Provocación.

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Yaman llevaba días, los que habían pasado tras descubrir el dosier, tratando de odiarla y de hacérselo saber a cada momento. Cada grito, cada agarre y cada humillación que infligía a Seher se volvían contra él en forma de herida sangrante. Hasta el día que ella decidió defenderse. No lo hizo con sus armas si no con las de ella. Más mortíferas y crueles. Cuando la vio aparecer en el desayuno con el pelo suelto, que él amaba acariciar, y aquel vestido negro se supo vencido. La maldita no se conformó con saberse deseable hasta la locura si no que se atrevió a tocarlo frente a todos. El roce de su mano lo encendió y lo quemó por dentro. "Ya me las pagarás cuando estemos a solas", le prometió con la mirada llena de rabia. Y su oportunidad llegó después de fingir ante Yusuf y hacer con él un puzzle. La siguió iracundo a la habitación y la acorraló contra la pared.
-¿Qué vas a hacer ahora, esposa? ¿Seguir retándome?
-¿Para qué, si ya tengo la respuesta que buscaba? Quieres odiarme pero no puedes. Estoy tan dentro de ti... como tú de mi -respondió Seher.
-¡Mentira!
-Tus labios mienten... tus ojos no pueden -lo encaró ella.
Y Yaman quiso cerrar los ojos para ocultar eso que ella tan claramente veía. Pero si los cerraba se perdería el brillo de deseo en los verdes y hechiceros ojos de su mujer.
Maldiciéndola, no aguantó más y apretó su tenso cuerpo contra las suaves curvas del de ella. La empotró literalmente contra la pared, sintiendo sus senos pesados aplastarse en su pecho. El aliento se le calentó y la sangre se le espesó. Le miró los labios entreabiertos y supo que estaban esperando los suyos... La besó de golpe, un solo beso fiero y salvaje que hizo que ella avanzara en busca de otro. Dio gracias por no ser el único desesperado y se rindió al deseo. La sujetó por las caderas y se frotó contra ella. "Que supiera cómo lo ponía de duro; que casi temiera el momento en que la penetrara por fin". Pero Seher ya no temía a nada. Estaba curtida; él la había atormentado tanto que había despertado a toda una guerrera. Le recorrió los labios al mismo tiempo que le subía la falda, acariciándole los muslos con los dedos. Jadeó en sus labios al llegar con sus manos a su sexo y hallarlo ardiendo de húmeda pasión. Ella le mordió entonces para apremiarlo y él entendió que ella tenía prisa. La misma que él. Siempre iban a la par. Chupó su labio inferior y usó los dedos para romper sus braguitas. Aguantó su falda arremangada con una mano y con la otra se bajó la cremallera. Su miembro saltó caliente, duro e impaciente y Yaman lo guió al calor acogedor de Seher. La oyó gemir, y sintió cómo ella le subía una pierna hasta su cadera, abriéndose a él. Sin barreras empujó su cuerpo y entró en ella hasta el fondo. Besó su grito de placer y notó sus pequeñas manos entre su pelo. La besó y la penetró de nuevo sintiendo escalofríos desde su sexo hasta el centro de su pecho. Empujó de nuevo, otra vez y otra vez más, levantándola del suelo con sus embates. La folló sin parar y sin que lo pararan. Ella estaba igual de desesperada por correrse y gemía en sus labios sus ansias. Yaman aceleró aun más y llevó sus dedos a la unión de sus cuerpos. Acarició con suave pericia la dulce carne de ella hasta oírla gritar. Y, al sentir en su cuerpo los salvajes temblores de ella, se dejó ir. Apoyó entonces su sudada frente en la de ella para recuperar el aliento. Varios latidos más tarde, salió del cálido cuerpo de su esposa, se recompuso y huyó al baño. Allí apoyó las manos en el lavabo y se miró al espejo. Cuando oyó los sollozos de su mujer, cerró los ojos.

Emanet. Micro relato. Cap 137. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora