Tenía su patita en mi mano mientras le acariciaba el lomo, me miró con los mismos ojos que hacían que le perdonara todo y con los míos le pedí perdón. Una inyección. Cerró sus ojos para siempre. Solo me quedó llorar la partida. Su cuerpo en la mesa fría. Su alma pasando a la inmortalidad. Yo con el corazón y el alma rota.