rubio sorprendió a ambos chicos, pero ninguno dijo nada al respecto, no era el momento.

"No está bien, Jin. Tengo que llevarlo al médico".

"Pero no puedes, sabes lo que pasaría si lo llevas al médico. YoonGi, lo hemos visto, ese sujeto sigue buscando a JungKook y hay mucho dinero en juego, cualquiera puede darle una pista si lo ven llegando al hospital, sea el que sea".

"¡Te dije que ya lo sé, NamJoon! Lo sé".

JungKook se alejó del retrete para acurrucarse con el mayor, quien al instante se levantó, junto con su pequeño, llevándolo al caño para ayudarle a cepillar sus dientes, y luego cargarlo con mucho cuidado, directo a la cama, mientras oía los preocupados maullidos del minino, acariciándole la mejilla a William, queriendo que se calme. ¿Cómo hacerlo si veía a su pequeño JungKook pálido? No estaba bien, menos de un día así y ya sentía que su corazón se le saldría si no hacía algo para aliviar a JungKook.

Sus planes de mudarse se vieron interrumpidos cuando su pequeño amor pasó una mala noche con dolores estomacales, por órdenes de su madre YoonGi no hizo la mudanza respectiva. Al día siguiente empezaron las náuseas y vómitos, hasta la actual madrugada, con su cabeza estaba reventando sin saber qué hacer.

"Chicos... No quiero..." YoonGi abrió los ojos, ya rojos por las lágrimas que había contenido por horas y la presión que ejercía en estos por mantenerlos secos, admirando el preocupado rostro de JungKook, sus preciosos ojos esmeralda brillando aún entre tanta oscuridad, oyendo los dulces "Meow" tan asustados, dejando que los labios del minino le dieran tiernos besos "No puedo perderte, JungKook" Juntó su frente con la del gatito, disfrutando del roce de sus rizos con su piel. No podría vivir sin eso, no ahora que ya había experimentado lo que era tenerlo.

"¿Amor?".

YoonGi se tensó, sentándose mejor, giró la cabeza hasta la puerta de la habitación y observó a su madre ahí, acercándose preocupada al ver a su hijo llorando, escuchando los maullidos de JungKook. Aún sin entender, supuso que el minino intentaba explicarle lo que había sucedido. YoonGi cortó la llamada y pasó sus manos por sus ojos, quitando las lágrimas antes de que llegue su madre a su lado y se siente también en la cama, acariciando la mejilla de su hijo.

"Lamento si te desperté, mamá" YoonGi gimió, aun con las lágrimas resbalando por sus mejillas, tratando de retenerlas inútilmente "Es solo que... Hablaba con NamJoon y...".

"No me despertaste, YoonGi. Vine a ver cómo estaba JungKook".

"Meoow" YongSun acarició con ternura detrás de la dulce oreja del más pequeño, dejando que el rostro de JungKook se froté sobre su mano, escuchando el dulce ronroneo ¿Para qué mentir? Ella, al igual que cada persona en esa casa, le había agarrado un cariño increíble al pequeño minino, JungKook era la inocencia pura, y YongSun aún se sentía culpable porque el primer vomitó del gatito fue cuando le estaba ayudando en la cocina. Aunque no comprendía qué ocurría, JungKook comía saludable, de hecho lo alimentaba con lo mismo que a sus hijas y hasta la leche de los bebés cuando deseaban engreírlo, cosa que terminaban haciendo toda la familia.

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