Rosas y Girasoles

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Dedicado a mi amiga Zuri, por su cumpleaños. Un gran abrazo y beso fuerte para ti.

Rosas y Girasoles

Abrió los ojos por inercia, como venía haciéndolo durante los últimos años, el despertador hacía mucho tiempo que se había enterrado en el olvido. Las ganas de llorar estaban ahí presentes, como cada mañana, y como cada mañana se obligó a no dejarlas fluir. Su vida había cambiado durante los últimos meses de una manera tan radical.

Hubo un tiempo en que creyó que esto jamás le pasaría a ella, ahora se daba cuenta que había vivido una mentira desde siempre.

Se levantó automáticamente de la cama, sin un animo si quiera de hacerlo, solo lo hizo porque era lo que se esperaba de ella. "Sé fuerte" "No te dejes vencer" "Todo va a mejorar" "Demuéstrale que no te importa". Sí, eran palabras hermosas y llenas de apoyó, pero no eran las que quería escuchar.

Continuó con su día cómo si todo fuera normal, pero nada lo era, sus ilusiones se habían ido perdiendo entre el tiempo, en medio de promesas que jamás se cumplieron y con ellas se había perdido la alegría de vivir.

Preparaba su almuerzo, cuando el timbre sonó. Las doce del día, siempre a la misma hora, sin importar nada, su entrega siempre llegaba a esa hora, tan puntal que le asustaba.

Fue a recibir su paquete, que no era otra cosa que un ramo de rosas rojas, acompañada siempre de una tarjeta anónima. Firmó la entrega y despidió al mensajero, ansiosa por saber cuál era el mensaje de hoy.

"Está bien llorar ¿De acuerdo? No te hace débil, si no humana".

Bastaron esas simples palabras para que las lágrimas fueran derramadas sin control. Había durado tanto conteniendo el sentimiento, no dándose permiso a dejar fluir el dolor. Nadie debía verla débil, pero ahora, por alguna razón, esa simple tarjeta la había hecho llorar.

Hace seis años había contraído matrimonio con "el mejor hombre del mundo", o al menos en aquel tiempo todos lo pensaban. Era la envidia de todas las mujeres de su círculo. Un matrimonio tan valorado por su padre y por su hermano, dónde la única que se opuso no tuvo ni voz ni voto; Esa había sido su madre.

Fue una luna de miel maravillosa, que duró tres meses, a pesar de que se habían planeado seis. Recuerda claramente la forma tan cruel y despiadada como terminó.

— Tu maldito padre dice que deje de estar derrochando su dinero y que pague yo los gastos. Que imbécil, si quisiera pagar los gastos por mi cuenta no me hubiera casado contigo. Recoge tus cosas que nos vamos.

Ese fue el primer golpe de realidad que tuvo, fue duro, sin embargo, seguía confiando en su esposo y creyó que las palabras habían sido producto de la ira. Regresaron al día siguiente y fue donde su verdadero tormento empezó. Una princesa como ella, que nuca en su vida había conocido el trabajo duro, tuvo que aprender a hacerlo, porque su esposo no estaba dispuesto a gastar un solo centavo en darle comodidades. Tuvo que aprender desde las tareas más básicas de cómo usar una escoba, hasta las más difíciles y duras. Sin embargo, nunca se quejó, esperando ser pronto la mujer que su marido esperaba y merecía. Nunca lo logró.

Durante seis años recibió abuso verbal, donde se le decía lo inútil que era y lo fea que se había puesto. No la volvió a tocar desde su luna de miel y tuvo que vivir seis años de miseria y soledad, aparentando ante los demás que era feliz, hasta que finalmente se había quebrado y decidió pedir el divorcio ¿A él le importó? Por supuesto que no.

—"Adelante, solicítalo, me quedaré con esta casa y con todo lo que tu padre te cedió. Tal como el acuerdo prenupcial estableció. Quién pide la separación, pierde todo ¿Recuerdas?"

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