Habían pasado unos 5 años desde que no veía esta casa, era un tanto nostálgico puesto que solo con verla a unos 50 metros de mi unas cuantas lágrimas se escaparon de mis ojos.
Seguí conduciendo y me estacione justo al lado de la clásica camioneta de papá, mientras caminaba hacia la entrada miles de recuerdos venían a mi mente, torturando y astillando heridas que yo creí ya sanadas.
Mi madre abrió la puerta y junto a ella mi padre, los cuáles entre lágrimas me abrazaron y me decían lo felices que estaban de que había vuelto a casa, era conmovedor la verdad y siendo honesto conmigo mismo me alegraba mucho verlos y el que me recibieran así he de decir que fue casi como una medicina.
Luego de eso mi madre me dijo que también Leo me estaba esperando y fue ahí cuando lo ví, se le veía pálido con una sonrisa de oreja a oreja casi en las lágrimas feliz de verme.
- Hermano! Me alegra muchísimo verte de nuevo -
Lo vi ahí y me rompí, lo abrase aunque al hacerlo la culpa y el rencor herían mi alma y mi cuerpo, lo abrase con fuerza, teniendo cuidado de no lastimarlo.
Lo solté y el se veía feliz, radiante y yo, yo me sentía como una basura sin sentido.
Mientras acomodaba mis maletas en mi habitación Leo fue donde mí
- Que recuerdos, cuando éramos niños y compartíamos cuarto -
Solo me limité a verlo y asentí mientras sonreía, todo mientras dentro de mi un agujero se formaba y dañaba todo dentro de mi ¿Había sido una buena idea el regresar? No lo se realmente, pero debía quedarme.
Almorzamos todos juntos y mientras comíamos otros recuerdos venían a mi mente, verlo ahí tan feliz, tan vivo, tan radiante hacia que mi alma llorará amargamente.
Platicamos un poco de cómo había sido la universidad y luego de disculparse de no haber podido ir a mi graduación, mis padres me dijeron que podía tomarme unos meses para divertirme y relajarme, eso me puso feliz puesto que eso sería bueno para mis planes.
Salí al pateó y vi aquél gran árbol en dónde estaba mi casa, mi escondite. Era gracioso el recordar como me encerraba ahí por horas con mi vieja radio y oía música que ni me me gustaba, todo con tal de olvidar.
- ¿Recuerdas cuando se cayó la casita? Fue un gran susto para todos -
Giré y ahí estaba Leo viéndome y hablándome cándidamente, solo asentí y vi al árbol el cual incluso había tomado otra forma sin mi vieja casita.
- Fue suerte que aunque te diste un gran susto no te lastimaste, me preocupe mucho esa vez por ti –
Está ves solo me limité a sonreír al escucharlo, era cierto esa vez incluso el se lastimó al quitar los tablones de madera y sacarme de donde había quedado atrapado.
La noche llegó y era extraño, ya me había acostumbrado a comer mal y desvelarme estudiando pero esos tiempos habían acabado, era casi como volver al pasado.
Luego de cenar nos quedamos viendo televisión en la gran sala, era casi chistoso pues casi nada había cambiado a diferencia del televisor pero lo demás era idéntico a mi infancia.
Miles de recuerdos despertaban y unos aunque más vividos que otros todos sin importar nada me herían, me dañaban pero debía ser fuerte, debía ser valiente.
Mis padres habían hechos unos cambios en mis habitación desde que les dije que regresaría, me compraron una nueva cama la cual era espaciosa y muy cómoda, era perfecta.
Y mientras me acomodaba para dormir entro a Leo con gran dificultad así que le ayude, traía consigo un regaló y luego de darme las buenas noches me lo dio, se despidió y se fue.
No aguante la curiosidad, abrí el regalo envuelto en papel celeste y ahí la vi, una foto enmarcada de el y yo de niños, solo pude llorar y maldecirme una y otra vez, me acomodé en la cama mientras sujetaba aquella foto con fuerza, lloré y lloré, todo mientras mi mente se hacía pedazos ella misma.
En fin, una noche larga.
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Hermandad.
Teen FictionZain deberá crecer, perdonar y perdonarse, vencer su niñes y eso sí, afrontar la realidad.