̶࿙̶̶Ú̶̶n̶̶i̶̶c̶̶o̶̶࿚̶

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Cuando se conocieron eran unos niños, él tenía seis y ella cuatro, aunque fingía tener seis. Admitía que desde el inicio le pareció una niña muy bonita, sin embargo, no era una belleza para atraparlo a primera vista, porque si, en el momento que se enamoró de ella, no fue a primera vista.

Tal vez inconscientemente siguió el lema: ella es diferente a las demás.

Aunque ella siempre lo sacaba de sus casillas, nunca pudo odiarla. Le parecía tierno las expresiones que hacía, lo fácil que era de leer, definitivamente todo de ella le gustaba.

A pesar de que su pequeño corazón latía frenéticamente junto a ella, no fue hasta que tuvo diecisiete que lo admitió.

Anya siempre fue fácil de leer, no obstante, continuamente le fue difícil poder descifrar los sentimientos de ella, sin duda, en dos años fue como un libro encerrado bajo llave. Se podía considerar que eran amigos, había tiempos en los que podían pasar todo el día juntos sin problemas.

Forger era la chica con la que deseaba compartir su vida y ya sabían que era lo que lo retenía para confesar sus sentimientos.

“¿Qué era lo que sentía ella por él?”

“¿Anya en algún momento se vio junto a él en el futuro?”

Cuando llegaron al final del camino, cuando ya estaban a un paso de ir a la universidad, fue que se dio cuenta de que su sueño cada vez era más lejano.

Poco a poco Anya Forger se escapaba de sus manos.

Lo más doloroso era ver que al parecer el único lastimado con la separación iba a ser él.

El día en el que ya habían dejado de ser alumnos de tercer año, la soledad lo golpeo, su padre ni su hermano se presentaron en la ceremonia y en la recepción, era algo que ya sabía con antelación que iba a pasar...

Pero aun así tuvo la pequeña esperanza de que su padre lo iría a felicitar en persona.

Aunque salió sin despedirse y sin decirle a alguien a donde se dirigía, solamente queriendo ir a un lugar que esté libre de gente para poder soltar lo que en su corazón guardaba. No pudo salir de la Institución Eden por los guardias, tan sólo se escondió en el patio trasero, un sitio donde no había nadie.

Estuvo parado encima del césped, junto a los hermosos rosales, releyendo su diploma de honor, hizo todo para que su padre lo volteara a ver, era el mejor alumno, fue un académico imperial y aun así... ni en el último minuto su padre le demostró lo orgulloso que estaba.

Cuando estaba dispuesto a dañar en pedazos ese distinguido diploma, una dulce voz grito su nombre a la distancia, volteo para encontrarse a Anya corriendo en su dirección. Ella se abalanzo tan fuerte que hizo que perdiera su equilibrio, cayendo los dos al suelo.

En ese instante se dio cuento lo mucho que necesitaba un abrazo y era incluso mejor si fue por parte de ella, escondió su cara en su cuello, inhalando el agradable olor natural que desprendía de la piel nívea de la chica.

Esos recuerdos los tenía un poco confusos, no recordaba bien si lloro por tenerla en sus brazos por primera vez o porque su corazón no se reparaba del rechazo de su padre, también podía ser una combinación de las dos.

Ya no importaba, nada de eso fue importante, sólo recodaba con nitidez las palabras de Anya, palabras que siempre deseo escuchar, hasta despejo todas las dudas que tenía respecto a ella y sus sentimientos, como si le hubiera leído la mente...

Fue la primera vez que le dio un beso y fue sincero con sus propios sentimientos.

Sin duda aquella noche borro sin dejar rastro el malestar de su corazón, podía decir que desde ese día fue verdaderamente feliz.

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