Único capítulo.

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Finalmente llegó el sábado, había sido una semana demasiado pesada. Jiang Cheng salió de casa rumbo al trabajo, parecía que el día iba a marchar de lo mejor: el sol no estaba tan intenso y las nubes lo cubrían, pero se sentía cálido.

Al bajar las escaleras del edificio se encontró con su vecino Xichen, solían platicar ocasionalmente, le parecía una persona agradable, pero lo ponía nervioso, llevaban apenas unos meses compartiendo el mismo piso.

Aquel joven alto era atractivo, tenía ojos de un tono dorado oscuro, parecido al ocre, solía llevar el cabello suelto sobre la espalda, a diferencia de él que siempre lo recogía en una coleta, su aspecto estaba siempre relajado y todos los días le regalaba la más bonita de sus sonrisas.

No pudo evitar tener sentimientos hacia él después de todas aquellas conversaciones, saludos e incluso una tarde tomando té en su balcón. Pero usualmente se decía a sí mismo que Xichen solo estaba siendo amable, con el resto de los vecinos era igual de atento, sería egoísta de su parte llegar a sentirse especial, además nunca le dio indicios de tener atracción por los hombres.

—Buen día —le sonrió el mayor.

—Hola —se pasó derecho sin cruzar la mirada.

—¡Oye! —el otro intentó detenerlo rozando suavemente el hombro ajeno con su mano.

—Perdón llevo prisa —. Jiang Cheng se alejó tan rápido como pudo, dejando a Xichen con la mano en el aire.

"Solo te quería devolver algo que el cartero me entregó a mí por error". Se quedó en el pasillo viendo como el joven de ojos grisáceos caminaba.

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"Estúpido, solo lograrás alejarlo". Se reclamó a sí mismo estando ya en la calle. La oficina quedaba solo a unas calles del departamento, pero ya era tarde ya regresar. "¿Agua?". Unas gotas caían del cielo acompañadas de un gran estruendo. "Genial, lo que me faltaba".

No pudo llegar a salvo al trabajo, la lluvia que cayó era tan fuerte que toda su ropa quedó mojada.

Jiang Cheng tenía 26 años, trabajaba como editor en una revista y en realidad no era necesario presentarse los sábados, pero tenía un asunto pendiente y decidió asistir.

En cuanto lo vieron entrar corrieron a brindarle un café caliente y realizó en medida de lo posible sus actividades de manera normal.

Cerca del mediodía notó que el frío no se le pasaba, terminó lo más rápido que pudo sus tareas y volvió a casa antes de las dos de la tarde.

Caminaba despacio entre las calles de la ciudad, ya no llovía, pero el clima era fresco, mal día para no llevar un suéter.

Subir las escaleras del edificio fue una tortura, por suerte solo debía llegar al segundo piso, pero en su estado de salud no estaba de humor para ello.

Metió la llave de la puerta en la perilla y finalmente estaba en casa, lo primero que hizo fue encender la calefacción, luego pasó a la ducha para darse un baño caliente.

El agua rebotando en su piel le hacía sentir relajado, aunque su cuerpo temblaba y la piel estaba completamente erizada. "Creo que me estoy enfermando".

Cuando terminó de bañarse se puso ropa abrigadora, unos pans sueltos, la playera de su banda de rock favorita y una sudadera que le quedaba muy grande, también dejó su cabello suelto.

Fue a la cocina y buscó una pastilla para la fiebre, la tomó de inmediato. Después preparó algo para comer.

"Debí haber comprado algo de camino a casa". Cocinar no era de sus mejores habilidades y ahora sintiéndose enfermo le daban menos ganas de hacerlo. Optó por preparar un simple sándwich.

Quédate a dormir esta nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora