El andar de uno de sus más grandes sueños se veía envuelto entre aquellas cuatro paredes. Lo llamaba el segundo puesto que hacia un tiempo que aquello habia cambiado para el. Chico arrogante, amarse a uno mismo, soledad. Las cosas no salen como uno piensa y quizás dormir solo ya no era parte del plan. Las columnas de su vida se habian mezclado, otras habian caido y en su lugar, mas vivas y más hermosas otras se habian construido.
Sonriendo ante todo, pasando ante nada, el trabajo lo consumía y la realidad lo abrumaba de sobre manera. El tiempo no era más que una especie de nostalgia que lo retraia en las palabras que se esforzaba por plasmar. ¿Quien pensaría que las cosas habían pasado tan rápido? En su diccionario de frases nuevas páginas se habian integrado, nuevos sentimientos y las ventanas se habrian abierto dejando entra la luz azulada y grisácea de un nuevo llegar. Un nuevo lugar.
Una taza humeante de té de jazmín era delineada por su dedo índice, las pequeñas hojitas amarillas flotaban elegantemente en la taza transparente, el pequeño sonido producido por los constantes giros formaba un tono, una pequeña melodía de frustración pero tambien de espera que entonaban a la par de las manecillas del reloj. Jamas se habia sentido más desesperado, pero era de esperarse, ciertas cosas no son tan fáciles de asimilar y mucho menos de hacer presentes si los pensamientos e ideales forman un choque idealista. ¿Pero que se le puede hacer a una venda continua de grosor tan espeso, cual bruma, cual fuego arrasando todo a su paso?
Eran nuevos los sentimientos y aunque a veces fuera un trago amargo ahora se sentia pleno para ciertas circunstancias. El viaje habia sido largo, textualmente hablando pues el tan esperado movimiento a tierras poco conocidas había comenzado, hacia dos noches que llego a Eslovaquia. No había mucha diferencia horaria, apenas unas horas en realidad, pero tambien pasaban factura a su cansado cerebro.
Teclas, teclas, teclas, pausa. Pausa, teclas, teclas, teclas, sorbo de te, bostezo, teclas, teclas borrar, borrar, suspirar. El reloj marcaba las 6 de la tarde y el barullo en el pasillo no dejaba de sonar. Le daba 10 minutos para que terminara, después de todo la gente llega tarde a sus trabajos pero va en horario express cuando es hora de salida. Los tacones de Kim Jisoo no dejaban de resonar contra el suelo imitación de marmol de la oficina, la pobre llevaba así quizas desde las 10 de la mañana. Era miércoles y tal ves el ya se compadecia de ella, después de todo no era fácil ser la asistente del dueño de tan prestigiosa compañía, sin embargo era parte de su labor y eso nadie se lo quitaba. Mas aun por que a sus escasos 21 años ya había logrado mucho y tenia mejores referencias que cualquiera desearía.
Quizás pensar en la vida de Kim Jisoo no era lo mejor si tomaba en cuenta la fecha y el lugar donde se encontraba,
Yoongi veía fijamente a la nada esperando una señal del cielo, un nexo que nuevamente complementara su tan esperado reporte y conferencia respecto a la empresa. Pero el clac clac de los tacones de Jisoo lo traía más que preocupado y con ansiedad. ¿Acaso no se desgastaban?Como fuese que fuese, el tiempo transcurria tan lento y el frio le calaba hasta cierto punto en las fibras de su cuerpo, miró el reloj y ya eran las 8 de la noche. ¿Es que acaso el tiempo pasaba tan rápido? ¿En que momento sucedían las cosas? ¿Como funcionaba la vida y los pasos del ser hasta un nuevo entorno?
A las afueras escuchaban los truenos y la fuerte lluvia que amenazaba con caer sobre la ciudad. Una tranquilidad desierta por la bella noche fría, azul y oscura que abrazaba la calidad del ambiente y de su pecho desde unas semanas atrás. La pieza esencial de su mano rodeada de lápiz y papel cambiaba ciclicamente entre el gris de su agenda y lo pálido de sus manos, pensar en esos momentos iba de su estancia, pero no podia hacerlo, mucho menos concentrarse.
A lo lejos escuchaba los cuchicheos casi inentendibles a su idioma natal de aquellas dos recepcionistas que lo miraban seguramente desesperadas por que ya se fuera, y el enorme ventanal comenzaba a empañarse, pero cuando menos lo pensaba ya se encontraba cerrando su laptop y colocándose el abrigo de lana negra junto a aquella bufanda gris. La tomo en sus manos y aspiro lento, sonrío.